de Hollywood, California, E.U.A.
Hace Unos Años, mi familia y yo nos vimos en medio de un terremoto bastante destructivo en la ciudad de Los Ángeles y sus alrededores. Cuando fuimos despertados como a las cuatro y media de la mañana, corrimos a recoger a nuestra bebé, que tenía apenas unos cuatro meses, y nos pusimos a orar con devoción. La verdad es que la bebé y nosotros rápidamente sentimos la protección divina, aunque el terremoto fue tan fuerte que todo se movía con violencia.
Para nosotros fue natural ponernos a orar, basándonos en la comprensión de que Dios siempre está presente en nuestra vida, una comprensión que hemos practicado y demostrado durante muchos años. Este entendimiento no depende de que yo sea una persona buena o santa, sino de que Dios es el Amor que lo abarca todo.
Por ejemplo, el Salmo 139 dice: "¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú, y si en el Seol [es decir, el infierno] hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás". En otras palabras no podíamos estar fuera de la presencia y el poder omnipresente de Dios. Éste es un aspecto esencial de la oración. Es obvio que en el momento podemos tener miedo, podemos sentir mucha angustia, pero si volvemos nuestro pensamiento a esa premisa divina, de que Dios lo abarca y lo cubre todo con Su amor omnipotente, volvemos a tener esa sensación de calma, de paz, de serenidad, de curación.
Yo ya había estado en otros terremotos, y también en varios huracanes. Cuando estuve en un huracán con vientos de más de 100 km por hora, por ejemplo, tuvimos que orar casi toda la noche y proteger la casa. Recuerdo que en ese momento, estando yo en el piso y orando de la misma manera como cuando ocurrió el terremoto, afirmé la presencia del Amor divino para sentir verdaderamente que allí estaba Dios y que Dios nos estaba protegiendo a nosotros y a todos, porque toda oración tiene que abarcar a los demás también.
Aunque la angustia y el temor sean lo primero que nos asalte, y muchas veces no sabemos ni por qué tenemos miedo, la oración nos ayuda a ceder a Dios, a esa presencia divina, y esa mano divina de Dios, hablando metafóricamente, esa influencia divina en nuestros corazones y en nuestro pensamiento, nos rescata en el momento en que estamos angustiados.
Al orar de este modo, seguimos las instrucciones de Cristo Jesús, quien demostró de manera práctica que Dios le da al hombre dominio sobre el ambiente. La Biblia relata que Jesús calmó la tormenta diciendo simplemente: "Calla, enmudece", y después, "se hizo grande bonanza". Marcos 4:39. Todos alrededor de él tenían mucho miedo, pues era una gran tempestad de viento que echaba las olas contra la barca. Pero Jesús moraba tan seguro en la presencia de Dios, que estaba durmiendo y lo tuvieron que despertar. Y cuando despertó ejerció ese dominio que Dios le ha dado al hombre. Es interesante lo que dice la Sra. Eddy al respecto: "No hay vana furia de la mente mortal — expresada en terremotos, vientos, olas, relámpagos, fuego y ferocidad bestial — y esa llamada mente se destruye a sí misma. Las manifestaciones del mal, que contrahacen la justicia divina, se llaman en las Escrituras 'la ira de Jehová'. En realidad demuestran la autodestrucción del error o materia e indican lo contrario de la materia, la fuerza y permanencia del Espíritu".Ciencia y Salud, pág. 293.
Reconforta pensar que el mal sólo se puede destruir a sí mismo. Pero habrá quien diga que el huracán destruye casas y gente, que mata, y que los terremotos hacen mucho daño; y así es muchas veces para la experiencia humana. Pero podemos restaurar y preservar la armonía al comprender mejor la naturaleza errónea de todas las fuerzas destructoras.
