¿Cuál es tu imagen estereotípica de una mujer, un hombre, un universitario, un octogenario, una persona de piel blanca, una persona de piel oscura, o de alguien que fuma? Y una pregunta aun más inquietante: ¿Qué imagen estereotípica crees que los demás tienen de ti? ¿No sería novedoso no prejuzgar a nuestro prójimo? Imagínate las puertas que se abrirían si nos viéramos, no sólo libres de ideas preconcebidas, sino seguros de nuestra hermandad, gracias a Dios, el Padre-Madre que tenemos en común.
En este artículo veremos la gran diferencia que hay en nuestras relaciones cuando abandonamos los conceptos estereotipados, y vemos al hombre y a la mujer reales de la creación de Dios.
Raza
Cuando estudiaba en la universidad, durante las vacaciones de Navidad conseguí un trabajo en una tienda departamental. El jefe del departamento al que fui asignado sentía mucha antipatía por mí, y yo por él. Un día, cuando regresé a casa después del trabajo, le dije a una amiga que yo le disgustaba a mi jefe porque yo era blanco y él era negro; también pensaba que me tenía envidia porque yo estudiaba en una universidad privada, y él por el contrario, trabajaba todo el día y asistía a una universidad pública.
Ella me preguntó a qué hombre estaba viendo en mi conciencia. Comprendí lo que quería decir, y me di cuenta de que debería haber estado viendo al hombre de la creación de Dios. Él no sabe nada de razas ni de posición social alguna. Él ama a todos Sus hijos por igual. El hijo de Dios no está privado de nada que sea bueno. Mentalmente empecé a hacer una lista de todas las buenas cualidades que expresa el hombre de Dios y a ver de qué manera las expresaba esta persona. En poco tiempo, la relación se volvió muy armoniosa, e incluso empezamos a hablar sobre las clases que tomábamos en la universidad y lo que estábamos aprendiendo en ellas. Cuando fue el tiempo de regresar a la escuela, ya éramos amigos.
Religión
Mi esposo y yo somos de diferentes religiones. Cuando considerábamos la posibilidad de casarnos, ninguno de los dos tomó el asunto a la ligera, sino que conversamos mucho al respecto. Por mi parte, oré de todo corazón para saber si debíamos casarnos o no.
Después de casarnos, todo iba bien hasta que llegaron los hijos. Respecto a la religión, parecía que yo cedía en todos los aspectos y él en ninguno, además, empezó a expresarse ofensivamente contra mi creencia religiosa. Yo seguí orando, pero la situación no mejoraba.
El poner estereotipos nos impide ver la naturaleza espiritual del individuo
Entonces, llegó el momento en que él quería que los niños efectuaran el ritual que haría que fueran reconocidos como miembros de su religión. Yo permanecí tranquila por un tiempo, pero un día, mientras limpiaba de hierbas el jardín, empecé a enojarme. Comencé a preguntarme por qué me había involucrado con "esta gente" y "su religión", y cada vez me enojaba más.
Entonces, en mi conciencia oí una voz clara y fuerte que con autoridad dijo: "¡Rita! Dios no sabe a qué religión perteneces". Me sentí tan sorprendida de que Él no me conociera por mi religión, que dejé las hierbas y me puse de pie. El mensaje continuó: "Y Dios no sabe de qué religión es tu esposo". Esto captó mi atención, pero aún tenía algo de soberbia, así que pregunté: "¿Qué sabe Dios entonces?'' Inmediatamente vino la respuesta: "Dios sabe que todos ustedes son Sus hijos, y los ama a todos muchísimo".
Sentí que un amor que todo lo abraza me rodeaba; y el enojo desapareció; ya no había lugar para él. Vislumbré la unidad de Dios y Su creación, en la que no existe ni la menor referencia a religión o credo alguno. Por primera vez en mucho tiempo me sentí libre, tranquila y feliz.
Después de este suceso, han pasado los años y se han limado las asperezas en el aspecto religioso; también yo he cambiado, y todavía estoy profundamente consagrada a mi religión. Aunque ahora trato a la gente desde el punto de vista de su identidad espiritual como hijos del único Dios. Y el pasaje de Gálatas: "Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús", Gálatas 3:28. ha tomado un nuevo significado para mí.
Juventud
Hace unos años, cuando vivíamos en Boston, dos jóvenes se mudaron al departamento contiguo al nuestro. Muy pronto mi esposa y yo nos dimos cuenta de dos cosas: que les encantaba la música y que no les gustaba irse a dormir temprano.
Debido a que nuestra recámara compartía una pared con su departamento, estábamos al tanto de sus actividades, que se prolongaban hasta tarde. En ocasiones, pasábamos noches enteras sin poder dormir.
