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Cuando el soborno es la norma

Del número de agosto de 2002 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Algunas personas creen que tienen que comprometer su conciencia para tener éxito en los negocios. Sin embargo, yo he descubierto que es muy beneficioso expresar honradez en mis relaciones comerciales y esperar recibir la misma clase de trato a cambio.

Hace unos años tuve que acrecentar el capital de mi compañía. Puesto que era una empresa conjunta con participación extranjera en la India, mi socio y yo necesitábamos la aprobación del gobierno, la que debía ser otorgada antes de que finalizara el año fiscal, para lo cual faltaban dos semanas. Mis colegas y amigos me advirtieron que debía estar preparado para pagar una gran suma de dinero si quería conseguir la aprobación, especialmente en tan poco de tiempo.

Recién había comenzado a estudiar la Christian Science, y estaba tratando de poner en práctica sus enseñanzas en cada aspecto de mi vida. Mary Baker Eddy subraya la importancia de hacerlo. “La práctica y no la profesión, la comprensión y no la creencia, alcanzan el oído y la diestra de la omnipotencia y ciertamente hacen descender bendiciones infinitas”.Ciencia y Salud, pág. 15. Esta cita está tomada de su libro Ciencia y Salud cuyo capítulo sobre la oración comienza así: “La oración que reforma al pecador y sana al enfermo es una fe absoluta en que todas las cosas son posibles para Dios — una comprensión espiritual de Él, un amor desinteresado”.Ibid, pág. 1.

Con total confianza en la providencia divina, mi socio y yo fuimos a las oficinas de gobierno, llenamos los formularios necesarios y procedimos a entregarlos. Llegado ese punto, un representante del gobierno nos dijo que le gustaría hablar con nosotros fuera de las oficinas al día siguiente por la noche, con lo cual estuvimos de acuerdo.

Aunque él no mencionó en forma explícita el propósito del encuentro, percibimos un motivo deshonesto detrás de su solicitud, de modo que esa noche oré para saber qué hacer.

Al día siguiente, mi colega y yo nos encontramos con ese hombre. Durante la conversación, él nos dijo que leía las escrituras hindúes todas las mañanas. Entonces yo le comenté que leía la Biblia como parte de mi estudio de la Christian Science y que trataba de vivir de acuerdo con lo que estaba aprendiendo. Luego de un rato, él nos preguntó directamente si estábamos dispuestos a pagarle para que hiciera el trabajo que necesitábamos. Le contesté que mi conciencia no me permitiría hacerlo. Luego le pregunté si él podía apoyar mi manera de obrar de acuerdo con mi conciencia. Mientras tanto, yo continuaba insistiendo mentalmente en que, como la semejanza de Dios, él era naturalmente puro y honesto.

Al finalizar nuestro encuentro, le pregunté si podía terminar nuestro trabajo a tiempo. Contestó que sí, añadiendo que debíamos verlo en dos días. Cuando fuimos, nos dijo que había hecho el trabajo y se lo había enviado a su superior. Entonces nos aconsejó que fuéramos a ver a ese hombre y le pidiéramos que acelerara la aprobación del permiso. Nos comentó que su superior no nos pediría un pago especial o favor. Por cierto que el hombre nos dio la aprobación al día siguiente y no indicó en ningún momento deseo alguno de recibir un soborno. Tuvimos tiempo de sobra para incrementar el capital de la compañía.

Una cuestión de conciencia

En otra ocasión, mientras me hacían una entrevista para un nuevo empleo, les dije a los probables empleadores que yo no me comprometería ni me asociaría con prácticas corruptas. Aunque no es usual tomar esa actitud durante una entrevista, hacerlo no me perjudicó en lo más mínimo. Al contrario, se me ofreció el empleo y lo acepté.

Esas experiencias me confirman que, lejos de ser una excusa para el comportamiento corrupto, el mundo de los negocios es un maravilloso lugar para dar testimonio del gobierno de Dios y de Su creación.

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