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Fortalezcamos la individualidad del niño

Del número de marzo de 1998 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Los Padres Que tienen varios hijos, saben qué especiales son cada uno de ellos. Pero a veces parecería como si la individualidad de cada uno se presentara como que carece de ciertas cualidades o tiene exceso de otras. Tal vez haya características que presenten dificultades para el niño y para los demás.

La Christian Science proporciona un punto de vista diferente sobre este tema de la individualidad, al explicar que la identidad y la individualidad son formadas por el Padre-Madre Dios; son totalmente espirituales y enteramente buenas. Cada una de las características buenas que observamos en los niños, proporciona una vislumbre de la verdadera individualidad que Dios les otorgó, definida por la Mente, el Espíritu y no debido a influencias genéticas o ambientales. Los hijos de Dios son los amados del Amor. Cada uno tiene un propósito diferente para glorificar a Dios. Refiriéndose a la verdadera naturaleza de cada uno de nosotros, Ciencia y Salud afirma: “La individualidad espiritual del hombre jamás yerra. Es la semejanza del Hacedor del hombre”.Ciencia y Salud, pág. 491.

Esta verdad fue la que nos fortaleció al comprobar que uno de nuestros hijos, no respondía al enfoque que nos había dado buenos resultados en la crianza de los demás. Este niño, cuando no entendía con suficiente claridad la razón por la cual debía hacer alguna cosa, no la hacía. También se presentaron situaciones difíciles con él en la escuela. Todas las tardes se sentaba para hacer sus deberes, pero no los hacía y nunca aprobaba las pruebas de matemáticas. A menudo, parecía estar en su propio mundo y su creatividad parecía muy reducida.

Al trabajar con esta preciosa criatura, aprendí a escuchar a Dios, la única fuente verdadera de inteligencia. Debía encontrar buenas razones para cada una de las normas que le establecía y ser continuamente amorosa con él para hacérselas cumplir. Aunque eso no me resultaba fácil, también era necesario dejarlo solo para que aprendiera de sus decisiones, en lugar de protegerlo de las consecuencias de las mismas, que podían ser no muy agradables. La manera más eficaz que descubrí, fue trabajar diariamente para verlo como Dios lo veía, o sea, como la expresión espiritual de la Verdad, del Amor y la inteligencia. En lugar de ver a un mortal caprichoso, me esforcé por ver al hijo de Dios bajo Su gobierno. Me esforcé por vencer la tentación de sermonear y la reemplacé con una oración llena de expectativa.

Además, trabajamos juntos para llegar a percibir que puesto que Dios es Todo y el único poder, lo que aparentaba ser una fuerza que sembraba confusión, no tenía poder para controlarlo. Afirmamos que Dios, la Mente divina, es la que motiva al hombre y que el hombre, por naturaleza, hace Su voluntad. A veces, junto con el almuerzo que le preparaba, le incluía notas y citas que lo alentaran. Una de esas citas, que es también una de mis preferidas, es de la Biblia y dice: “Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. Filip. 2:13. Otra, era de Pulpit and Press por Mary Baker Eddy y decía: “Por lo tanto, sabed que poseéis poder soberano para pensar y actuar correctamente y que nada puede despojaros de esta herencia e infringir el Amor”.Pulpit and Press, pág. 3. En ciertas oportunidades también pedimos tratamiento a un practicista de la Christian Science.

Durante este período, yo tenía siempre presente la excelente descripción que Mary Baker Eddy hace de la verdadera individualidad en otro de sus libros: “En obediencia a la naturaleza divina, la individualidad del hombre refleja la ley y el orden divinos del ser”.Escritos Misceláneos, pág. 104. Un practicista me indicó que el reflejo es obediencia instantánea.

En un período particularmente difícil, estuve buscando la mejor educación para él. Oré con mucho ahínco, sabiendo que estábamos dirigidos por Dios. Me sentí guiada a estudiar el relato bíblico de Agar e Ismael, uno de los hijos de Abraham, que no parece ser un hijo de la promesa. Gén. 21: 9–20. Ismael y su madre debieron abandonar el lugar donde vivían rumbo al desierto. Cuando el agua para beber que le habían dado a Agar se acabó, ella depositó a Ismael debajo de un arbusto, y se alejó “a distancia de un tiro de arco”, para no verlo morir.

Pero Agar no abandonó a su hijo. Elevó su voz a Dios. La Biblia dice que Dios escuchó la voz del muchacho; no dice que escuchó “la voz de la madre”. (¡Qué consuelo saber que no podemos interferir en la comunicación directa que Dios establece con los niños, ni en Su cuidado para con ellos!). Se le indicó a Agar lo que debía hacer con su hijo: “No temas, porque Dios ha oído la voz del muchacho en donde está. Levántate, alza al muchacho, y sostenlo con tu mano, porque yo haré de él una gran nación”. (Pude percibir que debía elevar mi pensamiento por encima de mí y del niño.) “Entonces Dios le abrió los ojos, y vio una fuente (no simplemente una cantimplora) de agua... y dio de beber al muchacho”.

Sentí una gran alegría por saber que Dios estaba respondiendo a mi necesidad, y a la de mi hijo. Poco después, se me fueron presentando todos los elementos necesarios para que la experiencia en materia de educación para nuestro hijo fuese la adecuada, y yo fui tomando nota de todo. Muy pronto, fui guiada a una escuela de enseñanza media que reunía esas ideas y mediante el apoyo de la oración, nuestro hijo encontró ayuda. A medida que él percibía que era el hijo de Dios, y que podía expresar Sus cualidades en su totalidad y con total libertad, estuvo en condiciones de invertir todo lo que parecía oponerse a él y a su progreso. Aprendió a cambiar la frustración y ansiedad en actividad gozoza y productiva. Durante los años que estuvo en la escuela secundaria y en la universidad, nuestro hijo adoptó para sí la Christian Science. Los profesores de la universidad nos comentaron cuán claramente tenía establecidos sus áreas de interés. Se graduó con numerosos honores en reconocimiento de la excelencia de sus logros.

¿Cuál fue la actitud de Cristo Jesús con quienes no lograban tener éxito? ¿Los trató con menosprecio? No. La Biblia indica que Jesús los trataba manteniendo una confianza en el valor espiritual del hombre. El efecto de este enfoque debe haber cambiado completamente el concepto que ellos tenían acerca de sí mismos.

Cuando oramos diariamente para ver el concepto verdadero e impecable de nuestros hijos, nos comportamos con ellos de acuerdo con ese concepto y no hacemos concesiones que les permitan apartarse del Principio divino y ser desobedientes. Los ayudamos a verse a ellos mismos como realmente son, o sea, gobernados por Dios, libres de falsas creencias y poseyendo dominio.

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