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Temor a fantasmas y síntomas de rubéola desaparecen

Del número de marzo de 1999 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando Era Niña, le tenía mucho temor a los demonios y a los fantasmas, que a menudo eran presentados como si fueran reales y capaces de trastornar la vida de la gente. "¿Quién tiene poder en este mundo?", le pregunté a mi maestro de la Escuela Dominical; él tiernamente me dijo: "Dios; sólo Él tiene poder". ¿Podrían los demonios y los fantasmas tener algún poder?, le seguí preguntando. Él contestó que si ya entendía que sólo Dios tiene poder, ¿por qué creer en el poder de los demonios y los fantasmas? ¿Por qué temerle a algo que no tiene ningún poder? Esta respuesta me satisfizo, y aunque entonces yo no lo entendía del todo, vi claramente que no existen los demonios ni los fantasmas; y así pasé el resto de mi infancia libre de esos temores. No es necesario temer a algo que no es nada. Ciencia y Salud dice: "En resumen, debe decirse a los niños que no crean en fantasmas, porque no existen tales cosas" (pág. 352).

Cuando yo era más grande, y mi familia se había mudado a Pematang Siantar, donde trabajaba mi padre, enfermé gravemente de rubéola. Yo tenía mucho miedo, y la medicina no tenía ningún efecto. Finalmente mi padre me preguntó si quería pedir tratamiento a un practicista de la Christian Science, y como yo ya no sabía qué hacer, le dije que sí.

Cuando el practicista me habló por teléfono, la paz inundó mi corazón; fue una hermosa sensación que no había experimentado anteriormente. El practicista me dijo que no tuviera miedo, y que cualquiera fuera la situación, yo no estaba sola, porque Dios era Todo-en-todo, y me cuidaba con Su infinito amor.

Estas palabras no sólo se grabaron en mi corazón, sino que también abrieron mi pensamiento al amor de Dios. En menos de una semana sané sin que la rubéola dejara rastro. A partir de esa curación decidí que la Christian Science sería el apoyo y la brújula de mi vida, y la religión que seguiría diligentemente.

Pocos años después regresamos a vivir a Yakarta. Allí asistí a la Escuela Dominical de la Christian Science, y seguí fielmente su instrucción espiritual. En la época en que entraba a la adolescencia, yo estaba ansiosa por aprender más sobre la Verdad divina.

Pero antes, en la pubertad, había experimentado lo mismo que muchos chicos; me rebelé contra mis padres, hacía lo que quería, me ofendía fácilmente, etc., etc. De repente estallaba en ira contra las reglas, que parecían demasiado restrictivas para mi libertad. El oponerme al consejo de mis padres parecía ser la norma; y junto con la terquedad, surgía el temor de que estaba quedando mal con ellos.

La Escuela Dominical fue muy importante al ayudarme a enfrentar estos problemas. Yo estaba estudiando algo hermoso: "La obediencia a la Verdad le da al hombre poder y fuerza. La sumisión al error resulta en pérdida de poder" (Ibid., pág. 183). La comprensión de esta verdad me ayudó a vencer el comportamiento negativo que causa tanta inquietud en esa etapa de la vida.

Durante la adolescencia yo disfrutaba mucho del arte de la defensa personal, y tenía mi propio grupo. Una vez fuimos desafiados por unos muchachos de otra escuela, porque un miembro de ese grupo había sido derrotado en una ocasión por uno del nuestro. Parecía que no había forma de evitar la pelea. En este punto álgido, recordé las palabras de las Escrituras que dicen: "Guárdate, no te vuelvas a la iniquidad" (Job 36:21). "No, yo no voy a actuar con iniquidad", me lo prometí en el corazón y en el pensamiento. En el momento que tomé esta decisión, la situación se tranquilizó, y ninguna persona me desafió. El grupo que había hecho el reto finalmente se alejó sin que hubiera pelea. Estoy feliz de que en ese momento fui obediente a la Verdad, lo que me dio poder y fortaleza para expresar amor. Me sentí victoriosa y bendecida.

Cuando me casé con un hombre cuya religión y origen étnico eran diferentes a los míos, eché por tierra las esperanzas de mi madre, quien siempre me había guiado amorosamente a la Christian Science. Ella pensó que no había posibilidad de que yo asistiera a la iglesia, especialmente si mi esposo me lo impedía o me lo prohibía. Las palabras nunca podrían haber sido suficientes para convencerla de que continuaría en la Christian Science y que permanecería leal a mi iglesia. Por eso decidí guardar silencio y orar. Esto ha traído como resultado que, sin tratar de convencer verbalmente a mi madre, tanto ella como mi padre han sido testigos de que he construido mi casa y mi conciencia sobre una roca.

Hasta la fecha, he permanecido leal siendo maestra de la Escuela Dominical, y actualmente soy la Segunda Lectora en el servicio en indonesio. Siempre estudio la Lección-Sermón con dedicación. Mi hijo también siempre ha asistido a mi iglesia, a petición de mi esposo.


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