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La curación metafísica

¿Es posible estar libre de todo tipo de drogas?

Del número de enero de 2003 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Es la salud o la vida algo más que una reacción química? El aumento en el número de productos químicos para alterar la mente, modificar el comportamiento, regular el cuerpo, y lograr otros efectos, hacen que esta pregunta adquiera más importancia. Ya sea que uno esté previniendo un ataque de depresión, presión sanguínea alta o baja, un comportamiento antisocial, diabetes, impotencia o hiperactividad, hay drogas que se ofrecen para controlar todo eso. Si uno quiere simplemente distenderse o divertirse con más ganas, aumentar el placer físico o escaparse de la presión diaria, siempre surge algún fármaco que pretende ser idóneo para lograrlo. Detrás de la mayoría de los mensajes de los medios de comunicación está la idea de que debería haber una droga que responda a cada necesidad humana. Nos dicen que si hoy no existe determinada droga, es necesario proveer los fondos para llevar a cabo la investigación que la propicie.

Esas pastillas no podían tener ningún poder a menos que yo así lo creyera.

Sin embargo, si uno busca en Internet descubre que mucha gente se preocupa al ver que la sociedad se está apoyando tanto en las sustancias químicas para controlar el comportamiento y regular la salud. Muchos se preguntan si la cantidad de medicamentos que toma un individuo promedio tiene algún sentido. Por ejemplo, hace poco fui a visitar a unos amigos, y uno de ellos terminó, primero el almuerzo y luego la cena, tomando de diez a quince píldoras, desde suplementos vitamínicos a medicamentos para el corazón. Para él cada píldora es importante para mantener su salud.

No obstante, hay muchas otras personas que tienen ese mismo régimen diario de medicamentos y no se sienten cómodos con esa dependencia. No quieren tener que apoyarse en esas sustancias el resto de su vida. Y esto nos lleva a la pregunta con que comencé este artículo: ¿Es nuestra salud o vida algo más que una reacción química? La rotunda respuesta es: “Sí, la salud y la vida son mucho, pero mucho más que eso”.

En algún momento, seremos impulsados a enfrentar la vida desde un punto de vista diferente, desde una perspectiva espiritual. Este cambio de enfoque es esencial porque la experiencia demuestra que no podemos integrar lo espiritual en una vida basada en la materia o en el físico. En las palabras de Jesús, tenemos que nacer de nuevo. Para liberarnos de una dependencia no deseada necesitamos alcanzar una percepción diferente de nuestro origen, y esto, a su vez, nos dará una percepción diferente de qué es lo que controla nuestra vida y de qué está compuesta.

Tanto Jesús como el Apóstol Pablo hablaron de nacer del Espíritu. Nacer de nuevo de este modo es liberarse de la vida definida por la carne. Una vida generada sólo por el Espíritu expresará la naturaleza y la esencia del Espíritu, su bondad, pureza, energía e inmortalidad absolutas. Estará diseñada espiritualmente por el Espíritu; será mantenida por el Espíritu; será gobernada por el Espíritu. Para disfrutar de los beneficios de esa vida, es necesario que los conceptos centrados en el cuerpo y en la perspectiva de la química, cedan a la espiritualidad. No podemos incorporar una cosa a otra. ¿Por qué? Jesús lo explicó así: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo”. Juan 3:6, 7.

Pero, ¿qué es el Espíritu? En Ciencia y Salud Mary Baker Eddy destacó la definición de Dios en la Biblia, al describirlo como “El gran Yo soy; el que todo lo sabe, que todo lo ve, que es todo acción, todo sabiduría, todo amor, y que es eterno”.Ciencia y Salud, pág. 587. En la Biblia, el Espíritu es reconocido como el poder supremo, la única causa, el que da vida a todas las cosas. “Nacer del Espíritu” es comenzar a reconocer esas ideas, que son el aspecto principal de las enseñanzas y la práctica de Jesús.

La pregunta entonces es: ¿Cómo pasar de una dependencia en las sustancias químicas a tener un enfoque espiritual de nuestra vida? Algunas personas comienzan esta travesía comprendiendo que en realidad los químicos no son absolutos. Hace un tiempo, estaba conversando con un amigo que tomaba medicamentos todos los días. Le pregunté: “¿Crees que si tu médico te da un placebo tú o tu cuerpo se darían cuenta de la diferencia?” Me respondió: “Lo más probable es que no”. A eso me refiero al hablar de químicos absolutos. ¿Por qué debería tener nuestra manera de pensar impacto alguno sobre los procesos químicos?

Cuando estaba cursando el anteúltimo año del bachillerato, tenía terribles dolores de cabeza. Mi familia y yo siempre habíamos recurrido a la ayuda de Dios en las raras ocasiones en que no me había sentido bien, pero como seguía teniendo esos dolores decidí comprar un frasco de aspirinas. Si bien las mismas calmaban los síntomas, no detuvieron los dolores de cabeza. Cuando terminé el frasco no volví a comprar otro porque muy dentro de mí estaba convencido de que la única razón por la que las pastillas tuvieron algún efecto fue porque yo creía que así sería. Pensé que eso no tenía nada que ver con las pastillas, sino con mi pensamiento. De modo que recurrí completamente a la oración, y en algún momento los dolores de cabeza cesaron y nunca más volvieron.

