Durante Muchos Años, sufrí de intensos dolores de cabeza que me discapacitaban durante días. Parecía que nada podía aliviarlos. Después que en una clínica de renombre me descubrieron un tumor y algunos doctores pensaron que era inoperable, empecé a estudiar la Christian Science. Fui sanada del tumor, de otros problemas físicos y de mal carácter, pero los intensos dolores de cabeza no parecían ceder. En lugar de recurrir a las inyecciones que me habían recetado, pedí tratamiento a un practicista de la Christian Science. El sufrimiento cedía por un tiempo pero los intensos dolores de cabeza se repetían.
Así fue por varios años hasta que finalmente tomé una decisión basada en una mejor comprensión de la realidad espiritual. Estaba aprendiendo que la pureza y la liberación de toda enfermedad son derechos divinos que pertenecen a cada uno de nosotros, debido a que la enfermedad no tiene apoyo en la ley de Dios. Me di cuenta de que mi sufrimiento tenía como base la falsa premisa de que yo era un ser material con un cuerpo material sujeto a leyes materiales. En lugar de ello, yo sabía que la creación de Dios es espiritual y que la ley del bien de Dios nunca envía la enfermedad a ninguno de Sus hijos, incluyéndome a mí. La ley de Dios trae alegría, no sufrimiento.
El salmista dice: “¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación”. Salmo 119:97. En las Escrituras expresiones similares indican la devoción que los escritores sintieron al obedecer las leyes de Dios y al hacer conocer la alegría, el consuelo y la liberación que nos trae la obediencia. Al buscar una mayor comprensión de la ley divina, aprendí que la ley de Dios no trae sufrimiento, no es cruel ni castiga, sino que es un sendero amoroso donde encontramos salud, paz y armonía duraderas.
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