Un Hombre que había viajado mucho deseaba jubilarse desde hacía años e irse a vivir a Escocia, su país de origen. Finalmente se estableció allí en un pequeño pueblo del norte y a su casa le puso el nombre "KEATI". Su deseo era trabajar en el jardín y leer o escribir en paz, y no vio con agrado las visitas de sus vecinos. Tanto fue así, que cuando algún aldeano se atrevía a tocar el timbre para preguntarle qué significaba el nombre de la casa y qué idioma había utilizado, este señor contestaba: "'Keati' quiere decir 'no te metas donde no llaman' o '¿qué a ti?'"
¡Ésta era una manera poco cortés de dar lo que en realidad era un buen consejo! Jesús, en su manera cristiana, le enseñó esta misma lección a Simón Pedro, uno de sus discípulos. Después del desayuno matutino a orillas del mar de Galilea, Jesús le dijo a Pedro que debía apacentar sus ovejas. Pedro le preguntó qué iba a hacer Juan, otro de los discípulos, y Jesús contestó: "Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú". Juan 21:17, 20-23.
Esta enseñanza me interesó sobremanera porque la necesitaba mucho. Desde edad muy temprana siempre había tratado de ayudar al más débil, pero mis métodos no tenían mucho éxito. En el colegio, y más tarde en la oficina, me apresuraba sin que me lo pidieran a defender a los que consideraba débiles, y logré poco o nada. Hasta que un día llegué a la conclusión de que tenía que meterme en mis propios asuntos y no en los ajenos. Durante siete años luché para aprender a hacerlo, y derramé lágrimas en muchas ocasiones. Por más caos que hubiese a mi alrededor, logré no prestar atención y seguir trabajando con calma.
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