Tengo dieciséis años, y hace mucho que me interesa ser modelo, la moda y el arte escénico. Mi fascinación con la moda comenzó cuando tenía once años, después de participar en un concurso de belleza. Me encantó estar enfrente del público y actuar. Entonces decidí que éste es el camino que quiero seguir.
Semanas después de participar en el concurso, una escuela de modelos y de arte escénico en Chicago me llamó para hacer una audición. Me aceptaron y muy pronto comencé a aprender a caminar en la pasarela, a actuar, maquillarme y peinarme. A medida que iba aprendiendo esto mi pasión fue en aumento.
Cuando tenía trece años, fui con un grupo de la escuela a Nueva York para competir en la Asociación Internacional de Modelos y Talento. Fue increíble. Me sentí con mucha confianza, más experiencia y muy entusiasmada con las perspectivas.
Poco después, me afilié a otras dos agencias y comencé a ver el lado menos glamoroso de esta actividad. Fue muy difícil. Me enviaron a pocas audiciones y no eran lo que yo esperaba. Eran cortas y había muchísima competencia. No obstante, cada vez que tenía una audición me sentía optimista.
Después de mucho esperar a que me llamaran para decirme si me habían aceptado o no, mi confianza comenzó a disminuir. Las llamadas nunca llegaban y me resultaba cada vez más difícil ir a las audiciones con optimismo. No sabía si podía continuar haciendo algo que estaba destruyendo mi confianza.
Fue entonces cuando comprendí lo más importante, que Dios siempre había estado guiando mi carrera. Decidí ir a las audiciones pensando que si Dios quería que me saliera ese trabajo, me contratarían. Si no Dios me guiaría a encontrar algo mejor.
Comencé a sentirme más tranquila y menos ansiosa. Hacía lo mejor que podía, sin preocuparme del resultado.
Y hace poco, ¡recibí mi primera llamada! Me contrataron para filmar un comercial de jeans para la compañía Sears.
