A veces me vienen a la memoria imágenes de mi querido abuelo caminando conmigo de la mano en alguna estación de trenes; parándose para mostrarme coloridas y ruidosas locomotoras; levantándome para que pueda observar detalles que desde mi altura no podía ver. Yo estaba en ese entonces abriendo mis ojos al mundo y todo era nuevo para mí.
El camino hacia la espiritualidad cristiana está poblado de estaciones que no dejan de maravillarnos con sus lecciones, y con curaciones logradas por medio de la oración que nos han fortalecido espiritualmente.
Con este número del Heraldo deseamos acompañarlo en su camino espiritual. Vamos a mostrarle a gente que se ha dedicado a las artes plásticas (8) y la música (12), a cuidar de su familia (25) y a correr maratones (28). Esta gente ha percibido en su estación de progreso espiritual una medida más elevada de la divinidad. Y esta divinidad nunca dejó de amarlos y fortalecerlos.
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