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Sanemos al corazón solitario

Del número de junio de 1999 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En Los Minutos Finales de la película “Tender Mercies” (Tiernas misericordias), hay una escena sin diálogo que, por su mensaje es inolvidable. Dos personas, un hombre y un muchacho, se pasan mutuamente un balón en medio del campo. Durante la película, se ve que el hombre había sido una estrella de la música “country” que cayó en desgracia, perdió al único hijo de su matrimonio anterior, y luego alcanzó una relativa estabilidad en su nuevo matrimonio. El muchacho, que es su hijastro, nunca conoció a su padre, muerto en Vietnam. Conforme la cámara sigue la pelota que va y viene, los espectadores se van dando cuenta de que este joven ahora tiene un padre, el padre sin hijo ahora tiene un hijo, y la madre viuda encuentra pareja. Las “maravillosas misericordias” de Dios, como las llama el salmista, han sido nuevamente derramadas.

Aunque no todas las películas encierran un salmo, el mensaje puede que ya esté en cada corazón. Si pudiéramos ver con suficiente claridad, podríamos discernir en todos los corazones las misericordias de Dios en acción. Podríamos apreciar esa cualidad del Todopoderoso que tiernamente nos auxilia, guiándonos a donde nos sentimos apreciados y completos. Dios ya incluyó en Su plan divino, el amor que tiene preparado para cada uno de nosotros. Realmente, estamos aquí como los representantes del Amor divino; estamos aquí para derramar amor a los demás y para recibirlo. Y es justamente esto lo que hace que los seres se unan.

La película se desarrolla a orillas de un camino secundario de Texas que parece un sitio poco promisorio. Lo mismo se diría de un campo de maíz en las colinas de Judá. No obstante, según la Biblia, sirvió para que Rut y Booz se encontraran. Quizá estos dos lugares poco promisorios, nos den la pauta de que el lugar físico no es tan importante. Hay mucha gente que busca su alma gemela, pero la mayoría de las veces la busca no sólo en el lugar equivocado, sino por la razón equivocada. Con lo cual podemos deducir que lo importante no es el lugar físico, sino lo que guía al corazón.

Refiriéndose a los ángeles, Mary Baker Eddy escribe: “Esos seres de vuelo ascendente nunca conducen hacia el egoísmo, el pecado o la materialidad, sino que guían hacia el Principio divino de todo bien, donde se reúne todo verdadera individualidad, imagen o semejanza de Dios”.Ciencia y Salud, pág. 299. Yo solía leer esto para saber más sobre los ángeles; ahora lo leo para aprender cuál es el verdadero lugar de reunión, de dónde nos hacen salir los ángeles, y hacia dónde nos dirigen.

Los pensamientos angelicales nos ayudan a corregir el concepto que tenemos de nosotros mismos. Por ejemplo, si alguien ha aceptado que los demás lo desprecian, los posibles pretendientes no lo o la verán como alguien que está disponible. Es necesario alejar esa imagen imperfecta que tenemos de nosotros mismos y eliminarla. ¿Cómo? Siguiendo la guía angelical que nos lleva a realizar acciones de amor puro y desinteresado. Por más que la sociedad lo acepte, el comportamiento pecaminoso no es el camino para la intimidad duradera. Los ángeles que nos alejan del egoísmo, también nos alejan del pecado. Identifícate con el Amor; sepárate del concepto limitado que tienes de ti mismo. Abre el pensamiento para recibir a los demás, tal como el Amor divino te recibe a ti.

Como los brazos de un padre rodean a un grupo de pequeños en su abrazo, estrechándolos hacia él y a ellos entre sí, los brazos de nuestro Padre celestial nos acercan los unos a los otros al atraernos hacia Él. Así, Su presencia se convierte en el lugar de reunión, exactamente el lugar que necesitan los que se sienten solos. El lugar de reunión no es un lugar físico; está en la esfera de la conciencia, la conciencia del bien divino, “donde se reúne toda verdadera individualidad, imagen o semejanza de Dios”.

Los pensamientos angelicales de Dios, Sus tiernas misericordias, desvían la atención del yo personal, y nos revelan un mejor concepto de lo que somos, y así nos sentimos acompañados.

Pero, ¿insistimos en saber a dónde nos llevan esos pensamientos angelicales antes de tomar la decisión de seguirlos? Supongamos que alguien que se siente solo, busca literatura apropiada para animarse y sentirse inspirado. En su búsqueda encuentra buenos artículos e ideas, pero también en ese mensaje inspirador algo le insinúa que uno puede orar, sentirse interiormente completo, y aun así estar... solo. Pero, si sentimos aversión a la idea de estar solos, tal vez hayamos aceptado algún pensamiento obstinado que diga que “debo casarme antes de fin de año”. El liberarnos de esa obstinación nos abre el camino para expresar más del Amor divino, y así encontramos el lugar que nos corresponde por ser el objeto del Amor.

Si recurrimos a Dios le decimos: “Esto es lo que quiero. Así que, Dios, ayúdame a obtenerlo”, podríamos estar bloqueando Su propia solución. Cuánto mejor sería seguir lo que el Maestro dijo: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”. Lucas 22:42. La oración sin establecer de antemano la solución, es ceder. Es una oración en la que no ponemos condiciones para hacer lo que se nos pide; es una oración sin exigencias de lo que debemos obtener. Conforme abandonamos la voluntad propia, nos volvemos receptivos a la presencia y a la voluntad de Dios.

¿Pensamos que perdimos los últimos buenos candidatos, y que probablemente no lleguen más? ¿Pensamos que ya no habrá otros ángeles? Las tiernas misericordias de Dios no tienen fin, ni hay límite para Sus pensamientos angelicales. El Amor divino tiene una legión de mensajes sanadores que nos alejan del egoísmo, y nos guían a la fuente de todo el bien, a la conciencia del Amor mismo.

En la historia de Rut vemos que ella no tenía literatura ni el ejemplo de Cristo Jesús que la inspirara, porque vivió en la época del Antiguo Testamento. Y la Biblia en este relato ni siquiera menciona a los ángeles, ni a las misericordias de Dios; pero de seguro, ellos la estaban guiando.

Antes de encontrarse con Booz, Rut lo había dejado todo. Había dejado su pueblo, y acompañado a su suegra viuda y sin hijos, a otra tierra. Los mensajes angelicales que Rut siguió eran altruistas y puros, y no es de extrañar que ella cosechara una bendición, tal como la que ella había derramado sobre los demás.

Cada vez que dejamos de lado los planes mortales — cuando nos alejamos del pecado, del egoísmo y del materialismo — encontramos innumerables oportunidades para amar, para dar, para reunirnos con alegría y ser bendecidos. Seguimos siendo la imagen del Amor divino y el objeto del Amor. Estos hechos espirituales se manifiestan concretamente en la vida diaria. El corazón que alguna vez estuvo solitario, ya no lo está más, ahora se siente completo y sano.

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