Hace Treinta Años me encontraba embarazada y muy enferma. Ya tenía cuatro niños, pero no podía cuidarlos. Estaba postrada en cama, sin poder moverme mucho y con dolores por todo el cuerpo. El diagnóstico del médico era de polineuritis, ñada de una anemia aguda. Me dijo que debido a mi estado físico era aconsejable un aborto, como lo permitía la ley en esos casos. Rehusé seguir su consejo porque tenía mucha esperanza de que Dios me ayudaría.
Yo ya conocía el libro Ciencia y Salud, y lo leía bastante seguido, a pesar de que no iba a los servicios de ninguna Iglesia de Cristo, Científico. El libro me lo había dado una de mis hermanas, porque un hermano había resuelto un problema de negocios al leerlo y pedir tratamiento de un practicista de la Christian Science. Recuerdo que cuando mi hermana me habló por teléfono acerca del libro, yo parecía escuchar una voz que me decía: “Esto es lo que estaba buscando todo este tiempo”.
El médico se dio cuenta de que había ciertos días que yo tenía buena disposición y me sentía mejor, y me preguntó si estaba acostumbrada a leer algún libro especial. Le mostré Ciencia y Salud. Él le echó un vistazo y me instó a que continuara leyéndolo.
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