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Sanó de un problema en el brazo

Del número de junio de 1999 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una Tarde, hace aproximadamente un año, tomé un curso de escritura para prepararme para enseñar a escribir a mis nuevos alumnos de primer grado, cuando comenzaran las clases en el otoño. Fue entonces que noté que mi brazo derecho estaba bastante tieso, y que un hueso del hombro estaba fuera de lugar. En varias ocasiones sentí mucho dolor en el brazo, y no podía usarlo normalmente. A pesar de mis oraciones, cuando empezaron las clases sólo podía levantar el brazo parcialmente. Por lo tanto, pedí a un practicista de la Christian Science tratamiento por medio de la oración.

El himno N° 148 del Himnario de la Ciencia Cristiana me consoló y calmó mi temor, dado que yo pensaba que sufría las consecuencias de haber levantado mucho peso en forma incorrecta o que podía tener algo realmente serio. El primer verso dice

“No teme cambios mi alma
si mora en santo Amor;
segura es tal confianza,
no hay cambios para Dios.
Si ruge la tormenta
o sufre el corazón,
mi pecho no se arredra,
pues cerca está el Señor”.

Un sinónimo de Dios es Amor... “el perfecto amor echa fuera el temor”, según la Biblia (véase 1 Juan 4:18).

Un pasaje de Ciencia y Salud que me ayudó en este caso fue el siguiente: “La Mente es la fuente de todo movimiento, y no hay inercia que demore o detenga su acción perpetua y armoniosa” (pág. 283).

Mente, al igual que Amor, es otro sinónimo de Dios. Me di cuenta de que tenía que cambiar mi manera de pensar, dejar de creer que era material y comprender mi origen espiritual. No debía atemorizarme ante la posibilidad de no poder usar el brazo.

Gradualmente pude levantar el brazo más arriba — alrededor del cuello de mi esposo — y también peinarlo en la nuca.

En la escuela, pude hacer todo lo que debía, llevar cosas y recoger todo lo que se me caía. El dolor desapareció rápidamente. Pude enseñar a los niños a escribir sin problema, de pie frente a ellos, y pude dibujar las letras con un gran giro en el aire y escribir en el pizarrón, con el brazo levantado. Pude decirle al practicista que mis pensamientos habían cambiado radicalmente. Ya no tenía miedo y me sentía mucho mejor. Le agradecí por la ayuda que me había brindado por medio de su oración. Así continué durante ese semestre. Y luego, en determinado momento, me olvidé completamente del asunto.

Sin embargo, estando de vacaciones durante el verano, llamé al practicista porque el brazo había comenzado a dolerme nuevamente. Él me recordó que debía reclamar mi total libertad de movimiento, no aceptar nada menos, y completar el buen trabajo de curación que hasta allí habíamos hecho. En espera sólo del bien, volví a casa y pude batir crema y prenderme los botones de atrás de mi vestido, completamente sana.

Para celebrar la curación me fui a nadar. Sentía una alegría indescriptible. Por muchas razones me había sido imposible hacerlo antes. De esa manera, recuperé todo el movimiento del cuerpo, tal como antes mencioné. “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). Pude demostrar libertad de acción y de movimiento, y le escribí al practicista: “Ahora puedo estirar totalmente mi brazo y moverlo como el otro. ¡Antes no podía moverlo completamente y ahora puedo!”

¡Qué gran liberación experimenté! Me siento muy agradecida a la Christian Science y a sus practicistas.


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