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Crisis: una oportunidad para progresar

Del número de agosto de 2002 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hoy En Día se ven en el mundo crisis económicas, sociales, gubernamentales. El ambiente mental colectivo manifiesta temor, inseguridad con respecto al futuro, desconfianza, enojo, tristeza y desesperanza. Y muchos se preguntan: ¿Hay acaso algo que podamos hacer para enfrentar crisis como ésta y contribuir a su solución?

Una crisis produce desequilibrio, cambio, transformación. Resulta difícil no verla como algo negativo que seguramente nos va a perjudicar. No obstante, una de las formas de superarla es verla como una oportunidad de progreso y ayudar a que la situación mejore.

Hablar constantemente del problema, estar pendiente de noticias sensacionalistas, especular para nuestro beneficio personal, escuchar los pronósticos de los “expertos”, no nos ayuda en nada. Por el contrario, nos hace sentir más inseguridad y desesperación.

Una manera de enfrentar la crisis es confiar en el amor infinito y constante de Dios, sabiendo que puede cuidarnos a cada paso y guiar nuestro camino. Dios nunca nos abandona, sino que nos da constantemente las ideas acertadas que nos alimentan y fortalecen espiritualmente, y nos guían a encontrar soluciones.

Seguramente si observamos bien, encontraremos cientos de oportunidades para ayudar a nuestros semejantes basándonos en la Regla de Oro (hacer con los demás lo que queremos que hagan con nosotros), y ser solidarios, expresar tolerancia, trabajar con honestidad y compartir nuestra esperanza en el bien que Dios tiene disponible para todos sus hijos constantemente.

En realidad, Dios es quien gobierna nuestro progreso y el de nuestros semejantes, y no existe ningún poder opuesto que pueda separarnos del plan de Dios, que siempre incluye paz, felicidad, provisión y progreso espiritual.

Me gusta mucho la historia bíblica de los Hijos de Israel que vivían como esclavos en Egipto. El Patriarca Moisés fue guiado por Dios a liberarlos de esa esclavitud y a enseñarles a adorar a Dios como Espíritu, y llevarlos a la tierra prometida. Durante gran parte del trayecto por el desierto Dios los guió y mostró muchas señales de Su presencia y cuidado afectuoso: una columna de nube de día y de fuego de noche, los guiaba; los llevó a cruzar el Mar Rojo y los liberó de la persecución de los soldados egipcios; hizo manar agua de la peña, caer maná del cielo y les dio codornices para comer. Sin embargo, cada vez que tenían una dificultad, los Hijos de Israel dudaban del poder de Dios para satisfacer sus necesidades. Entonces, para enseñarles a confiar en el cuidado y la provisión de Dios, Moisés y los israelitas recibieron la instrucción de recoger tan sólo el maná que podían comer durante ese día y no guardar nada para el día siguiente. Así los alimentó durante cuarenta años en el desierto, hasta que llegaron a los límites de la tierra de Canaán. Véase Éxodo caps. 14, 15 y 16.

En Ciencia y Salud la Sra. Eddy escribió: “Existe hoy día el peligro de repetir la ofensa de los judíos por limitar al Santo de Israel y preguntar: ‘¿Podrá [Dios] poner mesa en el desierto?’ ¿Qué no puede hacer Dios?”Ciencia y Salud, pág. 135. Es importante explorar más la naturaleza infinita, omnipresente y omnipotente de Dios, que nos guía constantemente.

Hace algunos años pude comprobar la eficacia de estas ideas cuando enfrentaba una crisis laboral.

En aquella época trabajaba en una empresa textil, industria que fue muy afectada en mi país porque en esa época se importaban productos similares a un precio mucho menor. Debido a esto la empresa había pedido varios préstamos para poder seguir operando. En ese tiempo yo trabajaba en el departamento de finanzas y conocía muy bien los desafíos financieros que atravesábamos, y el impacto que una deficiente administración podía tener en el futuro de la compañía. Yo trabajaba dando lo mejor de mí, y sentía que debía cambiar de empleo, no sólo por la situación de la empresa, sino porque me interesaba otra especialidad. De modo que inicié mi búsqueda orando.

Pasaron los meses, las crisis financieras internacionales como el “Efecto Tequila” hicieron que la situación de esa empresa se complicara cada vez más. Por otro lado, su deuda creciente no tenía una explicación transparente. Cada vez más sentía que ése no era mi lugar y continuaba buscando trabajo. De pronto la empresa entró en “default” financiero, y no podía pagar a sus acreedores y comenzó a pagar sólo un porcentaje de los salarios a sus empleados.

Mi esposo y yo continuamos orando, reconociendo que Dios gobernaba nuestra vida y nos guiaría a obtener los medios para pagar nuestras deudas e impuestos y cubrir nuestras necesidades. Yo seguía buscando empleo. Pedí ayuda a una practicista de la Christian Science que amorosamente aceptó orar conmigo.

Reemplazamos la ansiedad con la confianza.

Durante esta etapa, me llenó de esperanza esta frase de Ciencia y Salud: “Paso a paso hallarán los que en Él confían que 'Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones’ ”.3

Cada día, de un modo u otro, teníamos lo necesario para alimentar a nuestra familia, pagar el colegio de nuestras hijas y saldar las deudas más urgentes. Pude vencer la ansiedad y la inseguridad con respecto al futuro, y reemplazarlas con la confianza en el poder supremo de Dios para cuidarnos y guiar nuestro progreso espiritual. Y cada día dábamos gracias a Dios por todas las bendiciones recibidas.

A su vez, reconocí que mi trabajo era glorificar a Dios y expresar todo lo bueno porque, estuviera donde estuviera, era Su imagen y semejanza. Confiaba en que en Su plan Él me pondría en el mejor lugar para mí.

Casi tres meses después, conseguí un empleo exactamente en la especialidad que buscaba, con un sueldo mucho mejor. En esta empresa participé en proyectos que me permitieron progresar enormemente y actualizarme como profesional en un ambiente de trabajo honesto y de camaradería.

Pero lo más importante fue que esta experiencia nos ayudó a mi esposo y a mí a entender que Dios tiene el control de toda situación y satisface nuestras necesidades no importa cuáles sean las circunstancias.

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