Conocí la Christian Science cuando fui de visita a la casa de mi hermana que vivía en un suburbio de París. En ese momento yo era peluquera en esa ciudad. Una de las vecinas de mi hermana me dio ejemplares de El Heraldo de la Christian Science que yo leí con avidez. Eso fue en 1938, no mucho antes de que comenzara la Segunda Guerra Mundial.
Cuando esa vecina finalmente me prestó el libro de la Sra. Eddy, me di cuenta de que era exactamente lo que andaba buscando. Me sentía muy entusiasmada porque no me gustaba lo que estaba ocurriendo en el mundo ni en mi vida privada. Buscaba algo que me sacara de las oscuras horas que estábamos viviendo y la religión tradicional a la cual yo pertenecía no daba respuesta a mis preguntas. Incluso ya había dejado de creer en Dios. En cuanto pude, fui con mi hermana a comprar Ciencia y Salud. Mi madre también comenzó a leerlo.
Había mucha tristeza y temíamos por lo que estaba haciendo Hitler. Yo tenía un novio que poco después fue encarcelado y permaneció en prisión cinco años. Las ediciones del Heraldo respondían a nuestra necesidad de fortaleza y ánimo. Además, recuerdo que estábamos recibiendo el Trimestral sin encuadernar a través de España.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!