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Para Jóvenes

¿Quién? ¿Yo una modelo?

Del número de octubre de 2004 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


de The Christian Science Journal conversó con la modelo sobre cómo la carrera de modelo la ha ayudado a cambiar la opinión que tenía de sí misma y de dicha industria.

Cuando la señora de la agencia de actuación le dijo a Katie Walter de Indiana que nunca llegaría a ser modelo, la jovencita tenía toda la razón para creerle. Si bien tenía mucho talento para actuar, no era de talla chica. De hecho, ella había luchado con su peso, con el hecho de ser de “huesos grandes, regordeta, como quieras llamarlo, yo era grandota”, dice Katie, desde que estaba en la escuela primaria. Y ser modelo ni siquiera estaba dentro de sus aspiraciones. Ella simplemente quería actuar.

Pero Dios tenía otros planes para Katie, quien obtuvo un contrato con Ford Models en la Ciudad de Nueva York en un paso que, para aquellos que trabajan en la industria de la moda, puede que se considere “inaudito”. ¿Lo obtuvo por casualidad? ¿Fue un golpe de suerte? No de acuerdo con Katie. “La carrera de modelo me trajo a Nueva York”, dice, “pero algo mucho más importante estaba sucediendo”. Eso “más importante” es, según las propias palabras de Katie, su viaje espiritual.

Consulta el sitio Fordmodels.com en el Internet, en la New York plus-size division, y encontrarás a Katie Walter. Es fácil, en el contexto de tantas personas hermosas, ver su rostro como uno más (excepcionalmente) bello, con su piel clara, ojos azules y encantadora sonrisa. Pero cuando uno la conoce personalmente no es tanto su apariencia física como su belleza interior lo que realmente te llama la atención.

MUY BIEN. Puede que “belleza interior” parezca un cliché cuando tanta gente dice que lo que cuenta está adentro, mientras continúan insistiendo que lo ideal es tener esto y aquello (elige la parte del cuerpo que más te guste) perfecto. Sin embargo, si conoces a Katie personalmente puedes reconsiderar todo eso. Esta chica tiene un resplandor, una chispa... ella tiene alma. Y en un mundo en el que fácilmente podría ser tan solo otra cara linda en una revista, es obvio que Katie, atractiva como es, ha cultivado una belleza que es mucho más que superficial.

No obstante, el camino para alcanzar el tipo de confianza y aceptación personal que tan vivamente irradia de Katie, ha sido muy largo.

Crecer siendo gordita puede ser muy difícil, y ciertamente así fue para ella, quien empezó a asistir a las reuniones de Weight Watchers [Cuida Kilos] con su mamá cuando tenía tan solo ocho años. “Ya a esa edad yo estaba allí”, dice ella. “Tenía la idea fija. Me sentía muy desgraciada por mi apariencia. Durante toda la escuela primaria... y secundaria... y el bachillerato, yo deseaba ser más delgada. Eso estaba constantemente en mi pensamiento”.

Si bien, según Katie, ser delgada no se equiparaba exactamente con la perfección, ello simbolizaba, no obstante, ser aceptada. Felicidad. Significaba sentirse mejor con uno mismo. Y para cuando llegó a décimo grado, ella había probado todas las dietas que existían. “Durante todos los años que estuve en la secundaria y el bachillerato me levantaba a las 5 de la mañana para hacer ejercicio”, recuerda Katie. “Comía ensalada y tomaba agua en el almuerzo mientras todos los demás comían pizza y papas fritas. Irónicamente, yo era la que estaba gorda... y la que seguía estando así. Tenía un régimen de ejercicios, y un régimen alimenticio. Pero nada funcionaba”.

No obstante, algo estaba funcionando.

“Aunque yo estaba probando todas estas dietas y planes de ejercicios, pienso que yo sabía en mi corazón que la respuesta era mucho más profunda que esas cosas”, dice Katie. “Siempre he sido una persona muy espiritual. No obstante, estaba tan atrapada en lo que me habían bombardeado toda mi vida — que era una situación que necesitaba resolver física o químicamente — que ni siquiera se me pasó por la mente que podía tomar esta 'lucha de toda la vida’ y ponerla enteramente en manos de Dios”.

Pero el estudio de la Biblia y Ciencia y Salud que Katie realizaba estaba produciendo un cambio en ella. A través de su lectura y oración, ella ya había descubierto que Dios tenía las respuestas que ella necesitaba. La cuestión era si ella estaba realmente dispuesta a escuchar lo que Él tenía para decirle.

Mientras tanto, el interés de Katie en la actuación la había guiado a una pequeña agencia en Indianápolis, donde fue elegida por su talento dramático. Y posteriormente, a pesar de las predicciones de su agente, Katie encontró algunos trabajos como modelo de talla más grande a través de una agencia de Cincinnati.

Pero la gran oportunidad se presentó cuando cursaba el onceavo grado, durante las vacaciones de primavera.

Estando en la ciudad de Nueva York, una serie de eventos llevaron a Katie a la prestigiosa agencia de modelos Ford, donde le hicieron firmar un contrato antes de que los agentes vieran siquiera una sola foto de ella. “Fue increíble”, recuerda Katie. “Esas cosas no ocurren así no más. Todo pasó tan repentinamente, y fue tan sorprendente, que yo sabía que había sido obra de Dios.

