Cuando conocí la Christian Science fue amor a primera vista. Lo que leía era muy lógico.
En aquella época, yo era muy exigente con la vida y con las demás personas. Criticaba a quienes no eran como yo y me distanciaba de ellos. Había mucha gente que no me caía bien, y no sabía cómo ser más amorosa. Llegó el día en que me sentí sola e insatisfecha conmigo misma. Fue entonces cuando la Christian Science me hizo ver que tenía que desarrollar el amor que ya existía en mí, y aprender a recibir el amor de los demás.
Luego, una curación me llevó a estudiar la Christian Science aún más profundamente. Hace años que leo O Arauto da Christian Science, y comparto números con otras personas después de leerlos. Luego comencé a estudiar las Lecciones Bíblicas Semanales del Cuaderno Trimestral de la Christian Science, que están compuestas por pasajes de la Biblia y de Ciencia y Salud. Aunque me encantaba leer y hablarle a todos sobre ella, mis pasos de crecimiento espiritual fueron muy lentos. Cuando empecé a tener problemas en el cuello, oré por mí misma, pero no mejoré.
Tenía mucho dolor y traté de ocultárselo a mi familia. Pero llegó un momento en que ya no podía sostener en alto la cabeza, y el sufrimiento era terrible. Permanecí en cama, inmóvil. Mi esposo insistía en llevarme al hospital, pero yo no quería ir. Le pedí a una practicista de la Christian Science que había visitado Portugal en una ocasión, que me ayudara con su oración. Yo estaba muy preocupada.
Mi esposo me dio tres días para recuperarme, diciendo que de no ser así me llevaría al hospital. Durante esos días no hubo grandes señales de mejoría. En un momento dado, casi me desmayo del dolor. Mi esposo levantó el teléfono para llamar una ambulancia, y tuve que pedirle con insistencia que esperara hasta que se cumplieran los tres días. Yo estaba leyendo y orando todo el tiempo. Entonces me di cuenta de que tenía que hacer algo más que estar sentada en la cama leyendo. Tenía que ser más activa en comprender la verdad detrás de las palabras, a fin de que mi pensamiento fuera iluminado.
Al cuarto día, cuando me desperté por la mañana, pude levantar la cabeza. Me encargué de algunas de mis tareas en la casa. Cuando mi esposo llegó y me vio haciendo algunos quehaceres, me preguntó qué había hecho y si había tomado algún medicamento. Le contesté que no, que sólo había orado. Entonces me dijo: “No sé muy bien cómo ocurrió esto, pero es extraordinario”.
Comencé a trabajar nuevamente y mi esposo estaba siempre observándome, temiendo que sufriera una recaída. A decir verdad, yo tenía un poco de miedo de que sucediera porque todos me habían dicho que no creían que las cosas pudieran mejorar tan rápidamente. Llamé de nuevo a la practicista y le conté que temía que se repitiera el problema. Entonces ella me leyó una cita de la Biblia: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor” (1 Juan 4:18). Oramos y mi temor desapareció. No hubo recaída alguna. Amigos y parientes asociados con el campo de la medicina me dijeron que este tipo de problema normalmente requiere el uso de un soporte ortopédico, y tratamiento médico constante y específico. Pero yo estaba totalmente sana. Ahora corro, practico deportes y llevo una vida normal. Ni siquiera pienso en mi cuello porque comprendo que mi estructura es espiritual, puesto que mi identidad es el reflejo de Dios y es recta, sana y libre de dolor.
Estoy feliz de que mi esposo haya visto la eficacia de la oración en la Christian Science. Lo que yo siempre le había dicho le fue confirmado, es decir, que Dios sana y que en nuestras oraciones debemos comprender la bondad y perfección de la creación divina. Después mi esposo me dijo: “Si fue tu fe y tu oración lo que te sanó, entonces continúa orando por ti misma y por todos nosotros”.
Esta curación, en la cual vi el poder divino en acción, fue un llamado de atención para mí. A partir de entonces, empecé a asistir a los servicios religiosos de la iglesia y acepté puestos de voluntaria en la misma. Hace poco tomé Instrucción en Clase en las enseñanzas de la Christian Science para comprender mejor cómo se produce la curación espiritual.
Ahora me siento como una persona diferente y totalmente regenerada. Mi propósito es crecer espiritualmente, es decir, acercarme más a Dios, porque sólo cuando estamos más cerca de Él es que sentimos la verdadera bondad y percibimos la felicidad y el significado de la vida. He aprendido a amar a la gente y a perdonar, y soy más tolerante. Mientras que antes yo era muy crítica de los demás, ahora veo su perfección espiritual. En nuestra identidad espiritual todos somos creados por Dios a Su semejanza, y este pensamiento me ayuda a encontrar la manera de expresar amor a mi prójimo. Me alegra reconocer que todos somos los hijos de Dios y, por lo tanto, tenemos un eslabón común. Todos podemos comprender y sentir alegría, amor y felicidad. Ahora comprendo que esto se debe a que esas cualidades espirituales están al alcance de todos, sin límite.
Conselho de Matosinhos
Portugal