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Dios nos ayudó cuando no teníamos ni un peso

Del número de junio de 1999 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En Cierto Sentido, la práctica de la Christian Science es como la práctica del arte. El Científico Cristiano plasma en su vida lo que percibe sobre la realidad espiritual, sobre Dios y Su armoniosa creación. Nuestro Maestro Cristo Jesús es el ejemplo de esto. Su percepción de la realidad espiritual sanó a aquellos que estaban listos para recibir la Verdad divina y dispuestos a escuchar la Palabra. Vale la pena recordar que Jesús vivió y fue una manifestación de esta visión de la realidad espiritual. No existía para él otro enfoque posible.

Cuando fue tentado a dejarlo todo por “los reinos de la Tierra”, su respuesta fue: “Vete, Satanás”. Véase Mateo 4:1—11. La visión de la realidad que demostró Jesús puede también ser demostrada hoy. Pero para hacerlo, debemos seguir su ejemplo en nuestra vida y proteger nuestro pensamiento, admitiendo solamente aquello que nos pone en línea con la realidad espiritual que él sacó a luz.

El Apóstol Juan debe de haber mantenido esa clase de vigilancia para obtener la nueva visión sobre la perfección de la realidad descrita en el Apocalipsis. En él escribe: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más”. Apocalipsis 21:1. Con respecto a la experiencia de Juan, Ciencia y Salud comenta: “El autor del Apocalipsis estaba en nuestro plano de existencia, y sin embargo contemplaba lo que el ojo no puede ver — lo que es invisible para el pensamiento no inspirado. Ese testimonio de las Sagradas Escrituras sostiene el hecho en la Ciencia, que los cielos y la tierra, para cierta consciencia humana, esa consciencia que Dios imparte, son espirituales, mientras que para otra, la mente humana no iluminada, la visión es material”. Y agrega: “...el concepto corporal de San Juan respecto a los cielos y a la tierra se había desvanecido, y en lugar de ese concepto falso estaba el concepto espiritual, el estado subjetivo por el cual pudo ver el cielo nuevo y la tierra nueva, que entrañan la idea espiritual y la consciencia de la realidad”.Ciencia y Salud, pág. 573.

Tal vez sintamos que nuestra vida necesita curación y una nueva perspectiva. Podemos preguntarnos: “¿Qué ve Dios en esta situación?” La respuesta seguramente será: “...la idea espiritual y la consciencia de la realidad”. En cada caso, lo que realmente se nos pide es que comprendamos el gobierno absoluto que Dios tiene sobre el hombre y el universo, y que cedamos a ese gobierno. La curación no consiste en cambiar algo que es real. Es poner el pensamiento humano en conformidad con la idea divina. Y ésta no necesita cambiar: es eternamente perfecta, y siempre se está revelando a la consciencia humana.

La forma de progresar es ceder a la abundancia de ideas que recibimos de Dios. Entonces cambia naturalmente nuestra percepción de lo que realmente está aconteciendo. Quizás se presenten desafíos, en forma de problemas físicos, emocionales o económicos. Pero se presentan para ser sanados, nunca para ser temidos o respetados. A menudo, el despertar a la Verdad nos exige el esfuerzo de aclarar nuestra visión.

Hace algunos años, mi esposa y yo estábamos por mudarnos a una casa nueva. Nos quedaban dieciséis dólares en el banco cuando en mi empleo me informaron que iban a prescindir de mis servicios. En dos semanas se vencía la primera cuota del préstamo hipotecario que habíamos obtenido. Leí cuidadosamente los avisos de trabajo en el diario y me puse en contacto con la agencia local de empleos, pero sin éxito.

En ese momento me di cuenta de que debía orar con devoción. Me pregunté: “¿Qué sabe Dios acerca de esta situación?” Pude ver que el Amor estaba cuidando de nuestra familia y que, como la imagen de Dios, yo nunca podía ser inútil. Mi trabajo era servirle a Él, escuchar Su dirección y obedecer con alegría. Pasé los siguientes días escuchando, afirmando Su bondad, expresando gratitud por cada cosa buena, por pequeña que fuera. Procuré ver a cada miembro de la familia como Dios lo conocía, alguien que recibe cuidado, y es amado y protegido.

Justo cuando nos habíamos quedado sin comida, mi cuñada trajo una canasta con alimentos que duraron unos cuantos días. Creo que ella no sabía cuánto los necesitábamos. Después de esto, una amiga llamó para preguntarnos si deseábamos quedarnos con el contenido del congelador que tenía en su garaje, porque iba a vaciarlo. Nuestras necesidades eran diariamente satisfechas.

Comprender que Dios gobierna y ceder a ese gobierno conduce a la solución de nuestros problemas.

Poco después, mi hermano me llamó y me dijo que en media hora tenía una entrevista de empleo en una empresa que necesitaba dos empleados. Me preguntó si quería acompañarlo. Me preparé para ir con él, sin saber de qué clase de trabajo se trataba. En mi oración, me había regocijado por el hecho de que estaba sujeto al poder de Dios. Sabía que la ley del Amor estaba en operación. Aquella tarde conseguí un nuevo empleo, por el que iba a recibir más del doble de lo que había estado ganando pocas semanas antes. Mi hermano también consiguió el trabajo.

Cuando aclaramos nuestra visión y nos vemos a nosotros, a los demás y al universo, a la luz de la Verdad, estamos en unidad con la Mente divina, que lo creó y lo mantiene todo en armonía. Esto no es un ejercicio académico o intelectual. Es elevar con amor el pensamiento para reconocer nuestro ser perfecto, conferido por Dios. Somos realmente la expresión del conocimiento de la Mente, del amor del Amor. No necesitamos luchar contra la evidencia de los así llamados sentidos materiales, sino que debemos comprender que dicha evidencia es engañosa, irreal. Si luchamos contra la discordia como si ésta fuera real, le atribuimos sustancia y frustramos nuestros esfuerzos por percibir la armonía ya presente. Ciencia y Salud proclama: “La Mente insondable está expresada. La profundidad, anchura, altura, poder, majestad y gloria del Amor infinito llenan todo el espacio. ¡Eso es suficiente!” Ibid., pág. 520.

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