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La verdadera comunicación

Del número de julio de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La comunicación es parte vital de nuestra vida diaria. Existen muchas formas de comunicarse: telegramas, teléfonos, conversación, medios de comunicación masivos, Internet, etc. Pero lo que realmente importa son los resultados de esa comunicación. Después de una comunicación, a veces nos quedamos con temor, en otras ocasiones nos embarga una inefable alegría; en otras llegamos a un acuerdo, en otras no; algunas conversaciones arreglan cosas, y en otras no se llega a nada. Idealmente, por supuesto, queremos que nuestra comunicación sea clara, sincera y positiva.

Probablemente ya todos hayamos aprendido que no siempre podemos confiar en la comunicación persona a persona. El sentido personal y el egoísmo a veces se atraviesan en el camino. No obstante, Mary Baker Eddy, escribe en Ciencia y Salud que “La intercomunicación proviene siempre de Dios y va a Su idea, el hombre”.Ciencia y Salud, pág. 284. La Biblia en el primer capítulo de Génesis dice que Dios creó al hombre a Su propia imagen y semejanza. De manera que por ser el reflejo de Dios, usted y yo nunca podemos estar separados de Él. La verdadera comunicación consiste en reconocer esta unión y escuchar a Dios en todo lo que hacemos, y así expresar Sus cualidades en nuestro hablar y actuar.

Recuerdo algo que ocurrió hace tiempo y que ilustra este tipo de comunicación. Un día, un detective de la policía iba en el tren, y vio a dos hombres que llevaban un bulto enorme. Pensó que en el bulto sólo había ropa amontonada. Siguió a estos dos hombres, quienes se quedaron en el tren hasta llegar a la última estación. Al bajarse, el detective los obligó a ir a una callecita lateral y les ordenó que abrieran el bulto, porque sospechaba que llevaban objetos robados. Cuando les preguntó cómo la habían obtenido, sus respuestas muy pronto revelaron que estaban mintiendo.

Entre los objetos que llevaban había un traje de hombre con un nombre muy poco común. Entonces el detective se acordó de haber visto una casa con ese nombre. Desde allí, se comunicó con el oficial de policía que estaba a cargo del distrito. El policía acudió de prisa a aquella casa y descubrió que habían entrado ladrones. Habían quitado las persianas y saqueado la casa. Los dos hombres fueron arrestados de inmediato.

Nuestra habilidad para comunicarnos con Dios es directa. No necesitamos de intermediarios.

El policía esperó a que regresara la familia a la casa y les contó lo ocurrido. Les dijo que habían entrado ladrones pero que la policía ya había recuperado los objetos robados y que los ladrones estaban detenidos. Además le pidió a la familia que fuera a identificar los objetos.

Una practicista de la Christian Science que había invitado a la familia a almorzar, estaba con ellos. Esa mañana, cuando salía de la casa, ella había sentido la necesidad de orar. Insistió en su pensamiento que el día sería seguro y armonioso porque Dios tenía el control. Después comentó que estaba muy agradecida por haber recibido ese mensaje de Dios. La practicista llevó a la familia a la estación de policía, donde identificaron todos los objetos, que luego se llevaron a la casa. Al principio faltaba un traje de hombre, pero resultó que uno de los ladrones lo tenía puesto; y también algunos objetos menores que los niños querían mucho, estaban en los bolsillos de uno de los ladrones.

Esta experiencia, que ocurrió hace muchos años, permanece vivida en mi memoria, porque es un claro ejemplo de la comunicación perfecta que Dios mantiene con Sus hijos para enseñarnos, resolviendo cada cosa perfectamente, a cada paso del camino. La aguda percepción del detective, y su habilidad para recordar ese nombre tan poco común, es una muestra de que reflejaba la naturaleza de Dios “que todo lo sabe, que todo lo ve, que es todo acción, todo sabiduría”. Génesis 1:27. También ésta se manifestó cuando se comunicó de inmediato con la policía local, seguido del eficiente trabajo del grupo policial. Y también estuvo la acción de la practicista que respondió al mensaje de Dios para que orara. Nada se había perdido, que es equivalente a decir que nada malo había ocurrido.

Cuando comprendemos que estamos unidos por siempre a Dios, nos damos cuenta de que todo debe proceder en perfecta armonía, y tener buenos resultados. Podemos escuchar el mensaje de Dios, y asegurarnos de que obedecemos su comunicación clara e inconfundible en todo lo que decimos y hacemos.

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