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Un futuro sin temor

Del número de enero de 2003 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


TODOS tenemos preguntas acerca del futuro. Si tenemos un empleo, quisiéramos saber cuántos años más permaneceremos en la compañía; si estamos jubilados, quisiéramos tener una idea de cuánto podremos estirar esa jubilación con el costo de vida en aumento. El temor que infunde un futuro lleno de interrogantes no se aquieta ni desarma con respuestas meramente económicas. Lo que se necesitan son respuestas con una perspectiva espiritual.

El refrán popular “el miedo para nada sirve y para todo estorba”, ya nos dice que ese sentimiento nos sirve de tropiezo y que debe ser aplacado con buenas razones y argumentos. La Biblia es una poderosa fuente de ideas al respecto. Un Salmo (56:3) al decir: “En el día que temo, yo en ti confío”, nos sugiere dirigir nuestro pensamiento hacia nuestra fuente natural de seguridad, o sea, Dios. El reconocimiento de Su presencia y poder puede inundar nuestra conciencia de la paz y confianza necesarias para abordar cualquier tarea o tomar la decisión adecuada.

El sentir temor por nuestro futuro supone inconscientemente creer que hay un poder aparte de Dios capaz de hacerle frente e impedir que se haga Su voluntad para con nosotros, Sus hijos. Es suponer que no tendremos paz y que estaremos alejados de alguna fuente de provisión o trabajo, privados de alimento o habitación donde vivir dignamente, impedidos de encontrar soluciones a nuestros ahorros ociosos, condenados a cualquier forma de enfermedad y de muerte, o encadenados a alguna forma de pecado o de vicio.

La presencia del miedo en nuestra conciencia indica que hemos permitido que allí se acunen dudas sobre la creación perfecta de Dios, e ignorado las leyes divinas de provisión y progreso. O bien, nos hemos acostumbrado a no analizar a fondo nuestros problemas, y hemos perdido el hábito de confiar plenamente en Dios.

Sentirnos amados por Dios nos quita el temor.

El distanciarnos de este modo de nuestro Creador hace que nuestro futuro esté sujeto a una especie de suerte o destino, y que por lo tanto, esté envuelto en incertidumbre. La verdad es que el hombre creado por Dios vive en un eterno presente, lleno de oportunidades y propósito, y depende de cada uno de nosotros sentir esa presencia de nuestro Guardador y Creador. Esto significa retornar al principio de las cosas, a la norma espiritual y ética de Dios y Su amor por toda la creación; significa experimentar individualmente ese amoroso cuidado y reclamar Su presencia y señorío sobre todo fenómeno y circunstancia humana.

Si sentimos temor por nuestro futuro o el de nuestros seres queridos, podemos enfrentarnos a él como a un huésped no deseado, afirmando y aceptando la presencia de Dios y Su Omnipotencia, y disfrutando plenamente del amor que Él tiene por toda Su creación. Esto ayudará a que todas nuestras aprensiones sobre cualquier fuente de temor desaparezcan, y nos dejará libres para disfrutar de una vida llena de oportunidades.

Los desafíos son ocasiones propicias para que elevemos nuestro pensamiento y busquemos la base de la seguridad, el soporte de nuestra integridad y fuente de nuestra subsistencia.

Tengo una amiga que está aprendiendo estas mismas lecciones acerca del futuro y los miedos que lo acompañan. Ella tuvo que hacer frente a la necesidad de su familia recurriendo a una ayuda estatal. Por causa de las dificultades económicas de la región y en especial de nuestro país, el gobierno resolvió recortar gastos. Entre los recortes estaba la ayuda que recibía mi amiga. Ella se dirigió al Director del establecimiento para que le diera una explicación. Allí le sugirieron como única manera de recuperar sus ingresos, que presentara una nota donde declarara falsamente que sus hijos estaban enfermos. Ella respondió con firmeza que no lo haría, que sus convicciones religiosas le impedían faltar a la verdad. Volvió a su casa preocupada por la situación, pero recurrió en oración a Dios como fuente de toda provisión. Dejó de lado la preocupación por su futuro y el de su familia, y se aferró a lo que había aprendido, que Dios era la fuente de su existencia. A los pocos días la llamaron de la institución pública de parte del Director para decirle que le habían renovado la ayuda económica.

Al igual que nuestra amiga es bueno estar siempre dispuesto a confiar en Dios para alcanzar esa conciencia de paz y seguridad. La misma es la antesala para acceder a la provisión, al empleo, a los ingresos, a las oportunidades, y a cualquiera sea la ocasión preparada por Dios para hacer frente al desafío que enfrentemos. Así nos desprenderemos del temor, lo eliminaremos de nuestro propio pensamiento, y quitaremos uno de los obstáculos para nuestro desarrollo espiritual y nuestro progreso. Paulatinamente daremos lugar a una existencia segura, promisoria y llena de oportunidades.

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