Me sentía muy preocupado por las historias de racismo que conocía. Y lo que más me sorprendió fue la manera en que mis oraciones, en busca de nuevas ideas sobre el particular, fueron contestadas. Ocurrió cuando estaba trabajando en nuestra granja en Carolina del Norte. Había estado cortando árboles para construir una cerca alrededor del pastizal, cuando decidí tomarme un descanso. Sentado en el bosque, miraba a los árboles hacia arriba, y comencé a notar que se movían juntos con la brisa suave. Las ramas de un árbol se movían en consonancia con las ramas de otro árbol, sin molestarse las unas a las otras. También observé que los árboles que habían crecido muy cerca entre sí, habían desarrollado ramas alternadamente, de modo de no perturbar a las del vecino. Casi parecía como si se estuvieran abrazando. Al mirar alrededor, también noté que cuando los vientos fuertes habían derrumbado algunos árboles, éstos eran como acunados en las ramas de los árboles más fuertes que habían soportado el embate de los elementos.
Todo esto me dio mucha inspiración, pero no lo asocié con cuestiones raciales hasta que observé que los árboles eran de muchas variedades diferentes, álamos, cedros, robles, pinos, acebos, y muchos otros que no podía identificar. Los cedros abrazaban al roble, el acebo les hacía cosquillas a los pinos, y el álamo se elevaba por encima de todos ellos como dando abrigo a sus queridos amigos.
Puede que esta ilustración suene un poco simple para un problema tan serio como el racismo, pero me dio una perspectiva por la cual yo había estado orando. Pensé que yo era como uno de esos árboles, respondiendo a la necesidad de mis vecinos, obteniendo mi fortaleza y mi seguridad siendo compasivo y cuidando de los demás, reflejando el amor imparcial de Dios, que todo lo rodea. Recordé un pasaje de la Biblia que dice en parte "las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones". Apocalipsis 22:2.
Cuando esa noche llegué a casa, encontré en el Himnario un himno que comienza "Estrella de paz que el mundo soño".Himnario de la Ciencia Cristiana, No 236. Una estrofa dice: "En dulce canción cual flores de amor,/ cual aves que elevan trinos de paz,/ cual astros del cielo en santa quietud,/ los hijos de Dios siempre unidos están".
Comprendí que sólo hay un Dios del todo bondadoso, quien creó a la imagen y semejanza completa de Sí Mismo, llamada hombre, del todo bondadosa. Sabía que el hombre de Dios no podía cambiar su perspectiva espiritual y comenzar de repente a juzgar humana y materialmente. Percibí con claridad que el Dios perfecto, el único creador, hizo al hombre para que sea nada menos que la expresión de Su perfección. En ninguna parte del universo de Dios puede haber odio, animosidad, celos, deseos de venganza, ni ninguna reacción contra lo que Él ha hecho. Cada miembro de la familia sagrada de Dios valora y adora a los otros miembros por ser la imagen, o idea, irremplazable e integral de la Mente divina. En conclusión, estos conceptos espirituales que percibí, eran evidencia de la comunicación siempre activa y omnipresente que mantiene Dios con todos Sus hijos, bendiciéndolos ahora mismo.
Recordé estas líneas de Ciencia y Salud: "Un solo Dios infinito, el bien, unifica a los hombres y a las naciones; constituye la hermandad del hombre, pone fin a las guerras; cumple el mandato de las Escrituras: 'Amarás a tu prójimo como a ti mismo'; aniquila a la idolatría pagana y a la cristiana —todo lo que es injusto en los códigos sociales, civiles, criminales, políticos y religiosos; establece la igualdad de los sexos; anula la maldición que pesa sobre el hombre, y no deja nada que pueda pecar, sufrir, ser castigado o destruido".Ciencia y Salud, pág. 340.
Mi oración me enseñó a apreciar aun más la individualidad de todos mis hermanos y hermanas como expresiones de la naturaleza de Dios. Realmente nos necesitamos los unos a los otros para poder comprender la totalidad y majestad de Dios. Todos somos amados y queridos por el único Padre-Madre Dios, y del mismo modo debo yo apreciar y valorar a cada miembro de mi sagrada familia.
Porque con alegría saldréis, y con paz seréis vueltos; los montes y los collados levantarán canción delante de vosotros, y todos los árboles del campo darán palmadas de aplauso Isaías 55: 12
    