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¿Cambiar la “conducta” de un gobierno?

Del número de octubre de 2004 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace un tiempo visité a unos amigos en Sudamérica. Allí había mucha disconformidad con el gobierno, y ellos me explicaron que en los últimos seis años habían tenido seis presidentes. Cada uno de ellos había sido elegido y reemplazado después de un levantamiento popular. No obstante, ninguno de los cambios que mis amigos anhelaban había tenido lugar. La corrupción, el nepotismo y las promesas no cumplidas continuaron, sin importar quién estaba en el gobierno.

La expresión “Cambio de régimen” es parte del vocabulario del mundo de hoy. Lo hemos visto recientemente en Haití, Iraq, Bolivia y Liberia. Estos cambios a menudo envuelven luchas prolongadas. No obstante, cambiar al jefe de gobierno es más fácil que cambiar la “conducta” de un gobierno.

Cuando hay corrupción, el partido gobernante a menudo termina por repetir las faltas del partido que ha reemplazado. Pero la población en general todavía tiene que vérselas con la falta de servicios, el desempleo, una burocracia indiferente y la continua corrupción en casi todos los niveles de gobierno.

Cambiar la conducta de un gobierno requiere de vigor y determinación, de habilidad para transmitir la visión de ese cambio de conducta y la intención inamovible de hacerlo; y también requiere de una gracia suficiente como para elevarse por encima del interés propio. Esta lista es demasiado corta, pero ilustra los ideales que se necesitan y sugiere lo difícil que es encontrarlos en la vida real. Y cuando hallamos estas cualidades, a menudo pasamos por alto que un cambio de conducta puede llevar años. Esto es cierto tanto del gobierno de un país, como del gobierno de una ciudad, negocio o iglesia.

¿Qué podemos hacer como ciudadanos o miembros de una organización para mejorar la conducta de un gobierno? ¿Existen acaso algunos pasos espirituales que podamos dar para ser más eficientes?

No siempre es bueno responder a una pregunta con otra pregunta. Sin embargo, Mary Baker Eddy plantea un interrogante muy útil en su obra Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras. Su pregunta nos hace ver en qué estamos pensando y si estamos dispuestos a hacer algo ahora mismo. Ella escribió esto: “El autor del Apocalipsis nos habla de ’un cielo nuevo y una tierra nueva’. ¿Os habéis figurado alguna vez ese cielo y esa tierra, habitados por seres bajo el dominio de la sabiduría suprema?”Ciencia y Salud, pág. 91.

Cuando pasamos el tiempo quejándonos del comité de la escuela, del alcalde, del gobernador, del presidente, por lo general pensamos: “Él (o ella) es demasiado liberal, demasiado conservador, ignorante, ambicioso, corrupto, demasiado lo que sea”. No siempre se nos ocurre pensar que él o ella también está bajo el control de la sabiduría suprema.

Para muchos, pensar así es una difícil demanda espiritual. Tal vez se argumente: “¿Cómo puedo pensar en eso cuando estoy convencido de que son tan malos?” Detrás de este argumento está la convicción de que el “cambio de régimen” es nuestra verdadera meta. No obstante, un cambio de régimen de por sí no puede proporcionar la transformación cultural que se desea. La punzante pregunta de la Sra. Eddy es importante si realmente deseamos movernos en esa dirección. Si los funcionarios, burócratas o trabajadores, están bajo el control de la sabiduría suprema, nuestra comprensión científica de este hecho implica que su comportamiento y nuestra experiencia pasarán por un profundo cambio.

Esto no quiere decir que sus acciones actuales sean inteligentes, honestas o justas. Sin embargo, un enfoque espiritual ve el tema desde una base diferente, un punto de partida distinto. En lugar de comenzar con la insatisfacción, el enfoque espiritual comienza definiendo la causa primaria y gobernante que rige la experiencia. La pregunta de la Sra. Eddy nos guía en esta dirección.

A algunas personas les resulta difícil considerar incluso la idea de que un presidente, un funcionario, o la secretaria del registro de automóviles, pueda estar bajo el control de la sabiduría suprema. No obstante, el enfoque espiritual nos exige comenzar aquí, aunque sea a regañadientes. ¿No es éste acaso el aspecto principal de la experiencia de Juan, el autor del Apocalipsis? Él vio el cielo y la tierra desde una perspectiva totalmente nueva. Vio el poder de Dios, Su reino, en operación en el cielo y en la tierra. Descubrió que la autoridad y el poder divinos están actuando en nuestra vida ahora mismo. Este punto de vista espiritual reconoce que el hombre y la mujer están gobernados por la honestidad, la inteligencia y la abnegación, no por la deshonestidad, la ignorancia, el ego y la codicia.