El odio, la lujuria, la venganza, la falta de perdón, son elementos negativos, elementos que hacen que el huracán y el terremoto, o cualquier otro llamado "fenómeno natural", sea tan temido. Pero es importante tener en cuenta que éstos representan simplemente cualidades mentales opuestas al Espíritu. Esa furia que se manifiesta en los llamados desastres naturales, no es otra cosa que una manifestación de la mente carnal que encierra pecado y pensamientos errados. Es lo que Pablo considera "enemistad contra Dios". Romanos 8:7. Y lo que contrarresta esos elementos negativos son las cualidades de amor, de ternura, de perdón. La Sra. Eddy dice: "Dejemos que el altruismo, la bondad, la misericordia, la justicia, la salud, la santidad, el amor — el reino de los cielos — reinen en nosotros, y el pecado, la enfermedad y la muerte disminuirán hasta que finalmente desaparezcan".Ciencia Y Salud, pág. 248.
Un terremoto, un huracán y otros fenómenos similares, son simplemente cualidades mentales opuestas al Espíritu.
Esto de ningún modo implica que debemos sentirnos culpables de lo que sucede. Necesitamos purificar el pensamiento y elevarlo hacia Dios, el Amor. El dominio que Dios nos ha dado como Sus hijos se manifiesta cuando Sus pensamientos se expresan en nosotros. "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece", dice la Biblia. Filip. 4:13. 6 Versión Moderna de la Biblia. Es ese Cristo, esa idea del Padre-Madre Dios y de la relación que mantenemos con Él, la que nos ayuda a corregir nuestros pensamientos, nuestros afectos, nuestros móviles, y así protegernos frente a huracanes y terremotos.
En el capítulo 17 de Lucas Jesús dice: "El reino de los cielos dentro de vosotros está".5 Todos tenemos la capacidad dada por Dios para expresar cualidades espirituales. Esto me llevó a pensar en todas las cosas terribles que habían ocurrido en mi ciudad aparte del terremoto; disturbios raciales, aumento de la criminalidad, una tremenda sequía. Y me di cuenta de que nosotros podemos reconstruir nuestra ciudad, nuestras comunidades, a medida que reconstruimos nuestros corazones y pensamientos. Dios nos da los elementos necesarios para reconstruir espiritualmente, tales como amor, inteligencia, bondad, misericordia. Esta restauración espiritual nos va a guiar a reconstruir nuestra ciudad, nuestra comunidad, con inteligencia y sabiduría. Vamos a construir edificios que resistan terremotos, por ejemplo.
Del mismo modo, es importante cuidar de que nuestra vida diaria exprese esas cualidades de amor, honestidad, paciencia y valor. En la Epístola a los Hebreos, Pablo dice de Abraham, que él esperaba la ciudad que tiene fundamento, y aquí estamos hablando de esas cualidades espirituales que son nuestro fundamento, cuyo arquitecto y constructor es Dios. Qué alegría pensar que Dios, la Mente divina es el arquitecto y constructor de nuestra vida, y también de nuestra comunidad.
Yo siento que en mi ciudad se ha producido como un despertar y una toma de conciencia, y se está tratando de unir a los diferentes grupos étnicos, para que haya más comprensión, más respeto. Éste es un ejemplo de una de las reconstrucciones que se están produciendo en Los Ángeles y en nuestro Estado en general. Por supuesto que seguimos batallando con cierta resistencia a toda reforma. Pero lo importante es perseverar y saber que llega un momento en que el pensamiento cede a las verdades espirituales y es reformado.
El pensamiento mortal siempre culpa a Dios de las desgracias que suceden. Pero Dios es Amor, la divinidad que abarca todo en armonía eterna, y nunca podría causar problemas a Sus hijos ni hacerles mal. Dios nunca se aleja de nosotros y nos da espiritualmente expresión, vida, aliento a cada instante. Es importante destacar que la naturaleza verdadera de la creación, de todo hombre, mujer y niño, es espiritual. No somos mortales pecadores sin esperanza, destinados a sufrir desgracias horrendas, sino que tenemos esa esencia espiritual que nada puede destruir, y por eso podemos expresar esa naturaleza espiritual, esas cualidades espirituales, que alinean nuestro pensamiento con el poder divino y nos protegen de las calamidades.
 
    
