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No necesitas estar solo

Del número de junio de 1999 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Para Mejorar nuestras relaciones con los demás, no es necesario saber cómo un mortal se relaciona mejor con otro mortal, sino abandonar los limitados conceptos que tenemos de nosotros, de nuestros vecinos y de nuestra situación, y descubrir nuestro verdadero ser inmortal, que es la imagen y semejanza de Dios.

El primer capítulo del Génesis en la Biblia, me ha ayudado a ver con claridad la relación indestructible que existe entre Dios y el hombre. Un versículo clave dice: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. Génesis 1:26. Por años consideré los términos “imagen” y “semejanza” como si fueran un solo concepto, pero cada uno tiene una connotación diferente. El ser la imagen de algo es representar vívidamente al original. La imagen de Dios, se refiere a lo que refleja exactamente a Dios. Este término muestra que el hombre, es decir, cada uno de nosotros en nuestra verdadera identidad espiritual, tiene la plena posesión de las cualidades y atributos espirituales de Dios. Por ejemplo, como la imagen de Dios, cada uno de nosotros incluye la fuerza, vitalidad, inteligencia, armonía y belleza de la Vida y el Amor divinos.

La frase “semejanza de Dios” indica lo que el hombre expresa. Semejanza es aquello que tiene correspondencia, en naturaleza, al original. Como la semejanza espiritual de Dios, el hombre es la expresión constante de Dios. Por ser el reflejo perfecto del Amor, el hijo querido del Amor, nosotros somos amados, dignos de recibir amor y capaces de amar.

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