Mientras escribo estas líneas, no dejo de mirar la pantalla de la computadora para saber si mi hija menor, que actualmente vive en Londres, aparece para desearme los buenos días. Me maravillo por los adelantos en las comunicaciones. La veo y la “leo” cada día por medio de Internet, que nos permite estar en contacto de una manera tan fácil y rápida. Pero, aunque esa forma de comunicación me parece maravillosa, no dejo de agradecer profundamente a Dios por nuestra relación, independiente de distancias y acontecimientos. Porque los kilómetros que separan Uruguay e Inglaterra son muchos pero desaparecen ante el impulso y la fuerza de la oración. Cada vez que Laura me ha pedido que ore para solucionar problemas grandes o pequeños, ha recibido la ayuda que buscaba y muchas veces de forma instantánea, incluso antes de que terminara de narrarme sus experiencias. Ciencia y Salud lo expresa muy bien con estas palabras: “La 'voz callada y suave' del pensamiento científico cruza continentes y océanos, hasta llegar a los extremos más remotos del globo”. (pág. 559)
Recientemente, Laura me comentó acerca de lo que ha aprendido acerca de su relación con su verdadero Padre y Madre, Dios, quien nunca la abandona y le permite sentirse en su hogar, dondequiera que ella esté. Esto lo ha logrado mediante su propia oración algunas veces, y mediante la ayuda de otras personas en otras ocasiones. Y esto me ha permitido a mí estar confiada en su seguridad, en su bienestar y en el poder inmenso del Amor divino. Ya sea que contemos con el progreso de Internet o no, el recurso de la oración está siempre a nuestro alcance. Una ayuda pronta y eficaz.
Montevideo, Uruguay
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