Siempre fui un inconforme. Cuando era adolescente me sentía muy orgulloso de ser así. Nadie podía obligarme a hacer lo que yo no quería hacer. Pero entonces me encontré en la universidad dando un examen oral. Por primera vez, comencé a dudar de que fuera realmente un pensador independiente.
Había unos quince estudiantes dando el examen conmigo. La profesora nos pidió que votáramos para ver qué aparecía en varios diagramas, gráficos, palabras, cuadros y diseños que ella nos mostraba.
—¿Cuántos círculos hay en esta figura? —preguntó.
—Tres —contestaron los demás.
—No, hay dos —contesté yo, pero nadie estaba de acuerdo conmigo.
—Todos aquellos que ven diez líneas en la siguiente figura —continuó ella—, levanten la mano.
Todos excepto yo, tenían la mano levantada. Pero yo veía claramente nueve líneas; sentí que no tenía remedio.
En todas las otras preguntas, yo fui el único que estuvo en desacuerdo con todos los demás. Por momentos me preguntaba si no estaría perdiendo mi sentido de la vista o mi cordura. Yo veía todo diferente a lo que el resto de la clase decía.
Comencé a sentirme muy inseguro, y luego deprimido. Me sentí tentado a estar de acuerdo con los estudiantes para sentirme mejor, por lo menos un poco más sano. Sin embargo, seguí siendo el único de la clase que daba una respuesta diferente porque pensé que debía ser sincero con lo que estaba viendo. Por último, la profesora anunció que había acabado la prueba.
—¿Qué les pasaba a todos? —pregunté a la profesora—. Todos daban respuestas incorrectas.
—No es eso —contestó la profesora—. Acabas de ser el sujeto experimental en un estudio sobre la presión de grupos —continuó—. Quiero agradecerte por habernos ayudado. Te fue muy bien. La mayoría de los estudiantes no fueron tan consecuentes como tú; algunos no soportaron la presión y se pusieron muy nerviosos. Tú no tuviste ninguna reacción negativa.
¿Acaso tenía que estar más en guardia en contra de la influencia de los pensamientos que me rodeaban?
¿Qué fue lo que me ayudó a mantenerme firme en mi posición como lo hice? En mi vida, he tenido la costumbre de no seguir a nadie si pienso que esa persona está equivocada. Tengo algunos modelos a seguir en la Biblia. Noé no se amilanó ante la presión de quienes se burlaban de él mientras construía el arca, aunque probablemente estuviera en tierra seca en los bosques donde había mucha madera. Moisés no se puso a la par de quienes murmuraban entre los hijos de Israel, porque estaban insatisfechos de tanto deambular y querían regresar a Egipto. Daniel oró a Dios en público, aun cuando su gobierno había decretado que esa forma de oración era ilegal. Sadrac, Mesac y Abednego también se negaron a inclinarse ante un ídolo y se mantuvieron leales en S u adoración al único Dios. Cristo Jesús se negó a arrojarle una piedra a la mujer adúltera y con valor impidió que sus conciudadanos lo hicieran. En épocas más recientes, Mary Baker Eddy no cedió a las acciones negativas que había contra su descubrimiento de la Christian Science, que enfrentaba a veces de todo, desde indiferencia a odio.
Tiempo después de mi experiencia con el grupo, mi compañero de cuarto comenzó a tener síntomas de gripe. Muy pronto yo también comencé a sentirme molesto. ¿Acaso tenía que estar más en guardia en contra de la influencia de los pensamientos que me rodeaban? Tomé un ejemplar de The Christian Science Journal y lo leí de tapa a tapa. Las verdades que leí fueron muy reconfortantes, y destacaban que el hombre está exento desde su nacimiento de toda enfermedad, porque es el hijo de Dios, el bien. A la mañana siguiente estaba libre de los síntomas. Me había dado cuenta de que no tenía que estar sujeto a ninguna presión.
La autodeterminación, que surge de una sólida comprensión de nuestro derecho de nacimiento como hijos de Dios, gobernados enteramente por Él, así como la humildad y la disposición de ceder a la voluntad de Dios, nos protege eficazmente de toda forma de presión.