Cuando Estaba en la escuela secundaria, no veía el momento de recibir el número nuevo de mi revista de modas favorita. Parecía que la belleza estaba perfectamente encerrada en sus páginas.
Pero, ¿cómo podía hacer para estar a la altura de las agraciadas modelos que adornaban sus fotografías? Hice varios tipos de dietas, pero la pizza de los sábados por la noche arruinaba mis esfuerzos de la semana. Volvía a cero, donde los números de la balanza me hipnotizaban como si estuviera en una montaña rusa fuera de control.
En medio de todo esto, también asistía a una Escuela Dominical de la Christian Science. Aquí toda la belleza y el glamour que se me había fijado durante la semana, eran metódicamente puestos a un lado, dando paso a una definición totalmente diferente de belleza.
¿Me creerías si te dijera que quien me dio mi primera lección espiritual sobre la belleza fue una mujer corpulenta y bondadosa de mediana edad? Esta respetada maestra de la Escuela Dominical tenía una actitud totalmente nueva para mí. Era humilde y discreta, ella no sólo hablaba sobre las ideas espirituales, sino que también las vivía. Radiaba amor puro para todos los chicos de la clase. Había una convicción y una paz en su corazón, que fortalecían nuestro amor por las cosas del Espíritu.
Un domingo, cuando nuestra clase estaba en medio de una animada discusión, de pronto me di cuenta de lo hermosa que era esta mujer. La gracia y donaire espiritual que nuestra maestra expresaba en ese momento, superaba de tal manera el sentido físico de belleza, que me dejó una impresión indeleble. Esa mañana en la Escuela Dominical, comprendí el pasaje bíblico “Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad”. Salmo 29:2.
Transcurrieron varios años para que el mensaje de la Escuela Dominical se afianzara totalmente en mi pensamiento. Pero entonces, “la hermosura de la santidad” se transformó en una meta para mí, que superó todas las demás. En lugar de recurrir a las revistas de alta costura para encontrar la imagen que quería emular, otro pasaje de la Biblia me dio la norma y me ayudó a descubrir la verdadera belleza: “En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza”. Salmo 17:15.
Puede que pienses que es imposible ser la semejanza de Dios. Si es así, te tengo una novedad. No sólo es posible, sino que es una exigencia divina. Es lo que tú ya eres. Cristo Jesús dijo: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. Mateo 5:48. ¿Acaso quiso decir una medida perfecta de ropa sobre un físico perfecto? De ningún modo. Perfecto como Dios. Dios no es físico. Como para asegurarse de que no termináramos idolatrando algo totalmente diferente a Dios, como la forma de un cuerpo, Jesús enseñó: “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?... Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Mateo 6:31, 33.
El libro Ciencia y Salud sugiere que también debemos dejar de mirar las cosas materiales. Recomienda: “Debemos formar modelos perfectos en el pensamiento y mirarlos continuamente, o nunca los esculpiremos en vidas grandes y nobles”.Ciencia y Salud, pág. 248. Sólo existe un modelo perfecto: Dios. ¿Qué es Dios? La Biblia sugiere que Dios es Espíritu, Alma, Mente, Amor. Y dice que Dios nos creó a Su semejanza. De modo que tú y yo somos en realidad la semejanza del Espíritu y el Amor, de la Mente y el Alma.
Es maravilloso descubrir tu propia belleza espiritual, exquisita, sin mácula, ahora mismo, como la imagen y semejanza del Amor divino. Nada en el mundo de la moda, de los cosméticos y las dietas, que cambia a pasos agigantados, puede hacerte más hermosa que como Dios te ha creado. Son las cosas encantadoras y simples de Su creación las que hacen que seas hermosa, tal como la bondad, la honestidad, la alegría, el amor, la pureza, la creatividad, la paciencia, tu capacidad de ser considerada con los demás, vigorosa e inteligente. Todas éstas y muchas más ideas espirituales de Dios son tuyas. Te hacen supremamente atractiva.
Somos bellos a los ojos de los demás en la medida de la generosidad que expresamos
Esto es, entonces, lo que tienes que hacer para encontrar tu verdadera belleza. Mira muchas veces a tu modelo perfecto, Dios. Piensa en tu mejor amigo, Dios, y en Su naturaleza. Y lo que es más importante, como dijo Jesús, sé tú misma la semejanza de Dios.