No recuerdo cuánto duró esta situación, pero sí recuerdo cómo la abordé. Primero, traté de ver la situación desde un punto de vista espiritual. Yo sabía que estaba bien que todos tuvieran una casa segura y cómoda, y que la comodidad de nuestros vecinos no podía interferir con la nuestra. También sabía que, debido a que todos somos hijos de Dios, no podía haber fricción entre nosotros. Me había propuesto encontrar una solución que fuera satisfactoria para todos. Resistí la tentación de pensar que mis vecinos fueran insensibles o desconsiderados, por el contrario, los vi como jóvenes amables a quienes les gustaba la música; de hecho, no muy diferentes a mí.
Luego, los fui a ver, y de una manera amistosa, pero firme, les dije que debido al tipo de trabajo que mi esposa y yo desarrollábamos, necesitábamos dormir por las noches. Les dije que no me importaba que oyeran música durante el día, pero que en las noches necesitábamos cierta tranquilidad, y después de las once, silencio total.
Me expresé con sencillez y respeto. Estaba seguro de que mi petición era lógica y que ellos la verían como algo razonable, y así lo hicieron: se disculparon por habernos molestado, y prometieron hacer menos ruido y ser más considerados en lo sucesivo. A partir de ese día, tuvimos una excelente relación que continuó por varios años, hasta que nos mudamos de ese edificio.
Edad
Durante unas vacaciones de verano cuando hacía mi posgrado, aprendí una lección muy importante sobre la apariencia engañosa de la edad. Estaba haciendo una pasantía en una empresa editora. Una tarde, al mirar por sobre mi escritorio, vi a una señora mayor con un vestido muy pasado de moda, sombrero con flores y gruesos zapatos negros, que cargaba una bolsa de compras. ¿Qué hace esta ancianita aquí?, pensé.
Poco después, un compañero de trabajo me la presentó. Fue entonces cuando supe que esta mujer era una escritora de renombre, cuya obra yo admiraba profundamente. Ella no sólo era una persona lúcida y perspicaz que había contribuido con artículos para la revista en la que yo estaba trabajando, sino que aún escribía, y sus escritos eran publicados con regularidad. Esto me sorprendió mucho; había sido engañada por la apariencia de una "ancianita". En ese mismo momento decidí cambiar mi forma de pensar respecto a la edad, y para hacerlo, oré para obtener la ayuda de Dios.
Pude ver que las cualidades que esta señora expresaba en sus escritos, como vigor, agudeza mental y perspicacia al tratar los temas del momento, eran totalmente opuestos al estereotipo comúnmente aceptado que los ancianos son personas frágiles, mentalmente inactivas y apegadas al pasado. Dios es la fuente de toda verdadera identidad, y cada uno de nosotros realmente refleja Su bondad y utilidad, que no decaen. No me puedo imaginar a Dios, la Vida eterna, envejeciendo, entonces, ¿por qué estaba pensando que la identidad espiritual de algunos de los hijos de Dios pudiera decaer? Las creencias prevalecientes sobre la edad no tienen nada que ver con la capacidad que tiene una persona para expresar la Vida.
Después de esta experiencia, vi la apariencia de las personas mayores como si fuera un disfraz, y me propuse no ser engañada ni creer o basar mi perspectiva en ello. Esto me ha permitido aprender de personas de todas las edades, y valorar cada día la capacidad que tienen todos para reflejar a Dios, de una manera novedosa y útil.
Apariencia
Mientras esperaba en un salón de belleza, un hombre se sentó a mi lado. Me saludó, luego procedió a encender un puro con el olor más desagradable que uno se pueda imaginar, y comenzó a fumar. Fumaba con tantas ganas, que me sorprendió que los detectores de humo no hicieran sonar la alarma. El espeso humo era tan denso que hizo que el cuarto se viera azul, y yo misma me había puesto de un color que no era muy agradable que digamos. Debo admitir que estaba abrigando ciertos sentimientos muy poco amables respecto de esa persona.
Sabía que no debía ver a ese hombre, ni a ningún otro, como algo que no fuera la semejanza de Dios. Estaba familiarizada y apreciaba mucho la frase bíblica que dice: "No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio". Juan 7:24. Pero en ese momento el humo que me estaba entrando en los ojos era tan desagradable y molesto, que no pensaba muy bien del hombre que lo producía.
En ese momento, una peluquera vino a decirle que su mamá ya estaba lista para irse; él apagó el puro y se dirigió a buscarla. Fue tan cariñoso y tierno con ella, al igual que con todos los que la habían atendido, que su comportamiento me impresionó mucho. Con gran cuidado la ayudó a salir. Me di cuenta de que las tiernas cualidades que expresaba, hacían olvidar la imagen estereotipada que había tenido yo de él.
Ese día en el salón de belleza aprendí a poner mi atención en lo que es bueno, lo que es real, y a no dejarme engañar por una apariencia desagradable o por cualquier apariencia que no tenga su origen en Dios, la única verdadera causa y creador. En Escritos Misceláneos, la Sra. Eddy escribe: "Dar crédito a una mentira nos impide ver la verdad..." Véase Escritos Misceláneos, pág. 62. Obtenemos bendiciones cuando nos negamos a creer en una mentira y descubrimos la verdad espiritual de la creación de Dios, que Él mismo calificó de buena "en gran manera". Véase Génesis 1:31.
