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Padre e hija liberados del HIV

Del número de julio de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Antes De Conocer la Christian Science, tenía muchos problemas, financieros, de relación, etc. Pero el problema más grande que tenía era el HIV [virus que produce el SIDA]. Mi esposa había muerto de esta enfermedad hacía unos meses, y ya nos habían dicho que mi hija y yo moriríamos muy pronto.

Me seguí esforzando por interpretar la Biblia espiritualmente como la única manera de resolver los problemas que tenía. A menudo pasaba mi tiempo libre sintonizando muchas estaciones de radio. Un día sintonicé por primera vez El Heraldo de la Christian Science que se transmite por onda corta. Después de escuchar este programa, escribí de inmediato pidiendo que me enviaran Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras. La primera transmisión de radio que escuché me trajo mucho consuelo, porque aprendí que la enfermedad no es real, y no viene de Dios. Algunas personas en mi país piensan que el SIDA es la manera que tiene Dios de castigar a los pecadores. Yo siempre me había preguntado: ¿Cómo puede Dios, el Amor, castigar a Su hijo inocente?

Cuando comencé a leer Ciencia y Salud por primera vez, sentí el deseo de leerlo todo. Paso a paso, comencé a progresar. Aprendí que pertenezco a Dios, por más que el mundo crea en la fuerza del mal. Comencé a orar, viendo que mi hija y yo éramos puros y sanos, y comprendiendo que estábamos formados por las cualidades que Dios da, como amor, inteligencia, belleza, armonía, honestidad, alegría, fortaleza y libertad. Seguí viendo que vivimos en Dios, el Espíritu, expresando estas cualidades, no vivimos en la materia. No somos mortales, sino los hijos de Dios.

Le pedí a una practicista de la Christian Science que nos diera tratamiento. Me recordó que Dios hizo al hombre moral y bueno, y nunca permitiría que a Sus hijos les faltara algo o fueran deficientes en algo, especialmente nuestro sistema inmunológico. Nos aseguró que no hay ley de incurabilidad. Y declaró que nada malo podía amenazar mi salud o la salud de mi hija. Al recurrir a Dios en oración, aprendí que los pensamientos de Dios nos dicen cómo vivir con valor y liberarnos del temor de todo tipo.

Cuando regresamos a ver al médico para que nos dijera en qué estado estaba la enfermedad, diagnosticó que ni mi hija ni yo teníamos HIV. El médico estaba tan sorprendido, que nos hicieron la prueba tres veces. No sólo el SIDA sino otras enfermedades como malaria, un absceso, una herida profunda y otras fueron sanadas mediante la oración. Dios, la Verdad, nos liberó de la enfermedad.

Estoy muy agradecido por la practicista y por La Iglesia Madre que me dio el precioso libro Ciencia y Salud. Estoy profundamente agradecido al Dios omnipresente y del todo amoroso, que me condujo hacia el agua de Vida cuando me permitió escuchar por primera vez El Heraldo de la Christian Science en 1996. Gracias a otras personas que también nos ayudan en nuestro crecimiento espiritual.


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