Una mañana cuando me levanté, me quedé horrorizada al verme en el espejo. Tenía el rostro totalmente desfigurado. Tenía el lado derecho de la cara paralizado, me costaba mucho trabajo hablar y comer me era muy difícil. Los ojos los tenía muy afectados y más tarde, cuando una vecina me vio, se preocupó muchísimo.
Yo estaba muy asustada. Entonces, hablé con una practicista de la Christian Science, que es una persona consagrada a ayudar a los demás, cuando se lo solicitan. Esa señora me atendió con la convicción de que la curación espiritual está al alcance de los que la buscan. Me aseguró que me ayudaría, y me recomendó que leyera la Biblia y el libro Ciencia y Salud. Muy pronto me sentí más tranquila y pude yo misma orar también.
En mi oración reconocí que todo lo que Dios ha creado es bueno, que él no le manda ninguna aflicción a sus hijos y que las enfermedades son tan solo un concepto equivocado del pensamiento humano, porque Dios no las ha creado.
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