“No obstante, yo estaba abierta a cualquier oportunidad”, ella continúa. “Lista para ir dondequiera que Dios me guiara. Me sentía tan agradecida por la manera en que Él me estaba orientando, que dije: 'Bueno, Dios mío, ¡muéstrame el camino. Tú estás en el asiento del conductor, y yo simplemente te acompaño!’” Y así fue como se lo mostró.

“Todo el tiempo que he vivido en Nueva York ha estado lleno de ejemplos de que Dios realmente me está guiando”, dice Katie. “Mi tarea aquí ha sido tanto sobre mi crecimiento espiritual, como el desarrollo de mi carrera de modelo y actriz. Lo más significativo de todo esto es que Dios debe tener un increíble sentido del humor porque ha transformado la lucha más grande de mi vida, en una carrera. ¡Es una locura! No obstante”, dice ella después de una pausa, “pienso que todo apunta al hecho de que yo tengo que resolver todo esto”.

Tomar Instrucción en Clase en la Christian Science — un profundo estudio compuesto de 12 lecciones — ayudó a Katie a hacer un movimiento definitivo en esa dirección. “Después de esa clase dejé de plano todos los ejercicios y las dietas”, dice Katie. “Quiero decir que, si bien sigo haciendo algo de ejercicio y no me atraganto con hamburguesas y papas fritas, mi pensamiento sobre el tema ha cambiado totalmente. Ahora uso el tiempo que utilizaba para hacer ejercicio, orando, tratando de verme a mí misma como Dios me ve, y de comprender más sobre Él. Y me siento tan feliz”, agrega, “aunque no es el enfoque que la mayoría de la gente usa en esta profesión”.

Sin embargo, incluso con la presión externa que se puede crear, Katie admite que el tema depende, en su mayor parte, de cómo piensa ella de sí misma. “Estas cosas a veces parecen estar tan fuera de mí”, dice. “Como mi lucha con la imagen corporal. Es muy fácil culpar por ello a todo lo que he visto en los medios de comunicación.

“Pero hace poco leí un artículo en el Christian Science Sentinel”, continúa, “que daba una cita de Gandhi: 'Sé el cambio que deseas ver en el mundo’. Y me impresionó mucho porque pensé: Me he pasado toda la vida diciendo 'No es justo que las tallas más grandes no sean aceptadas’. Cuando en realidad hay una pregunta mucho más importante: ¿acaso me acepto a mí misma?”

Cuando le pedí a Katie que me indicara qué inspiración específicamente la había ayudado a aceptarse a sí misma, ella dudó. “Cambia cada día”, explica. “Es difícil destacar una en particular. Pero una de las cosas que más me han ayudado es hacerme con frecuencia estas tres preguntas: Primero, ¿qué ve Dios en mí? Segundo, ¿qué pide de mí? Y tercero, ¿qué desea para mí?

“De esa manera me aseguro constantemente de que permanezco en el camino espiritual”, agrega Katie, “porque siempre me lleva de regreso a esto: Dios me acepta porque Él me hizo. Todo lo que soy tiene su fuente en Él, de manera que debe ser bueno. Así que cuanto más acepto quién soy yo como Su hija — amada, hermosa y libre de inhibiciones — tanto más fácil me aceptaré a mí misma porque no voy a estar tan envuelta en mi físico”.

Al verla en una sesión de fotografía — u hojear su carpeta de presentación — es difícil creer que Katie pueda estar envuelta en 'su físico’. “Es verdad”, dice ella, “el pensamiento que uno aporta al trabajo se revela totalmente. Y la gente lo ve. Muchos fotógrafos me han dicho: 'Tienes alma. Eso es lo que da vida a tus fotografías’”.

El hecho de que ellos perciban su profundidad, su creciente aceptación de su “propio ser espiritual”, es testimonio del pensamiento y de la oración que Katie pone de manifiesto en su trabajo. “Siempre trato de ver cada sesión de fotografía desde esta perspectiva: que no importa lo que el fotógrafo o el maquillador o incluso yo misma vea físicamente, lo que es realmente indispensable, lo que es realmente sustancial y hermoso, es quién soy yo como el reflejo de Dios”.

Al fin y al cabo, el viaje de Katie no es una historia sobre cómo obtuvo inspiración espiritual o perdió peso. Y ella confiesa que todavía se esfuerza por aceptar esto. “Para ser sincera, yo todavía quiero perder peso”, dice. “Es la verdad. También estoy viendo que es una lucha mental, y me está ayudando a crecer. Así que si de esto se trata, pienso que vale la pena”.

Y también está el hecho de que sus luchas no resueltas también la hicieron ir a vivir a Nueva York, y obtener un trabajo que le encanta, incluso si el concepto que ella tiene sobre la carrera de modelo, no siempre concuerda con el de los demás.

“Estoy tan lejos de ser una modelo”, dice Katie, riendo. “Mi agente siempre me dice: “'¿No puedes por lo menos meter un par de zapatos de tacones puntiagudos en tu bolso y pensar en ponértelos?’ Pero realmente no son mi estilo”.

Aun así, en un mundo que según Katie “anhela profundidad espiritual y comprender el significado de la vida, se esfuerza por alcanzar algo mucho más duradero que la más reciente definición de que lo es hermoso”, quizás la cara de la industria del modelado esté por cambiar. Katie, por su lado, ya está enseñando el camino.

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