Mary Baker Eddy amplía aún más su punto al decir: “Liberémonos de la creencia de que el hombre está separado de Dios, y obedezcamos solamente al Principio divino, la Vida y el Amor. He aquí el gran punto de partida para todo desarrollo espiritual verdadero”. ibíd. Si personalizamos el mal y consideramos que es más fácil pensar que el hombre es un mentiroso, incompetente, malvado, todo un fraude, estamos aceptando la creencia de que los hombres y las mujeres están separados de Él y que son motivados y gobernados por el mal en lugar de Dios. Si no nos oponemos a esto, nuestra labor de cambiar la conducta de un gobierno fracasa porque nuestro punto de partida es defectuoso. Una cita de la Sra. Eddy establece firmemente: “El punto de partida de la Ciencia divina es que Dios, el Espíritu, es Todo-en-todo, y que no hay otro poder ni otra Mente — que Dios es Amor, y que, por lo tanto, es Principio divino”. ibíd, pág. 275.

Tengo que preguntarme: “¿Estoy dispuesto a elevarme por encima de mis sentimientos personales y someterme a esta exigencia espiritual?” Es importante oponerse a la corrupción. La equivocación se encuentra en personalizar el mal, pues cuando lo hacemos le damos poder. Nos hace creer que nuestra vida, la compañía, el gobierno, están sólo bajo la jurisdicción de personas ineptas. Dejamos al Espíritu divino fuera de toda consideración. Pero el hecho científico es que nuestra vida, nuestra experiencia, está en manos de Dios. Él gobierna. Su poder es activo y eficaz ahora mismo. Esto fue lo que el autor del Apocalipsis pudo ver. La visión espiritual nos permite apreciar que la Verdad divina reina en nuestros corazones y en “sus” corazones, en nuestras mentes y en “sus” mentes, en nuestros móviles y en “sus” móviles. Este reconocimiento es esencial para el progreso.

Piense, por ejemplo, en Zaqueo, el recaudador de impuestos que se menciona en Lucas en la Biblia. Véase Lucas 19:1—10. En la época de Jesús, los recaudadores de impuestos eran conocidos por ser fraudulentos y corruptos, pero Zaqueo cambió cuando se encontró con Jesús. Cuando respondió a sus enseñanzas, la codicia y la deshonestidad ya no tuvieron más poder sobre él. Jesús resucitó su bondad. A partir de ese momento, todo aquél que se encontró con Zaqueo tiene aquél que haber tenido una experiencia diferente. Dentro del imperio romano, éste fue un cambio minúsculo, no obstante fue un cambio profundo y de gran influencia. La experiencia de Zaqueo nos da una vislumbre del poder del Cristo, del cambio que se produce cuando uno se adhiere a un punto de vista cristiano del hombre y de la mujer.

También hay otro ejemplo útil. Cuando Jesús vio la corrupción de la práctica religiosa en el templo, protestó contra ella con todas sus fuerzas. Véase Mateo 21:12, 13. Al ser ignorado, dio vuelta las mesas de los cambistas y los echó a latigazos del templo. Ante sus ojos la conducta del templo había sido asolada por la codicia y la hipocresía. Era necesario expulsar esos vicios. Si contemplamos esto por un momento, podemos ver que siempre que se hace presente el Cristo — el reconocimiento espiritual del poder gobernante de Dios en hombres y mujeres — la codicia y la hipocresía no pueden permanecer. En toda instancia en que la supremacía de Dios es reconocida, el vicio es eliminado de la conciencia. La creencia de que la corrupción domina al hombre es eliminada al comprender que Dios tiene todo el poder.

Cuando personalizamos el mal le damos poder.

La supremacía divina es el punto de partida esencial. El cambio en la conducta de un gobierno requiere más que un simple cambio de régimen. Se necesita un punto de partida que resucite y nutra la naturaleza del hombre derivada de Dios, para multiplicar el efecto ocurrido con Zaqueo. La visión del autor del Apocalipsis nos dice que esto es posible y las reglas espirituales que Mary Baker Eddy presentó en Ciencia y Salud nos guían en esta labor. Los cambios de conducta que tantos anhelan en su gobierno se pueden alcanzar siendo fieles a las exigencias de la Ciencia divina.

Richard Bergenheim
Redactor Invitado

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