Cuando Era Niña, le tenía mucho temor a los demonios y a los fantasmas, que a menudo eran presentados como si fueran reales y capaces de trastornar la vida de la gente. "¿Quién tiene poder en este mundo?", le pregunté a mi maestro de la Escuela Dominical; él tiernamente me dijo: "Dios; sólo Él tiene poder". ¿Podrían los demonios y los fantasmas tener algún poder?, le seguí preguntando. Él contestó que si ya entendía que sólo Dios tiene poder, ¿por qué creer en el poder de los demonios y los fantasmas? ¿Por qué temerle a algo que no tiene ningún poder? Esta respuesta me satisfizo, y aunque entonces yo no lo entendía del todo, vi claramente que no existen los demonios ni los fantasmas; y así pasé el resto de mi infancia libre de esos temores. No es necesario temer a algo que no es nada. Ciencia y Salud dice: "En resumen, debe decirse a los niños que no crean en fantasmas, porque no existen tales cosas" (pág. 352).
Cuando yo era más grande, y mi familia se había mudado a Pematang Siantar, donde trabajaba mi padre, enfermé gravemente de rubéola. Yo tenía mucho miedo, y la medicina no tenía ningún efecto. Finalmente mi padre me preguntó si quería pedir tratamiento a un practicista de la Christian Science, y como yo ya no sabía qué hacer, le dije que sí.
Cuando el practicista me habló por teléfono, la paz inundó mi corazón; fue una hermosa sensación que no había experimentado anteriormente. El practicista me dijo que no tuviera miedo, y que cualquiera fuera la situación, yo no estaba sola, porque Dios era Todo-en-todo, y me cuidaba con Su infinito amor.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!