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Página Editorial

Aprenda a leer con calma

Del número de julio de 2002 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


ES SÁBADO por la mañana, y una vez más se cierra herméticamente a mis espaldas la gruesa puerta metálica de la cabina a prueba de ruidos. Me acomodo en la silla giratoria, abro el libro que voy a leer durante las próximas dos horas, y me recuerdo a mí mismo: “Lee con calma”.

Me llevó un año de trabajo como voluntario en una institución que hace grabaciones para ciegos, aprender una buena lección sobre cómo se debe leer: “Hazlo más lentamente, absorbe la lectura. Estás por establecer una relación. Si te dejas arrastrar por el ritmo acelerado que te rodea y simplemente tomas el libro y lo lees, te vas a perder algo importante”. Daba lo mismo si se trataba de un libro sobre mercadotecnia, una colección de cuentos de África, o un clásico de Dickens. Descubrí que a mitad de cada sesión yo no sólo me estaba familiarizando con el tema del libro, sino que estaba conociendo a su autor.

Todo esto me hizo pensar en mi relación con un viejo amigo que tengo, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. ¿Cuánto más podría percibir de este libro si tan sólo leyera más despacio, con más cuidado, si buscara en sus rincones, en lugar de leerlo con prisa?

Así que la siguiente vez que tomé Ciencia y Salud actué como si fuera un lector inquisitivo que lo leía por primera vez, explorando con cuidado cada página, antes de pasar a la siguiente.

Lo primero que me llamó la atención, en la página del título, fue que este libro fue escrito por la presidenta de un colegio. Un colegio que ella misma había fundado y que estaba autorizado por el Estado. Esto fue para mí una indicación de que la autora sabía algo sobre educación, sobre cómo administrar una escuela, establecer el programa de estudios, trabajar con los maestros y enseñar a los alumnos. Todos esos factores ya hacían que su lectura fuera interesante. No obstante, ése no es el tema principal de esta obra. La misma trata sobre cómo sanar.

El libro explica el sistema metafísico de curación que descubrió Mary Baker Eddy, sistema que tiene sus raíces en su propio estudio de la Biblia, percepción espiritual y curación. Ella llamó a su sistema Christian Science, y está basado en el poder de Dios, la Verdad, para sanar la enfermedad y el pecado. Sabiendo que ese postulado exigía pruebas, la autora agregó en la parte de atrás del libro 100 páginas de testimonios de personas, ratificando que con su sistema se puede sanar todo tipo de enfermedades.

Antes de continuar, regresé a la página del título con una insistente pregunta, ¿por qué fundó el colegio? Debió de haber sido una empresa tremenda. ¿Qué conexión tenía con su libro? Quizás ella había respondido a esas preguntas en algún momento.

Di vuelta la página listo para seguir progresando.

Por cierto que sí. Continué leyendo y me encontré con este pasaje: “Un libro presenta pensamientos nuevos, pero no puede hacerlos rápidamente comprensibles”.Ciencia y Salud, págs. vii y ix. Tal vez consideraba que su colegio era una forma de acelerar la comprensión de la Ciencia contenida en su libro. Después de todo, la instrucción personal da a los estudiantes la oportunidad de hacer preguntas y compartir vislumbres espirituales.

¿Qué más había en el prefacio? Me di cuenta de que la Christian Science no llegó de la noche a la mañana. La autora con humildad describe que sus primeros pensamientos sobre el tema eran “inmaturos” y como “balbuceos infantiles”, lo que me hizo pensar que en esas páginas ella no sólo vertió la Ciencia que había descubierto, sino el viaje espiritual que tuvo que recorrer para alcanzarla. ¿Qué corazón, qué convicción, qué amor por la humanidad, hizo que nos llevara con ella en su viaje? La siguiente revisión de Ciencia y Salud estuvo precedida de un profundo estudio de la Biblia, también sanó, escribió, dio conferencias y enseñó durante varios años. A lo largo de ocho años ella enseñó la Christian Science a miles de estudiantes en su colegio. De modo que ella debía de saber por experiencia propia, lo que anhelaba encontrar un buscador espiritual. Quienes leen su libro en busca de inspiración, curación y comprensión espiritual, encontrarán a una escritora que les cuenta que ella ha recorrido ese camino, que conoce bien el corazón de quien busca la Verdad porque ella es una de ellos, y quiere que su libro calme la sed que tiene el buscador, de la misma forma que calmó la suya.

Cuando terminé de leer el Prefacio (unas seis páginas), sentí como que sabía un poco más de la autora. Nuestra relación se había hecho más profunda.

Pero, ¡un momentito! Algo faltaba. ¿Dónde estaba la dedicatoria? La mayoría de los autores tienen una. Aquí, en mi escritorio tengo el libro Lake Wobegon Days de Garrison Keillor, que tiene la dedicatoria “A Margaret, mi amor”. El Boundaries de Maya Linn comienza diciendo: “A mi familia, y a la memoria de mi padre”. ¿Acaso Mary Baker Eddy omitió ese mensaje personal?

Por lo visto no. Al final del Prefacio, en lugar de precederlo, la autora escribe: “...ella dedica estas páginas a los que sinceramente buscan la Verdad”. Ibid., pág. xii. Eso me hizo parar en seco.

¡Qué honor! Ese libro, que forma parte tan clara de su vida, está dedicado a mí, así como a millones de personas que buscan la Verdad. Fue como si nos estuviera diciendo: “Yo sé muy bien lo que significa ser un buscador. También sé lo que esta Ciencia tiene para ofrecerte. Todo lo que este libro contiene es para ti. Recorramos, pues, este sendero juntos”.

Vi que tenía un viaje largo por recorrer. Respiré hondo, di vuelta la página y me preparé para seguir leyendo. Lo voy a hacer con calma. No me quiero perder nada.


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