La christian science me salvó la vida y quiero expresar mi gratitud por todo el bien que he recibido gracias a ella.
En 1980 mi esposo falleció dejándome con tres hijos pequeños. Los problemas parecían abrumadores: los niños estaban enfermos, el cheque de la compañía aseguradora se había perdido y, como si fuera poco, fuimos víctimas de un intento de robo que me provocó heridas a causa del estallido de vidrios. Luego, a los ocho meses de la muerte de mi esposo, me diagnosticaron cáncer.
Aunque conocía la Christian Science desde mi niñez, al principio tuve demasiado temor como para confiarle mi curación, a pesar de que había hablado con una practicista antes de ir al hospital. Después de la cirugía, los análisis clínicos mostraron que el problema era mayor de lo esperado y me dieron de uno a diez años de vida.
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