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Abandono de la adicción al tabaco

Del número de marzo de 1998 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Al Mirar En Retrospectiva mi experiencia de haber vencido la adicción al tabaco lo cual me llevó dieciocho años me doy cuenta de que yo mismo estaba entorpeciendo mi curación. Por otra parte, era como si estuviera haciendo eco a las palabras de Jacob: “No te dejaré, si no me bendices” (Gén. 32:26). ¡Tenía tanto que aprender acerca de Dios! ¡Qué feliz estoy de que nunca, nunca, me di por vencido! Aunque a menudo me desvié de mi curso, investigando otras formas de tratamiento, sé que fue la operación del Principio divino, Dios, lo que produjo la curación. Ciencia y Salud afirma con respecto a Cristo Jesús: “Su propósito al curar, no era sólo restaurar la salud, sino demostrar su Principio divino” (pág. 51).

Una de las cosas que aprendí mientras oraba a Dios en busca de una comprensión más profunda de Él, fue que en lugar de esforzarme únicamente por lograr mi curación, debía orar por la curación de todos aquellos que eran llevados a desear algo aparte de Dios. En el relato de Mateo sobre las tentaciones que Jesús enfrentó antes de comenzar su gran ministerio sanador, el diablo primero sugirió a Jesús que convirtiera las piedras en pan. En otras palabras, que convirtiera materia mala en materia buena. O, lo que es lo mismo, razoné, un fumador en un no fumador. Jesús dijo: “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (4:4). Por esto pude ver que lo que yo verdaderamente deseaba no era tabaco, sino la Palabra de Dios, la verdad que se halla en la Christian Science. No quería nada más que las palabras de verdad que vienen de mi Padre, Dios.

Desde el momento en que Ciencia y Salud llegó a mis manos en 1975, he tenido muchos menos problemas físicos y me he vuelto más consciente que nunca de la necesidad de vencer el error en el pensamiento. Uno de esos esporádicos problemas físicos, que se presentó hace alrededor de un año, fue un tapón de cera que se me formó en los oídos. Algunos años antes había tenido un problema similar y por haber sentido temor de que mi dificultad para oír pudiera afectar mi propia seguridad y la de los demás ya que trabajaba como operador de una máquina— hice que un médico me lavara los oídos. Pero, cuando el problema retornó, oré para corregirlo. Mi oración se basó en la comprensión de que lo que necesitaba procedía de Dios y no podía ser obstruido. Luego de seguir de cerca la situación cada día, una mañana desperté oyendo perfectamente.

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