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Relaciones

Yo y la chica más popular de la escuela

Del número de noviembre de 2001 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace dos años me hice amigo de la chica más popular de la escuela. Era la primera vez que tenía una amistad tan firme con alguien. Vanessa y yo hablábamos muchísimo, nos teníamos mucha confianza y nos contábamos todos los secretos. Nos gustaba la misma música, y seguíamos al mismo equipo de fútbol. Con el tiempo fuimos íntimos amigos. Era la primera vez que alguien me confiaba sus cosas.

Algunos amigos de la escuela comenzaron a decir que ella me usaba para darle celos a otro muchacho. Cuando le dije esto a ella, se enojó mucho y discutimos. Al poco tiempo comenzaron las vacaciones. Esto me preocupó, porque pensé que al comenzar otra vez la escuela ella me iba a ignorar. Cuando se lo comenté a mi maestra de la Escuela Dominical, me dijo que no tenía que tener miedo porque Dios me quería mucho. El amor de Dios nunca cambia, y el amor verdadero que recibimos de Él tampoco.

Cuando comenzaron las clases otra vez, Vanessa me trató de la misma forma que antes. Pero a las dos semanas, empezaron de nuevo los chismes, y aun peor que antes. Cuando hablamos sobre esto empezamos a pelear mucho.

Hablé otra vez con la maestra de la Escuela Dominical, y ella me hizo ver que yo tenía la costumbre, cuando no sabía qué decir a la gente, de hacer chistes que los hacía sentir incómodos. Me pidió que recordara siempre lo que Dios le dijo a Moisés en la Biblia: "Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar". Éxodo 4:12. Cada vez que iba a hablar con Vanessa, pensaba en esto y nuestros conversaciones se volvieron más calmadas y mucho más agradables.

Mis amigos seguían insistiendo en que yo era un tonto al seguir siendo su amigo. Entonces comprendí que me había enojado con ellos por orgullo. Me daba vergüenza que pensaran que ella me estaba usando. También me di cuenta de que la amistad con Vanessa era más importante para mí que lo que ellos pensaban. A las pocas semanas, nadie volvió a hablarme de ella.

No obstante, cuando la veía hablar con otros amigos sentía celos. Un día, en la Escuela Dominical, aprendí que "el amor no tiene envidia". 1 Corintios 13:4. Allí me di cuenta de que Vanessa no era algo de mi propiedad.

Al día siguiente estuve pensando en eso en la escuela, y comprendí que era mejor verla conversar con otra gente, que verla triste. Y dejé de sentir celos.

El último día de clase, Vanessa me pidió que no dejara de llamarla y enviarle correos electrónicos. Ella prometió responder, y pasamos las vacaciones llamándonos y enviándonos e-mails.

Todo lo que aprendí y puse en práctica dio resultado, porque seguimos siendo buenos amigos.

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