¿Has visto alguna vez a la mamá de los pajaritos sentada en su nido? Tal vez hayas descubierto que había huevitos. ¿Viste cuánto tiempo estuvo la mamá sentada, quieta y callada, cubriendo con cuidado cada huevito con sus alas? Llueva o truene la mamá se preocupa de ver que los huevos estén a salvo y calentitos.
Hasta que un día, de esos huevitos salen los pinchoncitos. Pero la mamá no los abandona allí, sino que se queda para alimentarlos y continúa abrigándolos debajo de sus alas. ¿Te imaginas lo que se debe sentir debajo de esas alas tan grandes? Todos cubiertos, seguros, cómodos y calentitos. ¿Quién sentiría miedo con unas alas tan grandes protegiéndote de todo?
Bueno, tú no eres un pichoncito, pero también puedes sentir el mismo amor, cuidado y protección que siente un pichón bajo las fuertes alas protectoras de su mamá. La Biblia habla de las fuertes alas del amor de Dios. Quizás ya conozcas el hermoso Salmo 91. Dice: “Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro... Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada” (versículos 4, 9 y 10).
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