Cuento esto por algo que ocurrió muchos años después, cuando trabajaba en una escuela de internos. Unos estudiantes vinieron a mi habitación y me pidieron con urgencia que los acompañara. Cuando entré al dormitorio vi que uno de ellos había tomado varios frascos de pastillas y estaba inconsciente. Me embargó un temor horrible, pero pude contrarrestrar esa sensación al recordar mi experiencia anterior. Superé el temor con la convicción de que esas pastillas no podían tener ningún poder a menos que yo así lo creyera. En ese instante, me sentí convencido de que Dios, que es todo el bien, tenía todo el poder. Simultáneamente el estudiante recuperó la conciencia. Informé de inmediato a los funcionarios de la escuela, y no tuve más contacto con el alumno en esa época. Pero nunca olvidé lo que contrarrestó mi temor y que eso coincidió con el momento en que el estudiante recuperó el conocimiento.

En algún momento, tendremos que preguntarnos: “¿Estamos química o espiritualmente definidos? ¿Estamos acaso sujetos a las leyes de las sustancias químicas o a las leyes espirituales? El estar conscientes de la presencia poderosa de Dios y del completo control que tiene sobre Sus ideas, nos libera de creer que nuestra experiencia pueda estar determinada por la química.

La Christian Science, a través de Ciencia y Salud, nos ayuda en esta transición y nos guía hasta que podamos apoyarnos sólo en Dios. Ciencia y Salud dice: “Debemos abandonar la farmacéutica y emprender el estudio de la ontología — 'la ciencia del ser verdadero'. Debemos examinar profundamente la realidad en vez de aceptar sólo el significado exterior de las cosas”. Ibid., pág. 129. La comprensión semejante a la de Cristo de que la vida es del Espíritu y que el Espíritu es el único legislador, nos puede liberar de cualquier esclavitud.

Mucha gente anhela obtener esta libertad, pero siente temor de abandonar sus antiguos esquemas. Para eliminar el miedo y las preocupaciones que pintan un cuadro de desesperación en el pensamiento, es muy importante el punto a partir del cual se comienza a orar. Si comenzamos con la idea de que la condición de nuestra vida está definida por el cuerpo físico y que dependemos de agentes externos para mantener la salud, probablemente sea difícil tener un concepto espiritual de nosotros mismos. Jesús insistió en que debíamos nacer de nuevo. De modo que necesitamos un comienzo diferente. Una vez más, Ciencia y Salud dice lo siguiente: “El punto de partida de la Ciencia divina es que Dios, el Espíritu, es Todo-en-todo, y que no hay otro poder ni otra Mente — que Dios es Amor, y que, por lo tanto, es Principio divino.

El amor de Dios con naturalidad y poder restaura nuestra salud, fortaleza y pureza.

“Para comprender la realidad y el orden del ser en su Ciencia, tenéis que empezar por reconocer que Dios es el Principio divino de todo lo que realmente existe”. ibid., pág. 275.

De manera que tenemos una opción. ¿Comenzaremos a orar partiendo de que las sustancias químicas tienen poder, o comenzaremos con el poder del Gran Dios, el Espíritu eterno? ¿Comenzaremos con la vida gobernada por las sustancias químicas o con el hombre y la mujer de Dios gobernados por el Espíritu? La curación espiritual comienza con Dios como el Principio y la causa de toda vida. El hombre y la mujer de la creación de Dios están bajo Su jurisdicción, ahora y siempre.

Si admitimos que la vida se origina en el Espíritu y está gobernada por las leyes del Espíritu, tendremos una vida basada en el Espíritu, centrada en el Espíritu. Entonces nuestro bienestar estará determinado por el Espíritu, y el Espíritu solamente.

Podemos argumentar mentalmente que no hay dolor, náusea, calambres o angustia en el Espíritu ni en la vida que proviene del Espíritu. No hay debilidad en la vida que fluye de Dios. El Espíritu no depende de sustancias químicas para apoyar la vida.

De ese modo podremos eliminar el temor y adquirir un poderoso sentido de vida en y de Dios. En lugar de estar privando al cuerpo de lo que necesita, lo estaremos nutriendo con ideas de la Verdad y el Amor infinitos que lo liberarán de la enfermedad y de la adicción. Este tipo de razonamiento nos da un nuevo sentido e identidad. Dejamos atrás la creencia de que somos mortales sufrientes ordenados químicamente, y nacemos de nuevo. Cada uno de nosotros tiene la oportunidad en cualquier momento de aceptar nuestra identidad como la define el Espíritu. Esto restaura la perfección, la salud, el bienestar, la fortaleza y la pureza que Dios nos dio. No existe sustancia química alguna que pueda hacer esto. Mientras que el gran amor de Dios lo hace con naturalidad y con poder.

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