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Se descompuso y fue protegida

Del número de junio de 1999 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Ya Hace Un Tiempo que asisto a una academia que se encuentra ubicada en el centro de Lima. No es una zona muy tranquila que digamos, hay bastante congestionamiento.

Ese día en particular, asistí como cualquier día normal. Tomé la primera clase y después, empecé a sentir mareos; me empezó a doler la cabeza, y cosas que nunca había sentido antes, como que se me descompuso todo el cuerpo. Mis compañeros me vieron que no estaba bien y llamaron a los profesores y me llevaron a una sala aparte. Me quisieron dar medicamentos porque no se me veía bien. Se los agradecí, pero les dije que no aceptaba ningún tipo de medicina, porque nunca antes había tomado medicina. Salieron para traerme un poco de agua, alguna bebida, y me dejaron sola por un momento. Entonces en el instante en que me quedé sola, de pronto me levanté y agarré mis cosas y salí. Pero pensaba que estaba con alguien, que alguien me acompañaba y me decía ivamos! Pero no podía pensar claramente.

Entonces salí de la academia y fui en dirección al carro [autobús], expuesta a que me robaran, porque también tenía miedo. Tomé el carro indicado, no sé bien cómo, y me senté y me quedé así descansando. No me acuerdo más hasta el momento en que me desperté y bajé, en el sitio exacto para retornar a mi casa.

En un principio había podido orar y pensar y afirmar que Dios siempre está presente y Él nos ayuda y cuida mucho de Sus hijos y de toda Su creación, pero sólo fue un instante, nada más, en el que pude pensar así.

Llegué a mi casa y me abrió la puerta mi nona. Ella vio que no estaba bien, y me dijo: “Cecili, ¿qué haces acá?” Se asombró porque llegué muy temprano, no llegué a la hora acostumbrada. Le dije que no me sentía bien y me vine. ¿Con quién has venido?, fue lo que me preguntó. Le dije que alguien me había acompañado porque yo estaba segura de que no había estado sola. De ahí ya no me acuerdo más. Sé que me quedé sentada en el mueble y mi nona empezó a hacer un trabajo de oración y me quedé dormida. Me desperté dos o tres horas más tarde y todo el malestar me había pasado, había mejorado bastante. Fui a comer porque tenía mucha hambre.

Los síntomas nunca se volvieron a repetir. La curación fue completa.


Me quedé muy impresionada de verla llegar a esa hora, porque ella acostumbra llegar a las tres de la tarde, y eso ocurrió entre once y doce del mediodía. Cuando le abrí la puerta la verdad es que tenía el rostro bastante pálido, la mirada extraviada y yo me fijé si había alguien con ella, porque el estado en que ella estaba no era como para caminar, ni dos pasos sola. Entonces le recibí las cosas y la hice sentar en un mueble para preguntarle alguna cosa, pero ella parecía que no estaba muy consciente de lo que ocurría, miraba todo como queriendo reconocer dónde estaba. Entonces la llevé a su dormitorio, ella prácticamente no sabía dónde se encontraba. Yo en ese momento supe que tenía que apoyarme en Dios y me puse a orar de inmediato.

En la Christian Science he aprendido a orar calladamente y a afirmar esa presencia, la omnipresencia del bien, y saber que la creación de Dios, Sus hijos, siempre están eternamente unidos a Él, y que son uno Dios y Su creación. Entonces yo afirmaba que Dios es el bien y que mi nieta por ser Su hija también estaba expresando el bien, por lo cual no podía dar crédito a lo que mis ojos estaban viendo.

Cuando se despertó estaba con mucho apetito. Bajó a la sala y entonces me preguntó: “Nona, ¿con quién vine?” Le dije que yo también me estaba haciendo esa misma pregunta porque hubiera sido peligroso para ella andar sola por la calle. Ella me respondió: “No, todo el tiempo estuve acompañada con alguien”. Pero, “¿con quién hija?” Entonces ella me dijo que no sabía. A lo que le respondí: “Yo sí sé quién fue: Tu Padre, Dios”.


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