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El temor desapareció

Del número de enero de 2003 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


NOSOTROS, los londinenses, estábamos acostumbrados a las amenazas terroristas, pero pensábamos que éramos inmunes a ellas y que podíamos seguir con nuestras vidas sin pensar dos veces en eso. Pero los ataques del 11 de septiembre nos pusieron muy nerviosos a todos, causaron un caos total en Londres y paralizaron la ciudad.

Soy sanadora espiritual y trabajo para encontrar soluciones por medio de la oración, por lo que ni siquiera se me pasó por la mente no ir a mi oficina. Pero si necesitaba algún recordatorio de que ése no era un día normal, las sirenas de la policía y de las ambulancias, ayudaron a hacerlo. Todos necesitábamos curación, respuestas y consuelo, y yo no era la excepción. Se decía que Londres era el próximo blanco de los ataques. Mirábamos a todo el mundo con recelo, algo que es tan diferente a nuestra manera de ser, y esta mirada se intensificaba a medida que creíamos que podíamos sufrir algún ataque.

Al día siguiente, al subir al metro después de asistir a una reunión en el otro extremo de la ciudad, vi a cuatro jóvenes árabes que estaban hablando en voz alta en su idioma. Los miré con hostilidad, pensando que si yo fuera árabe no hablaría en voz tan alta. El odio que sentía hacia ellos me causó asombro. Aquí estaba yo, profesando ser una sanadora que oraba por encontrar soluciones espirituales y, sin embargo, no tenía ni la más mínima compasión o amor por esos cuatro jóvenes que seguramente tenían menos que ver con el terrorismo que yo. El ataque contra ellos que noté en mi propio pensamiento me perturbó. Hice un alto y examiné ese pensamiento. ¿De dónde había venido?

Nací en Irán, y había alimentado ese odio hacia los árabes desde mi niñez. Si bien ellos invadieron Irán hace 600 años, el odio cultural que hay entre los árabes y los iraníes persiste hasta el día de hoy. En ese momento, estaba dirigido con saña hacia cuatro inocentes muchachos. De inmediato me di cuenta de dónde provenían ese odio y ese temor al terrorismo: de mi interior, de mis propios pensamientos.

Recordé a mis amigos musulmanes y a sus familias. Mi odio podría haber sido fácilmente dirigido a ellos, ya que usaban el atuendo árabe, aunque eran completamente inocentes del resentimiento y la violencia.

Permanecí despierta la mayor parte de la noche orando para sentir paz y calma en mi interior. Tenía que anular la violencia escondida en mi mente y echarla fuera. Ese pensamiento no me pertenecía y no podía echar raíces allí porque yo reflejaba a un Dios que es todo Amor. Tenía que admitir esto antes de poder controlar el odio que nos dominaba a todos. En última instancia, era mi responsabilidad.

Hice un examen de conciencia y ahuyenté los viejos prejuicios que me hacían desconfiar de la gente a mi alrededor. Tomé la firme decisión de ver a cada persona con la que me encontrara como el amado hijo del único Padre-Madre Dios. Tenía que comenzar a reconocer la relación que todos tenemos con Dios. Al hacerlo, no dejaría ninguna puerta abierta para que nada sino el bien estuviera presente cuando me relacionara con la gente Y, como resultado, con mi comunidad. Se produjo un verdadero cambio en la manera de conectarme con las personas.

Trabajé arduamente para ser más humilde. ¡No fue fácil! Tantas veces tuve que expulsar los pensamientos de condena cuando alguien me hacía sentir herida o humillada. Pero, a medida que sentía un amor más incondicional, encontraba que podía crecer espiritualmente y ser una mejor ciudadana. Este pasaje de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, me ayudó a hacer algo que deseaba, vivir de la manera en que Jesús lo hacía: “Lo que extermina al error es la gran verdad que Dios, el bien, es la Mente única y que el supuesto contrario de la Mente infinita — llamado diablo o mal — no es Mente, no es Verdad, sino error, sin inteligencia ni realidad”.Ciencia y Salud, pág. 469.

Pronto percibí señales de la mano de Dios en los asuntos de las personas a mi alrededor. El centro comercial donde ejercía la práctica sanadora parecía distinto. Se transformó en un lugar cordial. Una de las firmas decidió organizar una fiesta para aquellos que alquilaban oficinas en el lugar, y así poder conocernos e intercambiar tarjetas personales y direcciones de correo electrónico. Muy pronto la gente comenzó a venir a mi oficina pidiéndome que orara para solucionar sus problemas. Se agotaron mis existencias de Ciencia y Salud, que es mi texto de curación, y tuve que comprar otros 24 ejemplares.

No se logra una victoria sobre la violencia cuando los medios utilizados para asegurar la paz son violentos. Sólo aumentan el temor. No puedo estar en paz con algo o contribuir a un mundo pacífico, a menos que entienda lo que significa calmar mi propio corazón acongojado.

La compasión, el amor y la unidad, que son prácticas espirituales, forman la base que elimina el temor y la desconfianza, y producen un estado interior de bienestar y tranquilidad en el individuo. La raíz de la palabra hebrea “paz”, shalom, quiere decir “totalidad”, e indica un doble significado: paz interior y paz entre las personas.

Según el autor Robert Perry, “Cuando Martín Luther King, Jr. lanzó su primera protesta, comenzó a recibir amenazas de muerte a diario. Su miedo comenzó a aumentar. Una noche, muy tarde, recibió otra amenaza que lo dejó muy perturbado. Incapaz de dormir, exhausto y pensando en renunciar, decidió encomendar sus temores a Dios. Esto es lo que el Dr. King escribió después: 'Me incliné sobre la mesa de la cocina con la cabeza en mis manos, y oré en voz alta... En ese momento sentí la presencia del Divino como nunca antes la había experimentado. Me parecía oír la callada declaración de una voz interior... Casi de inmediato, mis temores se desvanecieron. Mi inseguridad desapareció. Estaba listo para enfrentar cualquier cosa. La situación externa permanecía igual, pero Dios me había dado la paz interior que necesitaba”. Cita de King tomada de Strength to Love, por Martin Luther King, Jr., publicada originalmente en 1963.

Sé que debo volverme “ambientalmente amigable” en mi paisaje mental. Debo mantenerlo limpio, puro e incontaminado. Para hacerlo, debo estar consciente del Principio divino. Expresar alegría en todo lo que hago. Vivir la belleza y la armonía interior. Lo que está “allá afuera” es sólo un reflejo de lo que está “aquí adentro”.

Como resultado de este enfoque, he notado que ya no tengo temor de ir a recoger mi auto a la estación de tren por la noche. A menudo, mi auto es el único que queda en el estacionamiento que está muy mal iluminado. Yo solía sentirme amenazada por la gente que merodea por allí. Pero ya no los veo como una amenaza. Se han convertido en mis amigos. Así que, muchas veces, nos saludamos y ellos tienen palabras amistosas para conmigo.

Es un verdadero privilegio ser una de las personas que oran para refrenar el temor contagioso que se expande a nuestro alrededor. Me gusta pensar que mis oraciones han ayudado en pequeña medida a dominar ese miedo, trayendo más calma a la ciudad y a todos los que viven y trabajan en ella.

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