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¿Cuán grande es el amor de Dios?

Del número de octubre de 1999 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Has visto alguna vez a la mamá de los pajaritos sentada en su nido? Tal vez hayas descubierto que había huevitos. ¿Viste cuánto tiempo estuvo la mamá sentada, quieta y callada, cubriendo con cuidado cada huevito con sus alas? Llueva o truene la mamá se preocupa de ver que los huevos estén a salvo y calentitos.

Hasta que un día, de esos huevitos salen los pinchoncitos. Pero la mamá no los abandona allí, sino que se queda para alimentarlos y continúa abrigándolos debajo de sus alas. ¿Te imaginas lo que se debe sentir debajo de esas alas tan grandes? Todos cubiertos, seguros, cómodos y calentitos. ¿Quién sentiría miedo con unas alas tan grandes protegiéndote de todo?

Bueno, tú no eres un pichoncito, pero también puedes sentir el mismo amor, cuidado y protección que siente un pichón bajo las fuertes alas protectoras de su mamá. La Biblia habla de las fuertes alas del amor de Dios. Quizás ya conozcas el hermoso Salmo 91. Dice: “Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro... Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada” (versículos 4, 9 y 10).

La Biblia nos muestra el amor de Dios, y tú puedes entender y sentir ese amor tibio y protector donde quiera que vayas. Bajo el cuidado del Amor no puede haber tristeza, dolor, enfermedad, temor ni soledad.

Dios siempre está contigo para sostenerte, alimentarte y protegerte. Permanecemos bajo las alas del Amor cuando seguimos a Dios dondequiera que Él nos guíe, al estar cerca del bien y escuchar y obedecer las ideas buenas que nos vienen de Dios, la Mente divina. Así, no podemos dejar de sentir el amor de Dios dondequiera que estemos, sea lo que sea que estemos haciendo, o quién sea que nos acompañe.

El amor que Dios tiene por ti es ¡ENORME! Te ama muu-chíi-sii-moo. Tú eres Su hijo amado y precioso. Nuestro Padre-Madre, el Amor, nos tiene a todos tan cerca de Él que nada puede jamás interponerse entre nosotros y Su amor. Y Dios nunca deja de amarnos.

Un día, cuando caminaba por el bosque, el amor de Dios estaba allí conmigo. De repente, se desató una gran tormenta y el cielo se puso todo oscuro y verdoso. Se levantó un viento tan fuerte que daba miedo. Yo estaba demasiado lejos de mi casa para correr y refugiarme allí, por eso simplemente me tendí en una zanja mientras rugía la tormenta.

Me acordé que Dios estaba allí mismo y que me quería mucho. Recordé que Dios tiene todo el poder. Así que la tormenta no tenía ningún poder. Me calmé y se me fue el miedo, hasta me sentí a salvo en medio de esa tormenta. Los árboles eran mis amigos y ya no tenía miedo de que se cayeran y me lastimaran.

Pronto paró el viento y pasó la tormenta. ¡Pero no el amor de Dios! Ese amor se quedó a mi lado mientras caminaba a casa. Y todavía está conmigo ahora, después de muchos años, y de haber pasado por muchas clases de tormentas. El amor de Dios no me ha abandonado ni por un instante. Tampoco puede abandonarte a ti ni por un instante. Dios se ocupa de todos nosotros, de una manera parecida a la mamá de los pajaritos cuando está incubando a sus pichoncitos.

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