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La ley de Dios: perfecta e irreversible

Del número de marzo de 1998 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Durante Muchos Años, sufrí de intensos dolores de cabeza que me discapacitaban durante días. Parecía que nada podía aliviarlos. Después que en una clínica de renombre me descubrieron un tumor y algunos doctores pensaron que era inoperable, empecé a estudiar la Christian Science. Fui sanada del tumor, de otros problemas físicos y de mal carácter, pero los intensos dolores de cabeza no parecían ceder. En lugar de recurrir a las inyecciones que me habían recetado, pedí tratamiento a un practicista de la Christian Science. El sufrimiento cedía por un tiempo pero los intensos dolores de cabeza se repetían.

Así fue por varios años hasta que finalmente tomé una decisión basada en una mejor comprensión de la realidad espiritual. Estaba aprendiendo que la pureza y la liberación de toda enfermedad son derechos divinos que pertenecen a cada uno de nosotros, debido a que la enfermedad no tiene apoyo en la ley de Dios. Me di cuenta de que mi sufrimiento tenía como base la falsa premisa de que yo era un ser material con un cuerpo material sujeto a leyes materiales. En lugar de ello, yo sabía que la creación de Dios es espiritual y que la ley del bien de Dios nunca envía la enfermedad a ninguno de Sus hijos, incluyéndome a mí. La ley de Dios trae alegría, no sufrimiento.

El salmista dice: “¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación”. Salmo 119:97. En las Escrituras expresiones similares indican la devoción que los escritores sintieron al obedecer las leyes de Dios y al hacer conocer la alegría, el consuelo y la liberación que nos trae la obediencia. Al buscar una mayor comprensión de la ley divina, aprendí que la ley de Dios no trae sufrimiento, no es cruel ni castiga, sino que es un sendero amoroso donde encontramos salud, paz y armonía duraderas.

Me puse exclusivamente bajo la jurisdiccción de la ley divina y he estado libre de esos intensos dolores de cabeza desde hace muchos años. Me tomó mucho esfuerzo y dedicación orar específicamente, ¡pero vean qué resultados! La ley de Dios está siempre en acción, y aniquila todo lo que es contrario a Dios, contrario al bien.

Ciencia y Salud aconseja: “Afrontad los estados incipientes de la enfermedad con una oposición mental tan poderosa como la que emplearía un legislador para impedir la aprobación de una ley inhumana. Elevaos en la consciente fortaleza del espíritu de la Verdad para trastornar los argumentos de la mente mortal, alias materia, dispuesta a batallar contra la supremacía del Espíritu. Borrad las imágenes del pensamiento mortal y sus creencias en enfermedad y pecado. Entonces, cuando seáis entregados al juicio de la Verdad, el Cristo, el juez dirá: ‘¡Estáis sanos!’”.Ciencia y Salud, págs. 390-391.

Me di cuenta de que este es el procedimiento correcto a seguir. Descubrí mi herencia de libertad al reclamar mi espiritualidad mi verdadero y único ser ¡y usted también puede hacerlo! La Vida, Dios, con su ley divina inalterable, es siempre adecuada para responder a todas las necesidades de la humanidad, porque cambia el caos en armonía de la mente y del cuerpo.

Cristo Jesús fue el mejor estudiante y practicista de la ley divina del mundo. Jesús demostró para todos los tiempos que las leyes de la salud hechas por el hombre pueden ser revertidas. La enfermedad no tiene ley divina que la apoye. La ley inalterable de Dios sostiene que la salud es una condición normal del hombre.

La salud es ley, la enfermedad es ausencia de ley, y como esto es verdad, no hay porqué sentir que no existe recurso alguno si uno enfrenta una enfermedad que lo debilita. La enfermedad no está de acuerdo con la volundad de Dios. Usted puede probar por sí mismo la libertad otorgada por Dios contra la injusticia de la enfermedad. La salud no es algo que tiene que cambiar. La salud es tan perdurable como la ley de Dios, y nuestro derecho divino es expresarla a través de toda nuestra experiencia. Podemos oponernos a la enfermedad teniendo como base nuestra pureza establecida por Dios y nuestra legítima inmunidad a todo mal.

Ciencia y Salud nos da estas instrucciones: “Desterremos la enfermedad como a un proscrito y acatemos la regla de la armonía perpetua la ley de Dios. El hombre tiene el derecho moral de anular una sentencia injusta, sentencia jamás impuesta por autoridad divina”.Ibid., pág. 381. Entonces, podemos enfrentar cualquier situación enfermiza, descubriendo e invertiendo el veredicto, la “sentencia injusta”.

Jesús no usó métodos materiales en su obra sanadora, ni se dejó engañar por la apariencia de la enfermedad o deformidad, ni por la muerte. Él declaró la ley perfecta del Principio, o Dios, que sabía que estaba siempre disponible para que toda la humanidad la adoptase. “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. Mateo 5:48. Esta visión correcta del hombre como totalmente espiritual y siempre perfecto, produjo el cambio necesario de pensamiento y sanó a lisiados, sordos, ciegos, mudos, epilépticos y dementes. En realidad Jesús estaba revelando la verdad de que el hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios, está siempre fuera del alcance de teorías y opiniones ignorantes y humanas.

Nosotros también podemos responder a las leyes eternas de Dios, el bien, con la inteligencia y capacidad que nos otorgó nuestro Creador, el Amor divino. La obediencia a las leyes de Dios nos pone en armonía con el propósito que el Amor tiene para nosotros. Es la esencia de la naturaleza científica del hombre y la mujer. Cada día nuestras oraciones pueden reconocer que estamos dispuestos a seguir la voluntad de Dios, con todo amor y de acuerdo con la ley, porque somos en realidad Su linaje. A medida que oramos humildemente para que esta ley perfecta decretada por Dios se manifieste como la fuerza que guía nuestra conciencia, veremos que somos en efecto totalmente espirituales y espiritualmente completos.

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