Era un hermoso día de verano y un pastor que estaba en las montañas, cuidando sus ovejas, de pronto ve una flor muy extraña. Al tomarla para examinarla, ve en la ladera de la montaña una puerta que nunca antes había notado, y que estaba abierta. El pastor entra con cierto temor por ella, y después de atravesar un corredor, entra a un salón muy grande lleno de tesoros y riquezas que brillan ante sus ojos. Entonces ve un enanito viejo con larga barba, sentado en una silla. El enanito lo saluda con afecto y le dice: “Toma lo que quieras, pero no te olvides de lo más importante”. El pastor coloca la flor en una mesa, y comienza a llenarse los bolsillos y el sombrero con monedas de oro y piedras preciosas. El enanito de vez en cuando le recuerda que no debe olvidarse de lo más importante. Cuando ya no tiene lugar donde guardar más cosas y se dispone a salir, el enanito le vuelve a recordar que no debe olvidarse de lo más importante. Pero el pastor no le hace caso y sale afuera. Y en ese instante la puerta desaparece y todas las riquezas y tesoros que tenía en su ropa se transforman en ramas y hojas secas. Se había olvidado de lo más importante. Porque la flor que había dejado sobre la mesa era una flor muy especial y si él se la hubiera guardado habría tenido la llave para entrar al salón de las riquezas todas las veces que hubiera querido y las riquezas no habrían desaparecido. Pero así son las riquezas materiales. Nos ciegan y no nos permiten pensar correctamente ni ver lo que es valioso de veras.
Una practicista de la Christian Science me recomendó que leyera este cuento “La flor clave” de Bayard Taylor, que aparece en We Knew Mary Baker Eddy, pág. 188. en une época en que mi hermano y yo necesitábamos resolver una situación. Teníamos una casa entre los dos, pero en un momento dado, su situación personal repentinamente cambió, y necesitaba su parte, o sea que había que vender la casa para darle el dinero que le correspondía. Yo quería hacer todo lo posible para quedarme con la casa e hipotecarla y así pagarle a mi hermano su parte. Le pedí ayuda a esta practicista y ella me ayudó muchísimo con sus oraciones para resolver la situación.
Cuando leí el cuento sentí que esa flor es la Christian Science; la llave que nos abre la puerta a la comprensión espiritual que es la mayor riqueza que se pueda ambicionar. Hoy comprendo que nuestro desarrollo espiritual y esta nueva educación que adquirimos en la Christian Science, es esa riqueza. Pues es el único y verdadero bien al que podemos aspirar. Adquirimos riquezas espirituales cuando reconocemos las cualidades de Dios que se expresan en nosotros y en los demás, y eso nos ayuda a comprender mejor nuestra relación con Él.
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