Cuando Empecé a estudiar la Christian Science me sentía muy entusiasmada, porque percibí que era un mensaje de Dios para la humanidad. Empecé a asistir a los servicios religiosos en la iglesia y una noche escuché un testimonio precioso que me llevó a pensar que Dios también me podía sanar a mí. En esa época yo estaba padeciendo de amigdalitis y me molestaba mucho.
Varios médicos me habían dicho que la única solución era operarme. Pero yo percibía que ésa no era la solución. Yo siempre fui una persona de mucha fe y cuando conocí la Christian Science entendí por qué no quería operarme. Me di cuenta de que tenía que purificar y espiritualizar mi pensamiento, y esperar.
Tanía que comprender que la creación es espiritual. Que Dios ha creado al hombre a Su imagen y semejanza y que Él no manda ninguna aflicción a sus hijos, por consiguiente yo no tenía por qué estar sufriendo, y ese problema tenía que desaparecer.
Entonces me puse a estudiar con ahínco la Lección Bíblica semanal de la Christian Science, y a leer himnos.
Esperé con una convicción absoluta y cuando me sentí libre me pareció que aquello era maravilloso porque no quedaba rastro de ningún malestar, ni de ninguna inflamación. Fue como si los tejidos se hubieran regenerado totalmente.
En mi familia todos se quedaron maravillados y empezaron a darse cuenta de que la Christian Science es un mensaje maravilloso para la humanidad en esta época.
Jamás volví a tener problemas con las amígdalas y pude cantar libremente. He estado cantando como solista por muchos años en las iglesias de la Christian Science.
Lo que más me impresionó de esta experiencia es que a pesar de que no hacía mucho que estudiaba la Christian Science, al aceptar que Dios es el bien infinito, esa verdad transformó mi pensamiento y ese cambio en el pensamiento se manifestó en un cambio físico.
Años después, tuve otra experiencia muy linda que también me gustaría relatar.
Estaba embarazada, y al llegar a la clínica para tener el bebé, el doctor, después de examinarme, le dijo a mi esposo que aunque todo estaba bien, no tenía dilatación. Por lo que el médico decidió que debía hacerme una cesárea. Yo me puse a orar el Padre Nuestro de inmediato, pidiendo a Dios que me iluminara, tras lo cual decidí esperar.
Yo sentía la presencia de Dios, por lo que estaba tranquila. El doctor salió a visitar a otros pacientes y cuando regresó me preguntó qué habíamos decidido. Yo le pregunté si podíamos esperar y me dijo que sí, que cuando él regresara dentro de unas horas me operaría. Entonces se marchó y yo me quedé con una practicista de la Christian Science que había venido a acompañarme. A partir de allí todo se desarrolló normalmente. El parto se fue desarrollando en forma natural. La enfermera al ver la situación llamó al doctor para que regresara de inmediato. Cuando regresó se mostró muy asombrado, pues al examinarme la dilatación era completa y yo estaba lista para dar a luz. Fue algo muy hermoso porque al poco rato había dado a luz un niño precioso y sin sentir dolor y con una inmensa felicidad.
Quiero agregar que cuando el médico llegó y vio el libro Ciencia y Salud sobre la mesita, me dijo: Yo conozco este libro, es maravilloso, yo lo he leído.
Realmente he podido comprobar que el Amor divino siempre responde a toda necesidad humana.
Miami, Florida, EUA