Durante la Primera Guerra Mundial, mi padre fue dado de baja en el ejército por que, al explotar una bomba, se le había roto un tímpano y estaba imposibilitado para mantenerse en servicio. Pasó los años siguientes probando cuanto tratamiento médico y cuanto medicamento podía encontrar para curarse, pero todo fue en vano.
Entonces, dos señoras muy amables le hablaron de la Christian Science, y le sugirieron que la probara. De niño, mi padre había estado en el coro de la Iglesia Anglicana; amaba la Biblia, y en Ciencia y Salud encontró la revelación de la Verdad. Sanó completa y permanentemente.
Cuando yo tenía diez años hubo una epidemia de difteria en nuestra región, especialmente en la escuela local a la que asistía. Una mañana, me sentía muy enferma y parecía que tenía los síntomas de esa enfermedad. La ley exigía que se llamara a un médico y esto se hizo después de hablarle a un practicista de la Christian Science solicitándole tratamiento por medio de la oración. El médico vino inmediatamente y me examinó, pero no me dio medicamentos. Por la tarde del mismo día, yo ya estaba totalmente bien. Cuando el médico regresó por la noche se sintió encantado con mi estado de salud. El reporte del laboratorio de la muestra que me había tomado en la primera visita, llegó al día siguiente; el resultado era positivo y cuando el médico vino a verme me dijo que lo lamentaba mucho pero que por ley tenía que enviarme a un hospital. Lo que recuerdo de mi estancia en el hospital es la gran amabilidad de las enfermeras y de los médicos, así como su amor y buen humor. Me enviaron a casa después de un período de observación, alrededor de diez días.
El mismo médico, un hombre muy dedicado y lleno de amor, fue testigo de varias curaciones en nuestra familia, reconociendo que eran debidas a la Christian Science, y en varias ocasiones envió a personas para que hablaran con mi padre sobre esta Ciencia porque él ya no podía hacer más por ellas.
Una curación de la que fue testigo ocurrió cuando yo estaba trabajando en una oficina de gobierno donde, en aquel entonces, era obligatorio obtener un certificado médico si los empleados no podían asistir al trabajo. Yo regresé de vacaciones muy enferma y el mismo médico me diagnosticó que tenía gastroenteritis, pero no me dio medicamentos. Yo oré y al siguiente día estaba completamente sana y hambrienta; pude comer normalmente sin sufrir ningún efecto secundario. El médico me vio otra vez, sonrió al verme tan bien y me dio el certificado que necesitaba para regresar a trabajar.
A lo largo de los años, he experimentado y visto muchas curaciones físicas; cuando la provisión aparentemente faltaba, siempre fue satisfecha, y la armonía siempre fue restaurada.
El estudio continuo de la Biblia y de la literatura de la Christian Science es una fuente constante de inspiración y alegría para mí, y estoy muy agradecida por todo el bien que se ha manifestado en mi vida por medio de estas enseñanzas.
Weybridge, Surrey, Inglaterra