Un día, cuando fui a buscar a mi hija al jardín de infantes, me encontré con una madre en estado de pánico. Se acababa de enterar de que uno de los niños de la escuela tenía fiebre escarlatina. El temor y la sensación de impotencia que manifestaban ella y otros padres, me tomó mente de sorpresa, y muy pronto yo también comencé a tener miedo.
Al orar a Dios en busca de paz y guía, me vino al pensamiento un versículo de la Biblia: “No tengas temor de sus rostros”. Jeremías 1:8, según la versión King James. En ese momento, lo parafraseé pensando: "No tengas temor de sus nombres".
En toda la Biblia encontramos el mensaje de que la presencia y el poder de Dios son una ayuda infalible en momentos de dificultades. Comencé a ver que esta situación me estaba tentando a creer que alguna circunstancia en particular, alguna enfermedad con un nombre temido, podía estar fuera del alcance de la omnipresencia y omnipotencia de Dios. Yo sabía muy bien que esto era imposible.
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