Habia Sólo veintiocho alumnos en toda la escuela a la que yo asistía cuando tenía nueve años de edad. Tenía que caminar como un kilómetro y medio para llegar. Y casi todos los días, iban conmigo dos niñas, mayores que yo en edad y en altura, quienes vivían más lejos por nuestra ruta.
Más o menos por este mismo tiempo mi madre, padre y yo nos habíamos interesado en la Christian Science. La estudiábamos juntos en familia. Algunas veces mi padre se recostaba en el sofá con dolor de cabeza, y yo le leía a él de Ciencia y Salud, y siempre nos ayudaba a ambos, ¡aún cuando yo no leía del todo bien!
Vivíamos muy lejos como para que yo asistiera a la Escuela Dominical, de modo que aprendí mucho por mi cuenta. Cuando comencé a aprender las Bienaventuranzas, que Cristo Jesús nos dio, pensé que la que dice “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”, era muy importante. ¡Yo quería ser llamada hija de Dios, de modo que me propuse ser una seria pacificadora!
Las dos chicas con las que iba a la escuela eran hermanas, pero ¡de camino a la escuela y de regreso a casa se la pasaban discutiendo y riñendo! ¡Era muy molesto! ¡Especialmente cuando yo había estado pensando en ser una pacificadora, y ser bienaventurada! Hice todo lo que pude para detener las riñas. Me puse entre las dos chicas. Traté de cambiar el tema. Traté de hacerlas reír. Pero de nada sirvió.
Un día después de la escuela, cuando salíamos de la puerta, una de las hermanas golpeó a la otra. Esta vez me vino un sentimiento muy fuerte. Ahora sé que Dios me estaba dando una idea correcta. Esta vez tuve la certeza de que no debía hacer nada para convencerlas de que dejaran de pelear. Las discusiones continuaron detrás de mí durante todo el viaje a casa. Pero yo simplemente continué caminando en silencio, sin decir nada. Cuando llegamos a mi puerta, algo sorprendente sucedió. La riña cesó como si hubieran cerrado un grifo. Ambas hermanas se detuvieron y me miraron. “Sabes”, dijo una, “lo hicimos a propósito. ¡Decidimos que si interferías con nosotras una vez más, te íbamos a hacer pasar un mal rato!”
¡Se imaginan cuán sorprendida estaba yo! ¡Había sido tan molesta para ellas como lo habían sido ellas para mí! Pero también se ve la manera maravillosa en que Dios me cuidó. Él también había cuidado de las dos chicas y les impidió que hicieran algo que podría haber sido serio para ellas.
Aunque yo no había sabido perfectamente cómo ser una verdadera pacificadora, mis móviles habían sido los correctos, y esto había permitido que se manifestara la protección de Dios. Ciencia y Salud explica: “Los móviles rectos dan alas al pensamiento, y fuerza y soltura a la palabra y a la acción”. Mateo 5:9. Nuestro deseo de hacer lo correcto nos eleva a mejores formas de actuar y hablar. En mi caso, me ayudó ver una mejor manera de saber cuándo no actuar y no hablar.
Mucho después, encontré este versículo de la Biblia que también me ayudó: “Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios”.Ciencia y Salud, pág. 454. La palabra perfecto puede significar completamente desarrollado en el entendimiento de las cosas espirituales. El versículo me dijo que aun cuando yo no tenía un gran entendimiento espiritual, si mi razón para hacer algo era correcta, Dios me mostraría qué hacer en la forma correcta, en el momento oportuno.
Cuando estaba con hermanas, había tratado sinceramente de seguir esa Bienaventuranza y de ser una pacificadora. Pero había estado tratando de forzarlas a aceptar una forma más pacífica de convivir. He aprendido que, como ideas de Dios, todos Lo expresamos; de modo que expresamos Su calma y amor, naturalmente. ¡Todos! Dios nos protege, guarda y guía amorosamente. Él nos muestra qué vías de paz tomar cuando nuestro pensamiento permanece en Él. Las discusiones, los pleitos, la aflicción de cualquier tipo, no pueden mantener Su paz escondida de nosotros, porque Dios, la fuente de la paz, está siempre presente.
Después de eso, según recuerdo, no hubo más dificultades al ir o regresar de la escuela. Después, las dos hermanas se fueron a vivir a otra parte, y a mí me compraron una bicicleta para recorrer el kilómetro y medio a la escuela. Pero yo estaba agradecida por haber aprendido que Dios realmente nos dice qué hacer y está con nosotros dondequiera que estemos para dirigir nuestro camino. Fue muy reconfortante descubrir esto.
La Bienaventuranza es verdadera. ¡Yo fui bendecida, y descubrí que siempre había sido la hija de Dios, que todos lo somos!
El Lector habrá observado que el Heraldo ha cambiado su nombre y que toda referencia a la Ciencia Cristiana ahora se efectúa en inglés, Christian Science, que es el término con que Mary Baker Eddy denominó su descubrimiento. Ella se refiere a este nombre de la siguiente manera en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “En el año 1866 descubrí la Ciencia del Cristo o las leyes divinas de la Vida, la Verdad y el Amor, y nombré mi descubrimiento Christian Science” (pág. 107). La Junta Directiva de la Christian Science (The Christian Science Board of Directors), siguiendo el deseo de la Sra. Eddy de que en este caso en particular el término no fuera traducido y, lógicamente, haciéndolo extensivo a todas las veces que se presente en un texto, ha querido que el término “Christian Science” sea reconocido universalmente tal como fue originalmente presentado por la Sra. Eddy.