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Vidas definidas por las Escrituras

Del número de julio de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Me Encanta Abrir la Biblia y encontrar relatos de gente valiente y de ánimo espiritual, como Moisés, Daniel, Pedro y Pablo, entre otros. Sobre todo me encanta leer los Evangelios con los relatos de la vida y las enseñanzas de Cristo Jesús, y cómo triunfó sobre la enfermedad, el pecado y la muerte. Las historias de esta gente son obras maestras de esperanza, fe y amor.

Un día, estaba en una librería, y me puse a buscar en la sección sobre espiritualidad todos los nuevos títulos sobre ángeles, oración, curación espiritual y cristianismo. Entonces vi una nueva edición en cuero de la Biblia. Sonreí, pues aquí entre todos esos títulos nuevos, estaba un libro amado por siglos, que ha traído consuelo y curación en todas las épocas.

La abrí al azar en el libro de Rut. Recordé que esa historia era parte de la Lección Bíblica que habían leído en mi filial de la Iglesia de Cristo, Científico, la semana que falleció mi mamá. Su tierna lección me había traído mucho consuelo. Me aseguraba que por más difícil que parezca una situación, Dios está manifestando el bien al hombre continuamente. La abrí al azar otra vez. En esta oportunidad el libro se abrió en la historia del casamiento de Isaac y Rebeca. Recordé que había estudiado esa historia antes de conocer a mi esposa, y que la habían leído durante nuestra boda. Una vez más, volví las páginas y la abrí en el Sermón del Monte, con la lista de bendiciones conocidas como Bienaventuranzas, que nos dejó Cristo Jesús. Sonreí de nuevo. Las había aprendido de niño cuando estaba en la Escuela Dominical de la Christian Science, y ahora me esforzaba por vivir de acuerdo con ellas.

Después comencé a ver otros versículos que habían significado mucho para mí a lo largo de los años, y comprendí que mi vida está definida en gran parte por las lecciones que enseña la Biblia. Siempre había pensado que ésta trataba de Moisés, Daniel y Jesús, pero entonces me di cuenta de que las Escrituras tratan de usted y de mí, y de todo aquél dispuesto a vivir conforme a su guía espiritual y sentir su gracia sanadora.

Más que un libro, la Biblia es un estudio de la Palabra y la ley de Dios, que proclama la verdad de nuestro ser. Mary Baker Eddy escribe: “La Biblia es la obra maestra para el erudito, el diccionario para el ignorante, y la guía para el sabio”.Escritos Misceláneos, pág. 363. Es la revelación que hace Dios de Su poder, presencia y naturaleza, y responde a las preguntas de la relación que tiene el hombre con Dios, quién es el hombre, y cuál es su propósito. El primer capítulo de la Biblia comienza: “En el Principio creó Dios los cielos y la tierra... creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó... Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera”. Génesis 1:1, 27, 31.

La Biblia ilustra lo que ocurre en la experiencia humana cuando esta verdad es comprendida, y cuando no lo es. Cuando se comprende la naturaleza de Dios y del hombre como Su creación espiritual, perfecta y libre de pecado, hay curación, protección, abundancia y dominio. Por el contrario, cuando no se comprende en cierto grado la naturaleza de Dios y del hombre, el resultado de ese error de creencia se ve manifestado en destrucción, pecado, debilidad, enfermedad y muerte.

El modelo de nuestra búsqueda de la verdad está revelado en la Biblia. Cuando aprendemos sus reglas y obtenemos percepción espiritual, encontramos las respuestas que llevan a la curación.

En 1866, cuando la Sra. Eddy se lesionó en una caída y estaba aparentemente cerca de la muerte, ella pidió su Biblia. La abrió en el Nuevo Testamento, y leyó el relato de las curaciones de Jesús. La inspiración que le dio esa lectura abrió su pensamiento y ella tuvo una nueva visión de la naturaleza de Dios. Entonces sanó. Después pasó tres años leyendo, estudiando y orando con la Biblia, para poder comprender y contarle a otros acerca de la Ciencia divina de la curación que ella había tenido. Tuvo la revelación de que Dios sana en todo momento. Ella dice: “Los milagros relatados en la Biblia, que antes me habían parecido sobrenaturales, vinieron a ser divinamente naturales y comprensibles; aunque intérpretes no inspirados declaran en su ignorancia que las curaciones de Cristo son milagrosas, en lugar de ver en ellas el funcionamiento de la ley divina”.Retrospección e Introspección, pág. 26.

