Cuando Estaba en tercer año de secundaria, era un requisito practicar un deporte durante el otoño. Yo elegí hockey sobre césped. Realmente me gustaba mucho, y practiqué mucho para estar en el equipo.
Nos fue muy bien en la temporada y éramos unos de los primeros equipos de la liga. Una vez, tuvimos que enfrentarnos con un equipo que venía jugando invicto, y nos sentíamos muy entusiasmadas con el partido. Según nuestros planes, no íbamos a perder por una gran diferencia, y yo me hice a esa idea.
No fue fácil. Cuando terminamos el primer tiempo, el otro equipo nos llevaba mucha más ventaja de lo que teníamos pensado. Salí para jugar el segundo tiempo cansada y casi derrotada. No obstante, todavía tenía toda la intención de no dejar que la pelota entrara en nuestro arco. De repente en una jugada, la pelota entró en nuestro medio campo. Una chica del equipo contrario estaba a mi lado. Las dos llegamos a la pelota al mismo tiempo. Lo único que yo pensaba era ¡¡¡PAREN ESA PELOTA!!! Ella levantó el bastón y avanzó, y no le pegó a la pelota, sino que me dio de lleno en la nariz.
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