tiene dieciséis años y nació en Eritrea, en la costa este de África. De 1998 a 1999, Eritrea estuvo en guerra con Etiopía por una disputa de fronteras. Durante ese tiempo, Luam tuvo que abandonar su hogar, su familia y amigos a cambio de una nueva vida en los EE. UU. El Heraldo le hizo la siguiente entrevista.
¿Cómo vivías en Eritrea?
La vida allí era mucho más sencilla. No es que no me guste donde estoy ahora, sino que es muy duro vivir separado de los padres. Solía hablar con mis padres si tenía algún problema, pero yo no sabía mucho de Dios. Ningún integrante de mi familia profesaba una religión, no obstante creíamos en un solo Dios y nos guiábamos por los Diez Mandamientos. Realmente me puse a pensar en quién era Dios cuando comencé a asistir a una Escuela Dominical de la Christian Science en los Estados Unidos.
¿Por qué viniste a los EE.UU.?
Debido a la guerra entre Eritrea y Etiopía. Yo vivía con mi madrastra y mi padre en Etiopía. Cuando comenzó la guerra, mis padres fueron encarcelados porque combatían a favor de Eritrea. Yo me quedé con mi madrastra, entonces el gobierno etíope nos deportó a Eritrea, a mi madrastra, a mis dos medio hermanos y a mí. Mi hermano tenía 4 años y mi hermana solamente 2. En Eritrea fuimos a la casa de los padres de mi madrastra. Ella no tenía esposo que la mantuviera y tampoco tenía trabajo. Después de un año ya no podía cuidar de los tres chicos juntos y entonces me dijo que sería mejor que me fuera a vivir con mi tía en los EE.UU. Cuando partí, ella me dijo que no volviera nunca más. Yo tenía trece años. Desde entonces he vivido aquí en Boston y ni siquiera sé si mis padres están vivos.
¿Conocías a tu tía?
La había visto un par de veces cuando nos visitó en Eritrea. Sólo sabía que vivía en EE.UU. con su esposo e hijos.
¿Cómo te sentiste al ir a la escuela?
No me ubicaba en mi escuela ni con los otros niños de Eritrea que viven aquí. Sólo sentía que los demás jóvenes eran mejores que yo, porque habían vivido en este país toda su vida. Cuando no me decían "Hola", pensaba que me ignoraban porque yo no era norteamericana.
¿Cuándo comenzaste a sentirte mejor?
Las cosas que aprendí en la Escuela Dominical me ayudaron mucho. La maestra me dijo que todos somos hijos perfectos de Dios. Después me di cuenta de que los otros jóvenes no se creían mejores que yo. Sólo se mostraban como eran. Era yo quien debía cruzar la línea y dejar de ser tímida. No tuve que hacer mucho esfuerzo para adaptarme, ya que estas ideas me dieron resultado. Y hasta la comunicación con mis primos mejoró. Yo no sabía hablar inglés y ellos no podían hablar mi idioma, tigrinya. Pensé que si trataba de hablar inglés, se iban a reír de mí. Ellos pensaban que si intentaban hablar tigrinya, yo me iba a reír de ellos. Así que no nos hablábamos, sólo nos decíamos: "hola" o "hasta luego".
¿Por qué continuaste asistiendo a la Escuela Dominical?
Porque me daba confianza en mí misma. Al principio pensé que no podría aprender nada en la escuela. Inglés e historia me resultaban muy difíciles. Tenía que leer libros, redactar ensayos y todas esas cosas. No me podía concentrar en lo que estaba haciendo.
Un día, Lanny, mi maestra de la Escuela Dominical, me dio para que leyera la historia de una niña que era muy buena en inglés. Cuando tuvo que hacer una redacción acerca de un tema que desconocía totalmente, oró y así obtuvo buenas ideas.
Solía ponerme muy nerviosa cuando tenía un examen y me olvidaba de todo lo que había estudiado. Así que comencé a pensar que con la ayuda de Dios podía lograr cualquier cosa. Pensaba en esto cuando llegaba el momento de dar los exámenes parciales o finales. Realmente funcionó. Fue entonces cuando me di cuenta de que existía un Dios que es real, que está en todos lados, siempre pronto para ayudarme.
Asimismo aprendí a tratar bien a los demás, en lugar de esperar que sólo los demás fueran atentos conmigo. Debes tratar a las otras personas como quieres que te traten a ti. Si eres bueno con ellos, serán buenos contigo.
¿Qué calificaciones tenías en la escuela?
Inicialmente tenía muy malas calificaciones. La maestra de la Escuela Dominical y los demás integrantes me ayudaron mucho a comprender que Dios está en todas partes y que podía pedirle ayuda. A partir de ese momento mis calificaciones comenzaron a subir rápidamente. Subí de una D a una B en un santiamén.
Todavía sigo teniendo buenas calificaciones. Comencé a hacer las cosas bien en vez de perder el tiempo. Mis maestros empezaron a creer en mí y a apoyarme en lo que estaba haciendo. Si les pedía que me ayudaran después de clase, se quedaban y lo hacían. Como resultado, me incluyeron en la lista de honor. También me otorgaron una mención por asistencia perfecta.
¿Qué es lo más importante que aprendiste en la Escuela Dominical?
Que Dios es mi papá y mi mamá. Pese a que no lo puedo ver, Dios siempre está a mi lado cuando lo necesito. Si me quedo hasta tarde en la biblioteca y oscurece, a veces me da miedo. Entonces recuerdo que Dios está conmigo y que no tengo por qué preocuparme de nada y así se me va el miedo.
¿Oras por tus padres?
Sí, oro para que estén a salvo. Oro para que algún día pueda reencontrarme con ellos. A veces me resulta difícil pensar que aún están vivos. Pero pienso que Dios está aquí para ayudarme y que también está ayudando a todo el mundo. Dios está ayudando a mis padres.
¿Qué le dirías a otro joven que tiene los problemas que tú enfrentaste?
Le diría que tiene que tener confianza en sí mismo y trabajar más duro. No importa cuál sea el problema, hay una luz que brilla sin cesar. Cuando la ves, los problemas son apenas pequeñas molestias que la luz puede eliminar.
