Muchos periódicos, revistas y programas de televisión han hablado sobre la consolidación y fusión de empresas que resultaron en el despido de empleados con muchos años de servicio. Si bien es cierto que se están produciendo grandes cambios, he aprendido que la seguridad y el bienestar verdaderos descansan totalmente en Dios, cuyo amor es, y siempre será, inmutable.
Después de estar en servicio en la Armada de los Estados Unidos durante la guerra de Corea, comencé a trabajar en una gran compañía naviera, y a lo largo de varios años ascendí a un puesto ejecutivo. En aquel tiempo, otra persona y yo estábamos compitiendo muy fuertemente por ocupar la presidencia de la compañía. En la lucha por lograrlo fui vencido; me forzaron a renunciar, y sólo me dieron una pequeña indemnización. Inicialmente me sentí desolado por la pérdida del empleo y de las relaciones que había disfrutado por tantos años. Tenía que mantener a una familia grande, y teníamos pocos ahorros.
En los días y noches siguientes, luché contra la sensación de que había perdido algo de gran valor y que mi familia debía sufrir las consecuencias. Fueron muchas noches en las que dormí sólo unas cuantas horas. Me despertaba, y el temor de lo que pudiera ocurrir era tan abrumador, que ya no me podía volver a dormir. Finalmente, pude recurrir sinceramente a Dios como el único poder que podría tener algún efecto en mi vida.
Durante esos momentos difíciles estudié la Biblia y Ciencia y Salud, y oré el Padre Nuestro, pensando cuidadosamente lo que cada línea significaba para mí. El temor y la angustia, que parecían tan abrumadores, desaparecieron conforme mis pensamientos se fueron llenando con la seguridad de la omnipresencia de Dios. Llegó un momento en que pude poner en práctica esta declaración de Ciencia y Salud: "Quitar del pensamiento confianzas equivocadas y testimonios materiales a fin de que aparezcan las verdades espirituales del ser, ése es el gran logro por el cual eliminaremos lo falso y daremos entrada a lo verdadero".Ciencia y Salud, pág. 428.
Era necesario que dejara de confiar en que un recurso material iba a responder a mis necesidades diarias de provisión. Cuando pensamos en que sólo podemos sentirnos seguros al tener la evidencia material de un empleo con un gran sueldo o de una cuenta bancaria con un saldo considerable, dejamos a Dios, el Espíritu, fuera del gobierno de Su creación. Tuve que reconocer que mi verdadera manutención era la constante provisión de ideas divinas y que nunca podía ser privado de ellas. Este reconocimiento me hizo tomar conciencia de la omnipresencia de Dios, que destruye las confianzas falsas.
La Biblia está llena de relatos del cuidado amoroso que el Padre tiene por Sus hijos. Cristo Jesús dijo: “No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir... Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas". Mateo 6:25, 33.
Vivir de acuerdo con las instrucciones del Maestro, nos exige que obtengamos una mayor comprensión de Dios y de nuestra relación con Él. Rogarle a Dios que provea niveles de empleo o ingreso preconcebidos, tiende a cerrar nuestros ojos al bien que Él ya nos está dando. ¿Estamos dispuestos a aceptar esta bondad cuando se presente en una forma, lugar u oportunidad que no hayamos considerado previamente? Conforme obtenemos una mayor comprensión de Dios, aprendemos a confiar más en Él, a conocerlo como nuestro amoroso Padre-Madre. Como resultado dejamos de tener confianza en las diversas formas de materia para tener seguridad y bienestar, y estamos listos para recibir la provisión que Jesús prometió. Ciertamente esto empezó a suceder en mi caso.
El cuidado de Dios es real, demostrable y siempre está disponible.
Después de varias semanas de búsqueda, encontré un trabajo similar al que había dejado, pero en una compañía mucho más chica. Al mismo tiempo me ofrecieron un puesto en una empresa de asesoría cuya labor principal se realizaba en un área casi totalmente desconocida para mí. Mientras comentaba estas alternativas con mi familia, mi hijo de dieciséis años me animó a hacer algo realmente diferente. Hasta ese momento, yo no había considerado seriamente el trabajo de asesoría, porque significaba rechazar un puesto para el que estaba bien calificado y tomar un empleo para el que no tenía mucha experiencia; pero esto fue lo que hice. Al recordarlo, sólo puedo suponer que mi pensamiento se había vuelto lo suficientemente claro como para aceptar la guía divina sin cuestionarla. En las noches que pasé orando dejé de lado en gran manera mi obstinación, temor y confianza en la sabiduría convencional.
El nuevo empleo exigió mucho esfuerzo, pero nunca cuestioné la decisión que había tomado. Permanecí en esa empresa menos de dos años, y durante ese tiempo aprendí mucho; luego la dejé para aceptar un nombramiento para el cual había sido nominado por el presidente de los Estados Unidos. Una de mis nuevas funciones era desarrollar y definir la política para la industria naviera de mi país. Si aún hubiera estado empleado en esa industria, quizá nunca me hubieran ofrecido ese empleo ni hubiera podido recibir la confirmación del Senado, debido a un evidente conflicto de intereses. Los cuatro años de servicio en el gobierno ampliaron notablemente mis horizontes.
El cuidado de Dios es real, demostrable y siempre está disponible. Es muy fácil olvidarse de esto cuando uno está esforzándose por lograr el éxito material. Los planes humanos y la sabiduría convencional pretenderían tener prioridad sobre la confianza en la inspiración de la Mente. Pero el estudio de las pérdidas y ganancias, los balances y los organigramas, por más importantes que sean, nunca pueden reemplazar la perspicacia y la guía que vienen del estudio sistemático y devoto de la Biblia, y de las verdades espirituales que contiene. Este estudio eleva el pensamiento y nos previene de las trampas en las que podríamos caer.
“Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas". Proverbios 3:5, 6. Cuando confiamos completamente en Dios como nuestra ayuda siempre presente, se hace realidad la abundancia que Jesús prometió.
