En Cierto Sentido, la práctica de la Christian Science es como la práctica del arte. El Científico Cristiano plasma en su vida lo que percibe sobre la realidad espiritual, sobre Dios y Su armoniosa creación. Nuestro Maestro Cristo Jesús es el ejemplo de esto. Su percepción de la realidad espiritual sanó a aquellos que estaban listos para recibir la Verdad divina y dispuestos a escuchar la Palabra. Vale la pena recordar que Jesús vivió y fue una manifestación de esta visión de la realidad espiritual. No existía para él otro enfoque posible.
Cuando fue tentado a dejarlo todo por “los reinos de la Tierra”, su respuesta fue: “Vete, Satanás”. Véase Mateo 4:1—11. La visión de la realidad que demostró Jesús puede también ser demostrada hoy. Pero para hacerlo, debemos seguir su ejemplo en nuestra vida y proteger nuestro pensamiento, admitiendo solamente aquello que nos pone en línea con la realidad espiritual que él sacó a luz.
El Apóstol Juan debe de haber mantenido esa clase de vigilancia para obtener la nueva visión sobre la perfección de la realidad descrita en el Apocalipsis. En él escribe: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más”. Apocalipsis 21:1. Con respecto a la experiencia de Juan, Ciencia y Salud comenta: “El autor del Apocalipsis estaba en nuestro plano de existencia, y sin embargo contemplaba lo que el ojo no puede ver — lo que es invisible para el pensamiento no inspirado. Ese testimonio de las Sagradas Escrituras sostiene el hecho en la Ciencia, que los cielos y la tierra, para cierta consciencia humana, esa consciencia que Dios imparte, son espirituales, mientras que para otra, la mente humana no iluminada, la visión es material”. Y agrega: “...el concepto corporal de San Juan respecto a los cielos y a la tierra se había desvanecido, y en lugar de ese concepto falso estaba el concepto espiritual, el estado subjetivo por el cual pudo ver el cielo nuevo y la tierra nueva, que entrañan la idea espiritual y la consciencia de la realidad”.Ciencia y Salud, pág. 573.
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