Hace un par de años, me apareció un pequeño crecimiento junto a la nariz, sin embargo, no le presté mucha atención hasta que comenzó a crecer de tamaño. Oré por ello y también le pedí a un practicista de la Christian Science que me ayudara a orar por él. Pensé en una idea de Ciencia y Salud que me sabía de memoria: “Una idea espiritual no tiene ni un solo elemento de error, y esa verdad elimina debidamente todo lo que sea nocivo” (pág. 463).
Un día fui a la dentista, quien, al notar el bulto tan obvio que tenía en la nariz, me dijo: “Eso se lo tienen que extirpar”. Y su ayudante coincidió con ella. La dentista me preguntó si tenía un médico de la familia. Cuando le dije que no, ella y su ayudante me dieron los números de teléfono de varios especialistas de la piel que conocían.
De camino a casa me sentí tentada a recoger el teléfono y hacer una cita con uno de esos especialistas para que me extirparan el crecimiento. Sin embargo, al pensar nuevamente en aquella cita de Ciencia y Salud, pensé: “¿Acaso lo van a eliminar debidamente?”
Cuando llegué a casa, llamé otra vez al practicista y le conté que la dentista y su ayudante pensaban que había que quitarlo. Entonces él me aseguró: “Será eliminado”. Yo sabía que no debía esperar que sólo el practicista orara, de modo que decidí buscar la declaración en la que había estado pensando de memoria, tan sólo para asegurarme de que la decía correctamente. Al abrir el libro mis ojos se posaron en estas palabras: “A menos que un mal se combata como es debido y se venza enteramente por la Verdad, el mal nunca será vencido” (pág. 231).
Continué leyendo y encontré lo siguiente: “Lo que Dios no puede hacer, no es necesario que lo intente el hombre. Si Dios no sana a los enfermos, éstos no se sanan, pues no hay poder inferior que se iguale al Todo-poder infinito; pero Dios. Verdad, Vida, Amor, sí sana a los enfermos por medio de la oración del justo". Entonces supe que sólo había una forma de extirpar el crecimiento. Deseché los números telefónicos que me habían dado, y traté de no tocarlo ni mirarme en el espejo. No fue nada fácil.
Unas dos semanas después en medio de la noche, me desperté y el bulto se había caído. Estoy muy agradecida por esta prueba sanadora del poder de Dios para quitar “todo lo que sea nocivo”.
La Mesa, California, EE.UU.
