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El valor perenne de las Escrituras

Del número de julio de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El Hecho de que la Biblia a través de los siglos haya traído consuelo, paz y esperanza a la humanidad, comprueba el valor que tiene como monumento histórico y literario inigualable.

Muchas personas la leen, cualquiera sea su denominación religiosa. Muchas iglesias la adoptan como base de sus doctrinas, y muchos estudiosos profundizan sus conocimientos de ella y los publican en forma de diccionarios o comentarios bíblicos que resultan muy útiles.

Mary Baker Eddy dice que la Biblia es como una “carta de navegar para esta vida”.Ciencia y Salud, pág. 24.

Podemos leer la Biblia por años, estudiarla con regularidad, o aumentar nuestro conocimiento de ella, consultando libros y referencias bíblicas. Con todo, a veces nos sorprendemos con el sentido que tiene un versículo ya conocido, que salta ante nuestros ojos iluminado por una luz especial. Allí sentimos la inspiración divina, que guía nuestro pensamiento, dándonos mayor entendimiento, respondiendo a nuestra necesidad de comprender mejor el universo que Dios creó con Su palabra, y del cual somos parte integral.

Esto fue lo que me ocurrió a mí hace algún tiempo. Al estudiar la Lección Bíblica Semanal, como aparece en el Cuaderno Trimestral de la Christian Science, encontré el pasaje tan conocido en el que Jesús sana al hombre de la mano seca. Marcos 3:1–6. Me llamó la atención la orden que le dio Jesús al hombre: “Ponte en medio”.

Jesús estaba en la sinagoga rodeado por el pueblo, entre el cual se encontraban sus enemigos, los fariseos, que buscaban un motivo para acusarlo, para traicionarlo, culpándolo de faltar a la ley mosaica, según la cual estaba prohibido trabajar el sábado, día sagrado de los judíos. El hecho de que Jesús sanara en aquel día, era una falta de respeto a la ley.

El evangelista dice que los fariseos “le acechaban para ver si en el día de reposo le sanaría, a fin de poder acusarle”. Entonces Jesús dijo al hombre: “Levántate, y ponte en medio”.

Ni el miedo ni la duda impidieron que aquel hombre obedeciera al Maestro. Y el texto continúa con el relato de que Jesús hizo una pregunta a los fariseos que quedó sin respuesta: “...¿Es lícito en los días de reposo hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla?” Entonces le dijo al hombre que estaba esperando tranquilo en medio de ellos: “Extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano le fue restaurada sana”.

Continué reflexionando tranquilamente sobre este relato, y me vinieron las siguientes preguntas: ¿Por qué tuvo que ponerse en medio? ¿Qué significaba eso? ¿Acaso es preciso que nos movamos de un lugar a otro para ser sanados?

¡Claro que no! Y me llegó la respuesta: el medio es el punto de equilibrio, la tranquila aceptación de la realidad espiritual en la cual no hay imperfección. Aquel hombre no dudó en obedecer la orden del Maestro, la expresión del Amor divino, que no está delimitada por un lugar o circunstancia. El Cristo, que habla a la conciencia humana, hizo que se manifestara la ley divina que restaura y trae armonía.

El medio es el punto de equilibrio; la tranquila aceptación de la realidad espiritual en la cual no hay imperfección.

Esa acción del Cristo es lo que nos permite tener el sincero deseo de responder al llamado divino y estar en condiciones de ayudar al prójimo, bendiciéndolo con nuestras oraciones y nuestro apoyo constante; de obedecer la orden de amar.

Cuando comprendí mejor el pasaje citado, comencé a recordar las curaciones que había tenido con mi estudio de la Biblia y de Ciencia y Salud. Algunas tardaron más, otras fueron instantáneas, pero todas se produjeron en el momento en que encontré el equilibrio y la calma en mi pensamiento. Entonces percibí que algo que me había perturbado por mucho tiempo y que, como consecuencia, perjudicaba mis actividades normales, había desaparecido por completo. Era un malestar que provocaba un desequilibrio, que se conoce como laberintitis.

Estoy segura de que la comprensión de ese texto bíblico fue lo que me sanó de ese mal que nunca más me molestó.

Siento enorme gratitud por el entendimiento que he adquirido con el estudio de la Biblia, con la ayuda del libro de texto de la Christian Science, que Dios puso en nuestras manos gracias al trabajo arduo y dedicado de Mary Baker Eddy.

En la página 505 de Ciencia y Salud la Sra. Eddy dice: “La comprensión es la línea de demarcación entre lo real y lo irreal”.Ciencia y Salud, pág. 505.

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