Es necesario recurrir a la Biblia con un corazón abierto, dispuestos a aprender las lecciones que nos enseñan los patriarcas los profetas, el Maestro y los apóstoles.

Ninguno de nosotros puede comprender la vida sin estudiar a fondo la Biblia. Desde el Génesis al Apocalipsis, descubrimos que Dios es Espíritu, y el hombre es espiritual. Descubrimos que la enfermedad, los desastres, el engaño, y todas las condiciones adversas, se superan cuando nos adherimos a la Verdad. Encontramos seguridad en lugar de peligro, provisión en lugar de escasez, curación en lugar de enfermedad, y un sentido espiritual de la vida que triunfa sobre las condiciones que atentan contra la vida.

Tenemos que recurrir a la Biblia con un corazón abierto, dispuestos a aprender las lecciones que nos enseñan los patriarcas, los profetas, el Maestro y los apóstoles. Ésta es una búsqueda gozosa, porque las bendiciones que recibimos de ese estudio honesto llenan nuestros días de dominio y curación espiritual.

Una experiencia que tuve ilustra esto. Un día mi hija y yo salimos a caminar por el bosque, y me tropecé al querer saltar las raíces de un árbol, lastimándome seriamente el tobillo. La apariencia física daba miedo y el dolor era intenso. Durante el día, la lesión empeoró. Yo estaba orando, pero mis oraciones estaban mezcladas con temor y dudas.

Abrí la Biblia donde cuenta que Tomás dudaba de la resurrección de Jesús. Pero esa duda cambió de inmediato cuando se le apareció Jesús y le permitió examinar sus heridas. Jesús entonces le dijo: “Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron”. Juan 20:29. Comprendí que debía superar el temor y la duda que estaban impidiendo que sintiera la omnipresencia del Cristo sanador que Jesús expresó. Tenía que aceptar que el poder sanador de Dios estaba conmigo en ese momento. Debía comprender la naturaleza perfecta y espiritual del hombre que estaba presente, para que se produjera la curación física.

Este pasaje de Ciencia y Salud, el libro que la Sra. Eddy escribió tras su largo estudio de la Biblia, me ayudó a entender mejor ese relato: “Cuando la ilusión de enfermedad o de pecado os tiente, aferraos firmemente a Dios y Su idea. No permitáis que nada sino Su semejanza more en vuestro pensamiento. No consintáis que ni el temor ni la duda oscurezcan vuestro claro sentido y serena confianza, que el reconocimiento de la vida armoniosa —como lo es la Vida eternamente— puede destruir cualquier concepto doloroso o creencia acerca de lo que la Vida no es. Dejad que la Ciencia Cristiana, en vez del sentido corporal, apoye vuestra comprensión del ser, y esa comprensión sustituirá al error con la Verdad, reemplazará a la mortalidad con la inmortalidad y acallará a la discordancia con la armonía”.Ciencia y Salud, pág. 495.

Ahora podía una vez más aceptar que Dios es la fuente de mi vida y que la Vida divina mantiene al hombre en paz y en gracia, y sin dolor. Sentí Su amorosa presencia. Mis temores y dudas desaparecieron. Me había apartado del cuerpo hacia el amor que Dios tiene por el hombre, siguiendo esta guía de la Biblia: “Confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor”. 1 Corintios 5:8. Se estaba produciendo la curación. El dolor disminuyó de inmediato. Esa noche pude ir a la iglesia sin sentir dolor ni tener inflamación alguna. La decoloración desapareció dos días después.

Es hora de que investiguemos la Biblia desde una nueva perspectiva, de que recurramos a Dios y aprendamos de las valerosas experiencias de aquellos que confiaron en Él en el pasado. El autor de Segunda Epístola a Timoteo escribe lo siguiente: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”. 2 Timoteo 3:16,17. De este modo comprendemos que nuestras vidas están hermosamente definidas por las Escrituras.

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