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Mary Baker Eddy

Sus años de adolescente

Del número de julio de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En la década de 1830 las escuelas en muchas áreas de los Estados Unidos eran muy diferentes de lo que son hoy en día. Por lo general sólo constaban de un salón grande donde niños de todas las edades recibían instrucción. Era difícil conseguir libros, entonces se esperaba que los estudiantes aprendieran memorizando y repitiendo en voz alta lo que les enseñaban. Esto ocurría también en New Hampshire, donde creció Mary Baker Eddy.

Cuando era jovencita la salud de Mary no era buena, y no podía ir con frecuencia a la escuela. A menudo estudiaba en su casa, donde su hermano favorito, Albert, le enseñaba. Ella estudiaba muy duro para que él estuviera orgulloso de ella. Durante el verano, él hasta le enseñaba un poco de hebreo, griego y latín.

Mary se esforzaba mucho por conocer a Dios. Desde que era pequeña había escuchado a su padre hablar de algo llamado “predestinación”. Según esta enseñanza Dios ya había decidido lo que la gente haría en la vida, ya fuera para que disfrutaran de la vida eterna en el cielo, o pasaran la eternidad sufriendo en el infierno o sin felicidad alguna. Como Mary no estaba de acuerdo con esta idea, discutía mucho con su papá por ello. Y su mamá y sus hermanas siempre se ponían del lado de Mary. A veces el padre se impacientaba mucho con Mary cuando discutían. Pero la quería mucho. En una ocasión, Mary se preocupó tanto por la enseñanza de la predestinación, que se enfermó y tuvo una fiebre muy alta. Su mamá le dijo que se apoyara en el amor de Dios y buscara Su guía. Mary oró, y se sintió contenta otra vez. Entonces sanó, y se dio cuenta de que la predestinación no podía hacerle daño a ella ni a nadie más.

Cuando Mary era adolescente, falleció su abuela. Entonces el padre decidió comprar unas tierras cercanas a un pueblo llamado Sanbornton Bridge, y la familia se mudó. Muy pronto Mary y sus hermanas descubrieron que este pueblo tenía una vida social muy activa. Comenzaron a hacer nuevos amigos, y sus vidas cambiaron por completo.

Cuando tenía 17 años, Mary se hizo miembro de la Iglesia Congregacionalista de Sanbornton Bridge. Pero primero, le dijo a los miembros de la iglesia que no estaba de acuerdo con la doctrina de la predestinación. Ella no creía que había gente que iba a tener que sufrir por siempre en el infierno. Aunque Mary se mantenía firme en lo que ella creía que era correcto, el ministro terminó por aceptarla como nuevo miembro.

Un día, cuando Mary Baker estaba en la escuela, ocurrió algo que la gente recordó por mucho tiempo. Un hombre demente se escapó de un asilo donde lo tenían internado, y entró al jardín de la escuela. Tenía un palo grandote y estaba asustando a los con niños con él. Todos corrieron adentro del edificio de la escuela. Pero Mary caminó hacia el hombre, y él levantó el palo por encima de la cabeza de ella. La gente que estaba observando desde adentro de la escuela, pensó que la iba a golpear con el palo. Pero Mary lo tomó de la mano que él tenía libre, y le habló. Lo guió hacia el portón, y el hombre muy tranquilo salió. El domingo siguiente, este mismo hombre, entró a la iglesia donde Mary y su familia estaban. Mientras cantaban un himno, él se quedó parado junto a ella. Y después permitió sin resistirse que lo sacaran fuera.

Cuando Mary tenía cerca de veinte años, ocurrieron cosas importantes en su familia. Su hermano Albert aprobó el último examen necesario para ejercer como abogado. Y su hermana Abigail se casó con Alexander Hamilton Tilton, un hombre rico que era propietario de varias tejedurías en Sanbornton Bridge, el pueblo que posteriormente cambió el nombre a Tilton en honor de su familia.

Más adelante, Albert fue elegido para ocupar un puesto en la Legislatura del Estado de New Hampshire. Mucha gente quería que se presentara como candidato para el Congreso de los Estados Unidos. Pero, antes de la elección, murió de una enfermedad de los riñones. Mary estaba desconsolada. Pero no permitió que la tristeza la desalentara. Siguió adelante con su vida, especialmente, escribiendo. Tal vez recordaba lo que ella siempre había creído de niña: que algún día escribiría un libro.

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