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Para niños

¡Tenía miedo de ir a la escuela!

Del número de julio de 2002 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hay cosas nuevas que al principio pueden darnos un poco de miedo. Para mí, fue cuando empecé una nueva escuela. Yo estaba preocupada porque había estado de vacaciones en Estados Unidos, y todos los otros alumnos habían empezado las clases el primer día. Todos los chicos ya se conocían, excepto yo.

Me sentía nerviosa también porque no había estado practicando los deberes de la escuela durante aquellas largas vacaciones de verano. Eso sí, había leído muchos libros nuevos. Pero no sabía qué habían hecho los otros chicos para prepararse. Y la nueva escuela parecía muy estricta.

Le pregunté a mi mamá qué podía hacer.

— ¿Por qué no llamas a Mama (mi abuelita)? — me dijo —.

— Claro, respondí. Cuando mi Abue contestó le conté cómo me sentía.

Me dijo que como Dios está siempre conmigo, no tengo que tener miedo. Hablamos de que Dios está en todas partes. Dios me ama mucho, y no va a permitir que tenga miedo.

A mí me encanta leer historias de la Biblia, entonces busqué la historia de Daniel en el foso de los leones. Allí dice que cuando Daniel fue arrojado donde había un montón de leones hambrientos, él no tuvo miedo, porque oraba a Dios todos los días. Daniel sabía que Dios lo estaba cuidando. Entonces Dios mandó un ángel para que les cerrara la boca a los leones, y no le hicieron ningún daño. Y Daniel salió del foso de los leones sano y salvo.

Yo quería sentir el poder de Dios como Daniel lo había sentido. Yo quería ser valiente como Daniel. Sabía que Dios me estaba cuidando y protegiendo de todo mal, como cuidó a Daniel.

También recordé la oración que he dicho casi todas las noches desde que era pequeña. Está en un cuadrito al lado de mi cama.

“Padre-Madre Dios,
en Tu amor,
guárdame al dormir,
guía mis pies al ir
de Ti en pos”. Mary Baker Eddy, Escritos Misceláneos, pág. 400.

Esa noche me dormí con eso en el pensamiento.

Al día siguiente empecé las clases. Me sentía tímida, pero contenta. Hice un montón de amigos y me encantó recorrer la escuela. Era mucho más grande que la última a la que había asistido. Pero yo sabía que Dios estaba conmigo. No me sentí con miedo ni sola para nada.

Ahora sé que puedo orar a Dios siempre que lo necesite. Nunca estoy fuera de Su cuidado. Saber esto hace que disfrute cada nuevo día.


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