En el verano de 1998, trabajé de guía en un programa de dos semanas para entrenar futuros consejeros en un campamento en Pennsylvania, Estados Unidos. Era necesario desarrollar muchas habilidades como es el rappel (descenso a soga doble en alpinismo), caminata por senderos agrestes, trepar por sogas, y andar en canoa sobre rápidos. Yo estaba a cargo de doce adolescentes.
En una de nuestras salidas, tuvimos que hacer una caminata de 61 km en tres días. El sendero a seguir era muy empinado, lleno de subidas y bajadas por varias montañas.
El tercer día del viaje, alcanzamos la cima de la última montaña. Sólo restaba bajar hasta un parque estatal donde habíamos arreglado encontrarnos con la camioneta que nos llevaría de regreso al campamento. La bajada es tan empinada que el parque se llama "El Fin del Mundo", porque realmente se siente como que uno va a bajar hasta el fin del mundo.
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