A fin de comprender más, tenemos que poner en práctica lo que ya sabemos”, (Ciencia y Salud, pág. 323). Esta declaración de Mary Baker Eddy me alentó a poner en práctica lo que había estudiado sobre la oración científica para resolver problemas físicos.
En una ocasión enfermé de hemorroides, al grado que no podía ir al trabajo. Tuve que consultar a un médico para que me extendiera un certificado laboral y me dijo que mi estado de salud era preocupante y que lo más probable era que me tuvieran que hacer una intervención quirúrgica.
Decidí confiar totalmente en Dios y pedí ayuda a un practicista de la Christian Science, quien con sus palabras tan firmes y afectuosas me reconfortó en ese momento tan difícil. Me preguntó si me preocupaba algo, y yo le dije que no. Pero al charlar sobre el asunto me preguntó directamente: “¿Estás orando por alguien que te pidió ayuda y temes que no sane?” ¡Y eso era exactamente lo que estaba ocurriendo! Entonces, me dijo que Dios cuida con mucho amor de cada uno de Sus hijos y que no debía sentirme responsable personalmente por la salud de mi amigo. Yo me quedé muy sorprendido porque en ningún momento le había dicho al practicista que estaba orando por otra persona. Como resultado, dejé a mi amigo en manos de Dios, y me sané por completo en pocos días. Mi gratitud fue enorme.
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